Contra el Androcentrismo

Androcentrismo: en palabras de Victoria Sau, enfoque unilateral que toma al varón/hombre como medida de todas las cosas

Por Director

03/08/2009

Publicado en

Actualidad / Columnas

0 0


Androcentrismo: en palabras de Victoria Sau, enfoque unilateral que toma al varón/hombre como medida de todas las cosas. Y en palabras de Loida M. Martínez Ramos, visión de la realidad desde la perspectiva masculina.

El hecho de que la historia de la humanidad haya sido escrita desde una visión androcéntrica, absolutamente grosera, ha provocado un falseamiento total de nuestro pasado.

El androcentrismo ha permitido a los historiadores (casi exclusivamente varones hasta hace poco) hacer afirmaciones que implican la siguiente deducción: «No sólo los roles de género no han cambiado desde la Prehistoria, sino que el valor de la experiencia de la mujer en el pasado se considera similar al del presente».

Así, han atribuido a «los varones prehistóricos» ser los principales protagonistas y autores de los grandes avances de la humanidad, desde el inicio de la cultura humana -hace unos 40.000 años-; como si hubiesen sido «los sujetos de género masculino», los únicos y más importantes humanos, que tomaban todas las decisiones, tanto en cuanto a la satisfacción de su sexualidad, como en la búsqueda de los alimentos para sí mismos o para «su familia»: esposa e hijos; los que subordinaban a las mujeres; los que decidían a dónde ir, qué hacer, qué herramienta fabricar, o a dónde emigrar en busca de regiones más cálidas o con mayor abundancia de alimentos….

A la vez, esa visión androcéntrica ha permitido a los historiadores presentar a las mujeres muy pasivas y aisladas, esperando que un cazador les trajese el alimento para sus hijos, y, además, totalmente subordinadas sexualmente a los mantenedores de los que dependían.

Y mantenían tales falacias a pesar de que ningún dato -etológico, genético, etnológico, antropológico, artístico, religioso- sustentase tales ideas, sino que al contrario:

-Los estudios etológicos de los primates superiores, no avalan la idea de la subordinación «genética» de la hembra al macho.

-Tampoco los estudios etnológicos de las sociedades primitivas y de las de principios de la época histórica (cuando estaban en transición al Patriarcado y eran herederas de las prehistóricas, antes de la revolución patriarcal), avalan la existencia de familias monógamas sustentadas por el varón. Contrariamente, los datos informan que eran las mujeres las mantenedoras de sus hijos, y ellas eran las promiscuas que elegían pareja sexual de cualquier género, y que prescindían de su pareja masculina circunstancial cuando se aburrían, o éste no se portaba bien.

-Además, los más arcaicos hallazgos artísticos de imágenes humanas, confeccionadas desde el Paleolítico y en el Neolítico, son exclusivamente femeninas o de madres con sus hijos, por lo que sólo reflejan familias matricéntricas. El varón adulto no apareció hasta la Edad del Bronce. Ausencia masculina que pone de manifiesto que las mujeres podían sustentarse solas y alimentar a sus hijos: recolectando alimentos, cazando, cultivando los campos, participando en ceremonias sagradas, realizando artesanías diversas… Y no fue hasta la Edad del Bronce, con la revolución patriarcal, cuando se cambiaron los papeles. De ahí que en el arte, a partir de entonces, sólo aparezcan varones protagonizando todos los papeles que antes habían practicado las mujeres, y la mujer aparece poco o sólo en papeles subordinados.

Debido al androcentrismo, los historiadores han sesgado el género de muchas figuras representadas, por lo que les han hecho titular como masculinas, figuras que en realidad mostraban mujeres o animales hembras. Por ejemplo, califican como «varones cazadores» a las figuras artísticas, aunque tengan rasgos identitarios femeninos: piernas gordas y cintura de avispa. O titulan «machos – toros o caballos» a gran parte de los animales representados en escenas artísticas, a pesar de que muestren signos evidentes de embarazo (calificados por arqueólogos como de vientre prominente), o estén acompañadas de crías (las únicas que se ocupan de ellas).

Así que, ante tantas barbaridades androcéntricas que existen en muchas disciplinas «científicas», que no tienen nada de inocentes, y son inexplicables a la razón, deducimos que lo único que han hecho ha sido afianzar la institución patriarcal y el status quo.

Por ello, iniciamos este espacio para poner en tela de juicio tanto prejuicio impuesto y torpemente consentido -que ya no se sostiene por más que se resista-, con la divulgación de trabajos contra el androcentrismo en general, y en el campo de la Antropología y Arqueología en particular.

Son Estudios de Género, desde un marco referencial moderno, liberal y feminista, fundamentados en las informaciones científicas de diversas disciplinas, divulgadas por investigadores honestos y valientes, que mantienen la idea de que, en la Prehistoria, lo femenino habría tenido mayor importancia que la que se le adjudica en los antiguos manuales.

Con nuestro esfuerzo queremos poner nuestro granito de arena en la lucha para que la verdad salga a luz -y no se siga tergiversando el auténtico pasado humano-, y para eliminar las falsedades de género defendidas todavía. Y, sobre todo, queremos contradecir las convicciones sexistas vigentes en gran parte de los manuales sobre el pasado de la mujer, y para mostrar que habían sido sus autores los que habían hecho generalizaciones sin ninguna evidencia artística, ni etnológica, ni etológica, ni antropológica….

En una primera fase del análisis de los datos recolectados, con el método exploratorio de Tukey, hemos percibido que no son datos aleatorios, sino que siguen un patrón y se relacionan entre sí y es posible obtener estructuras que se pueden confirmar.

De esos estudios se deduce que las mujeres, desde la más remota antigüedad:

-No se subordinaban al varón ni éste la sustentaba.

-Ni su vinculación a una pareja masculina adulta era monógama. Muy al contrario, las mujeres vivían vinculadas con compañeras de género, formando redes de poder horizontal muy fuertes, reforzadas por contactos homosexuales lésbicos. Las mujeres tenían sexualidad libre, y gozaban de completa libertad de elección, tanto de pareja circunstancial masculina como femenina (eran bisexuales).

-Además, las mujeres tenían autonomía económica. Alimentaban solas a sus hijos, al igual que pasa entre los primates, entre quienes sólo la hembra se preocupa de alimentar a su prole.

-Los varones prehistóricos no se obligaban a la tarea de cuidar, ni alimentar, ni educar, ni vestir a los infantes, debido a que no sabían que tenían el poder de fecundar y no sabían cuáles eran sus hijos; por ello la paternidad no era valorada y los varones no podrían tener razones ni autoridad para limitar la sexualidad femenina con normas morales.

Y estas deducciones están confirmadas: Por los estudios etológicos de la vida primate; por las manifestaciones artísticas aportadas por la Arqueología; por los más arcaicos mitos; por los estudios de sociedades matrilineales, existentes a principios de la época histórica en todo el mundo. Así como por los rituales de las Sacerdotisas de principios de la época histórica.

Nuestra tarea es seguir acumulando conocimientos en el campo de nuestra investigación, para no retrasar los argumentos que ayudarán a romper la resistencia de los sexistas.

por Francisca Martín-Cano Abreu

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones