El otro tsunami que no se avisó

Se dice que Chile es un país de terremotos, porque está justo en la orilla de la placa continental que choca con la placa del Océano Pacífico

Por JavierVillalobos

02/03/2010

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Se dice que Chile es un país de terremotos, porque está justo en la orilla de la placa continental que choca con la placa del Océano Pacífico. Y según se explica, cuando las placas se mueven y se acomodan, en algunos casos se acumula energía que es liberada bruscamente produciendo los terremotos.

Es interesante pensar que tal vez existe una analogía social al respecto.

Concepción tiene toda una historia detrás, un pasado oculto de erradicaciones y marginaciones. Y no sólo Concepción, apostaría a que es en la mayoría de las grandes ciudades de Chile.

¿Qué se puede esperar de un conjunto de personas, que a vista y paciencia del resto de la sociedad, son relegados a otros sectores quedando lejos de sus fuentes de trabajo, hospitales y recursos?. Nosotros, quienes estamos en la vereda de enfrente, permitimos eso, durante años, por nuestra ambición de tener «privilegios» sobre otros.

Le dimos poder administrativo a personas que optaron por echar gente de donde vivían, porque podían sacarle más dinero al lugar, barriendo con las casas y volviendo a construir, para que familias acomodadas disfrutaran de un paraíso mientras los expulsados debían conformarse con, aparentemente mejores viviendas, pero lejos de donde estaban, significando para ellos un cambio de vida que significaba un esfuerzo mayor al que realizaban.

¿Acaso no es una oportunidad única de hacer y deshacer de todo aquello que les fue negado, ya sea porque tenían bajo nivel educacional, porque vivían en poblaciones marginadas o simplemente porque hablaban y vestían mal? Es una oportunidad de ser reyes de quienes los marginaron.

¿Cómo es posible que se roben plasmas en vez de leche y pañales?. ¿Por qué no se limitan a robar lo básico?

¿Y quiénes somos nosotros para decirles qué robar y qué no robar? Seguimos creyéndonos sus amos, los dueños de su destino.

Claro, nuestra ética y moral nos impide ver más allá de lo evidente. Simplemente es incorrecto, lo rechazamos. Es estúpido lo que hacen, ¿es maldad? ¿Acaso culparemos al diablo por esto? Creo que seguimos optando por lo más fácil, decir indirectamente que somos nosotros mejores que ellos y que por tanto, nosotros tenemos la razón. Como si el mundo fuese a ser mejor con nuestros principios. Esos principios que aceptan que los bancos cobren usureros intereses, que las multitiendas nos engañen con ofertas de crédito, que las inmobiliarias nos vendan construcciones defectuosas, que las farmacias lucren con nuestra salud.

Qué difícil es reconocer que efectivamente, a pesar de toda nuestra educación, a pesar de creernos los más fuertes y grandes, nos hacen tontos. Que, con facilidad, se formulan leyes a escondidas en lenguajes que no entendemos y que incluso decidimos no entender, por flojera, pero que finalmente nos condenan a ser ovejas.

¿Acaso las autoridades y el pueblo en general esperaban que la gente golpeada por un terremoto quedara como corderito esperando la ayuda? No señores…. ellos han sobrevivido a la marginación, han sobrevivido a la pobreza, han sobrevivido a la falta de oportunidades. En un mundo de desastre como es el que resulta de un terremoto, son ellos los que tienen más probabilidades de sobrevivir, porque fueron obligados toda su vida a ser así.

¿Qué se puede hacer? No lo sé… ¿acaso pudimos evitar el terremoto? ¿Acaso pudimos detener el movimiento? Tal vez para algunos la solución es balearlos, mutilarlos, hacerlos desaparecer. Si eso llega a ocurrir, ¿Seremos nuevamente testigos inocentes que daremos vuelta la cara para no ver y delegar nuestras culpas a quienes disparen?

Pues bien, piensen qué harían ustedes si golpean a un niño y éste les llega a odiar. ¿Cómo se ganarían su confianza?

Nos decimos chilenos, nos proclamamos patrióticos, celebramos el 18 de Septiembre y cantamos la canción nacional, pero nos avergonzaría saludar en la calle a un «desconocido», a un chileno que pasa a nuestro lado. Nos decimos pertenecer a un país, pero jamás reflexionamos sobre qué significa eso. Cuando nos toca competir por trabajo, alimentos, atención en salud, dejamos de pensar en el 18 de Septiembre.

Sólo somos criaturas que usan ideologías por conveniencia, y así como nos escondemos detrás de una masa de personas, perdemos la conciencia del daño que causamos a otras personas a lo largo de nuestra vida, ya sea por omisión o al considerar que nos hemos ganado un lugar por sobre ellas.

Es posible que si partimos por pedirle disculpas a ese niño que golpeamos no logremos nada inmediato. Pero por algo hay que partir…

Fotografía: www.telecinco.es

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