Economista Juan Carlos Echeverry: «Darse a conocer es complicado porque acá la gente sabe quiénes son los futbolistas, los que salen en televisión y unos cuantos políticos. Nada más»

El precandidato presidencial relata los retos que enfrenta Colombia así como también su reto personal por ser reconocido como un candidato independiente y no como un tibio aliado de las cúpulas de poder

Por Sofia Belandria

17/11/2021

Publicado en

Actualidad / Entrevistas

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El precandidato presidencial independiente Juan Carlos Echeverry habló sobre algunas de las propuestas que tiene para llegar a ser el máximo dirigente del país sudamericano. También se refirió a su sugerencia de que el mejor camino es a través de una coalición de la experiencia.

Fue necesario un ápice de rigor. Y de ganas de salir adelante, claro. Con los papás separados nada se hizo fácil. Y por eso empezó a trabajar a los 10 años en una fábrica de cauchos, propiedad del hermano mayor, a estudiar en las mañanas y a ser operario en las tardes. Su primer sueldo fue la mitad de un salario mínimo en los años 70 —alrededor de cuatro dólares—, le dio parte a su mamá y se quedó con el resto, o más bien, ahorró el resto.

A diferencia de lo que se cree, Juan Carlos Echeverry, precandidato presidencial de Colombia por el movimiento Vamos pa’ lante Echeverry, no viene de una familia pudiente del país. De hecho, entendió desde muy pequeño que el trabajo dignifica al hombre, que más allá del sustento, es la herramienta para ser útil y eficiente en la sociedad, productivo diría él, un economista pragmático.

Y aunque se pensaba que sería una ficha del Partido Conservador (derecha) para las venideras elecciones del 29 de mayo de 2022, Echeverry prefirió un camino más arduo, pero que para él legitima su figura frente a la sociedad colombiana: la recolección de firmas. Una dura rutina de correrías por todo el país y que irá, por ahora, hasta el 17 de diciembre de 2021 (fecha límite), día en el que deberá presentar el mínimo requerido para ser, de manera oficial, un candidato a la presidencia: un millón de firmas en total.

Etcheverry fue director de Planeación Nacional entre 2000 y 2002 en el Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002); ministro de Hacienda entre 2010 y 2012 y presidente de Ecopetrol entre 2015 y 2017, durante el Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018), y decano de la facultad de Economía de la Universidad de Los Andes de 2002 a 2006.

Quizá su trayectoria lo hace ver como una persona ajena a las gentes y mucho más cercano al sector privado y sus intereses, algo que niega con vehemencia. «Hay que unir las dos Colombias: una pobre y otra rica. Y eso se hace a través de la educación», repite en sus intervenciones.

Echeverry habló sobre varias cosas, entre ellas, la decisión de dejar la academia por un tiempo para llegar a la Casa de Nariño —nombre de la sede presidencial—, algo que parece muy, pero muy complicado, pero no imposible en un país que hace mucho sigue siendo de unos pocos.

¿Cómo se siente de cara a una elección popular, proceso que usted nunca ha vivido?

Eso se lo cuento después de que pase esto. Sé que es duro, pues una persona como uno no es conocida en las regiones, en estratos 2,3 y 4, en los que está la gran masa de votación. Darse a conocer es complicado porque acá la gente sabe quiénes son los futbolistas, los que salen en televisión y unos cuantos políticos. Nada más. Es un desafío enorme, que toma tiempo, pero que se logra.

¿Qué le puede decir a las personas que aseguran que, por su pasado en entidades del Estado, usted no representa el cambio, que es el resultado de las mismas políticas?

Que miren los hechos: cambié la política social cuando creamos [en 2001], Empleo en Acción y Jóvenes en Acción [una estrategia para capacitar y darle ingreso al mercado laboral a jóvenes de escasos recursos]. Cambié lo de las regalías que le permitió ejecutar proyectos a muchos alcaldes y gobernadores, cambié la educación y la salud de este país cuando creamos el sistema general de participaciones, que permitió financiar estos sectores, cambié Ecopetrol y la puse a ser una empresa eficiente. Y más que cambios creo que hago transformaciones. He enfrentado grandes crisis y las he sabido superar. Además, hay que decirle a la gente que el cambio es algo de cuidado, que cambiar por cambiar, sin experiencia, no es el camino. Y que tengo el recorrido y las ideas.

