El segundo de un plan de restauración que contempla 9

Cierran el ascensor Concepción de Valparaíso

Sólo 6 ascensores quedarán en funcionamiento luego de la implementación de una nueva etapa del plan de de restauración a cargo de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, ejecutado a partir de este año y que culmina el 2018.

Por Gabriel Muñoz

06/01/2017

Publicado en

Actualidad / Chile / Portada / Regiones

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ascensorDesde hoy el ascensor Concepción tendrá sus puertas con llave. Lamentable para una, un alivio para otra, dos vecinas debaten frente al aviso de cierre dado discretamente por la persona tras el torniquete. Ella sabe que en su próxima jornada laboral, en un lugar distinto tendrá que recibir estas cajas de madera y fierro que otro colega se encargará de hacer bajar. Un poco más allá, avanzando por el plan, ajena al ejercicio de unos jóvenes en la escalera, y consultada por el cierre del ascensor Cordillera (el próximo en la lista), Dorama (85) cree que “es malo. Mientras no pongan una micro o un furgón para subir, en cuanto sea siempre será un fastidio. Yo lo uso todos los días. No me da para pagar los $550 que me sale el colectivo o los mil del taxi desde Echaurren. Subir por la escalera ni pensarlo…” dice mirando a la juventud correr cerro arriba. Luego se ríe mientras se despide y avanza por calle Serrano, apoyada en un bastón y una bolsa con comida para palomas y gatos.

El comercio, antes de la construcción del Canal de Panamá, transformó a Valparaíso en paso obligado de grandes buques. El plan de la ciudad se hizo pequeño para tantas personas y hubo que subir a habitar. Aunque hoy tal vez es poca la gente que vive en el cerro (las casas hoy son locales comerciales) desde este día ya no existe un acceso rápido al sector turístico del cerro Concepción. También verán coartados sus desplazamientos los que desde ahí se podían movilizar: los vecinos y vecinas que viven en alguna escalera, como Fisher, o los trabajadores de los locales en calle Papudo. Algún viajero quedará desilusionado si esperaba conocer en funcionamiento una máquina que data de 1883, una de las más antiguas de la ciudad y la primera en América.

Subir a contemplar la bahía desde el mirador del paseo Gervasoni, en esta modalidad y junto al ascensor Artillería, son las más caras: $300. Hubo un momento en que lo subieron a $500 pero afortunadamente duró poco. El Peral, recién reabierto en octubre luego de más de un año cerrado, cuesta sólo $100. “Lo mismo Cordillera, San Agustín, Polanco, Barón y Reina Victoria, los únicos que aún quedan en funcionamiento, de los 30 que operaban en el siglo pasado. Ni Budapest, Lisboa, Génova o Río de Janeiro pueden acercarse a esta cantidad de carros avanzando por los cerros”, explica uno de los tantos guías que pululan entre las calles y escaleras.

Para el porteño o porteña, habitante a pie de cerro, aventurarse en su tradicional medio de transporte al plan incluía la posibilidad de que el carro se pudiese atascar en el trayecto o simplemente tener que esperar mucho tiempo para subir, ya que ahora es turístico, siempre hay mucha gente y no resiste ser cargado en su totalidad. Porque los ascensores de Valparaíso siempre presentan algún desperfecto. Luego de conocer el diagnóstico mecánico de un estudio realizado al estado de los elevadores de la ciudad (el vocablo ascensor está arraigado pero el único ascensor es Polanco), nadie recomendaría a sus familiares o amigos subirse a ellos. Peor aún, tanto trabajadores como usuarios coinciden en anécdotas que por poco no se convirtieron en tragedias.

El menos antiguo fue construído en 1916. Pero como la salinidad facilita la corrosión y el trabajo es continuo, los componentes metálicos de estructuras y planos inclinados poseen partes y piezas con desgastes importantes. Es claro que, en términos de utilidad, se mantienen vigentes. Creados para ahorrar tiempo y esfuerzo físico, esta divertida y mucho simpática experiencia para los turistas, es un modo de transporte que, en total y gracias a mediciones de hace una década, absorbían alrededor de 10 mil viajes al día, en periodos normales, y casi 22 mil en temporada de alta demanda.

Muchos comparten la opinión de que éstos forman parte del Patrimonio Cultural de la ciudad pero poco se hace para transformar este potencial turístico. Nadie lo discute, es especial: su vista al mar hace olvidar las falencias. Pero para quién la utiliza a cotidiano y convive con instalaciones en mal estado, una débil luz en la noche, y ventanas sucias, inexistentes o rayadas, el cuento es otro. “Prefiero que lo cierren, lo arreglen bien y después no haya una desgracia que lamentar” opinó hace algunos años Beno, el dueño de un almacén en almirante Montt, frente al cierre del ascensor Reina Victoria.

Desde el punto de vista privado, hace 10 años sólo 4 de los 15 ascensores resultaban rentables. Ante la llegada de fondos internacionales para la restauración, administraciones edilicias anteriores-que actuaban como contraparte técnica- hicieron la vista gorda ante restauraciones poco prolijas. Terremotos e incendios también han hecho lo suyo. Pero nadie sabe porque el ascensor Villaseca no fue reabierto luego de la construcción de la vía elevada para el transporte de las mercancías que llegan al puerto.

El negocio es redondo: el Estado reconstruye ambas plantas, a veces incluye casas aledañas (como sucede en San Agustín) y deja todo en perfectas condiciones para que las instalaciones de los ascensores, o en sus alrededores, espacios se transformen en atracciones turísticas: cafés, galerías de arte, tiendas de souvenirs o restoranes. La búsqueda del desarrollo sin el buen vivir de los habitantes del territorio (los vecinos podrían abrir una tienda mediante una cooperativa de trabajo o los trabajadores disponer de comodidad par el ejercicio de sus labores) sólo concibe en las estaciones una idea de espacio proclive al desarrollo de proyectos de negocios complementarios a la explotación turística que subyace en la restauración patrimonial del ascensor y su entorno. La idea es generar mayores ingresos, aún cuando sea a espaldas del interés de sus trabajadores y usuarios.

En 2009 se concretó el cierre de Monjas, Florida y Mariposas pero, según vecinos,  aún no pasa nada. En junio del año pasado, se cerró Espíritu Santo, se desmantelaron la planta baja y la estación superior y no se avizoran avances. Luego de Cordillera, el próximo será el ascensor Artillería, construído en 1893. Concebido para transportar a funcionarios y marinos de la Escuela Naval, se destaca en las postales por sus carros amplios e interesantes diseños y colores. También es monumento histórico desde 1998 y fue comprado por el Estado en 2012 junto a otros 9. Nuevamente se dice que la intención es mejorar, en términos de calidad y servicio. Se espera que esta vez, para el ascensor Concepción, no sea como en 2003 y 2010, cuando permaneció cerrado meses, se reabría, funcionaba con carros quedando a medio camino y bomberos acudían a rescatar turistas sobre los rieles. “Paciencia y esperanza de que vuelva a ser un verdadero alivio” fueron los buenos deseos de la vecina a favor del cierre.

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