Repite mucho que lo importante es poner a producir a Colombia cosas nuevas en regiones menos dinámicas. Pero esos lugares, precisamente, son los que tienen más problemas sociales y de seguridad. ¿Cómo piensa hacerlo?

El país solo tiene 49 municipios prósperos, los demás tienen capacidad de producir, pero hay inmensas limitaciones. La idea es identificar bien el producto para que se dé un milagro económico. Y eso a través de carreteras, crédito, tecnología, entre otros factores. Es la labor más grande que tiene el Gobierno, no solo en los próximos cuatro años, sino en las siguientes dos décadas. Tenemos que volcarnos en aquellos municipios que no tienen economía para crearla allí. Además, al ser los de mayor desigualdad en el país, sería una estrategia social y de equidad.

Usted se opone a la renta básica, el ingreso que da el Estado a ciudadanos de bajos recursos para acceder a una canasta familiar mínima, y que es una de las propuestas de Gustavo Petro. ¿Por qué?

Porque es una irresponsabilidad, pues no hay con qué pagarla. Eso es una tontería: los funcionarios del Gobierno siempre regalan plata ajena, plata de empresarios y de los impuestos. Faltan 80 billones [alrededor de 20.600 millones de dólares], que es el déficit, pero en lugar de cerrarlo se ponen a decir que van a regalar 10 billones [alrededor de 2.500 millones de dólares]. Y eso quiere decir o deuda o más impuestos, que sería colapsar al país.

¿Y los jóvenes que ven en esta una base importante para salir adelante qué?

Eso es malformar. Por ejemplo, decirle «tranquilo, no trabaje, no se forme, no estudie que el Estado le da un dinero mensual», va en contra de lo que creo y no es pedagógico. Desde los 10 años he estado produciendo. No fue fácil, pero la luché. Y eso me formó y me llevó a entender que la gente no puede ser dependiente del Estado. Sí, deben existir oportunidades, pero también ganas de estudiar, de aprender y, sobre todo, de trabajar.

Hay muchos jóvenes que están hasta el cuello con las cuotas de Icetex (​​Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnico en el Exterior). Usted estudió con crédito de esta entidad. ¿Qué se puede hacer para que, cuando se gradúen, no queden empeñados?

Quiero mucho al Icetex. El problema no es el crédito, el problema es la economía que no tiene suficiente volúmen de negocios para absorberlos y pagar un buen salario. El segundo es que la gente sale de los colegios sin saber leer, poco conocimiento de matemáticas, escribiendo mal y las universidades no logran deshacer eso. Es una transformación que va más allá del crédito, es una transformación de la economía. Es ponerle plata a la gente en los bolsillos.

Le voy a decir unos nombres para que me responda con la primera palabra que se le venga a la mente. Álvaro Uribe Vélez —expresidente de Colombia (2002-2010)—.

Seguridad.

Gustavo Petro.

Equivocación.

El presidente Iván Duque.

Juventud.

Alejandro Gaviria, exrector de la Universidad de los Andes, exministro de Salud en el Gobierno Santos (2010-2018) y ahora contendor en las elecciones.

Teoría.

¿Cómo va la Coalición de la Experiencia, su propuesta de unir a precandidatos de centro-derecha con miras a la primera vuelta presidencial?

Por ahora es la coalición de la paciencia mientras esperamos que todos converjamos en lo mismo. Mi convencimiento es que para elegir al próximo presidente de Colombia se necesitan 12 millones de votos: seis salen de todo un andamiaje de partidos políticos y el resto de independientes. Y para eso debe haber una coalición que reúna gente razonable, ética, con experiencia. De ahí saldrá el candidato que le guste más a la gente.

¿Y una alianza con el expresidente Uribe para la primera vuelta?

No, ellos tienen que hacer su propio proceso. La idea es evitar los extremos, ni la derecha radical, ni mucho menos la izquierda. Eso solo le hace daño al país.

¿Qué tanto le hace falta dictar clase?

Un montón. Mi cátedra era como ir al psicólogo. Sé que volveré.

Cortesía de Camilo Amaya Sputnik

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