Los cuestionamientos a la administración actual y a las candidatas presidenciales aumentan, siendo avivados por la oposición y la inmediatez de las redes sociales para sembrar desconfianza.
Los efectos de las fake news y las campañas de desprestigio en la política chilena se han manifestado con intensidad, evidenciando su peligro en esta era digital. La reciente renuncia de Patricio Góngora al directorio de Canal 13 tras ser vinculado a una red de bots que ataca a las candidatas presidenciales Evelyn Matthei y Jeannette Jara, es un ejemplo de cómo estas prácticas no son casuales, sino parte de una estrategia. A pesar de sus negativas, las pruebas periodísticas que lo asocian a la cuenta «Patito Verde» refuerzan la preocupación sobre el uso de la desinformación para dañar la reputación de los oponentes políticos.
A finales de marzo de 2025, circuló en redes una fotografía borrosa del Presidente Boric, rápidamente difundida con acusaciones de que se encontraba «alcoholizado» o «drogado» en la vía pública. El propio mandatario desmintió el montaje, revelando que la imagen provenía de un video donde saludaba a un niño pequeño después de un partido de fútbol.
Además, surgió una polémica que intentó vincular el aumento de fondos de la Sociedad Sportiva Italiana con un supuesto tráfico de influencias por la relación de Paula Carrasco con Gabriel Boric. Esto se desmoronó cuando el club aclaró que sus financiamientos en 2024 provinieron de una subvención municipal aprobada unánimemente en el Concejo de Valparaíso y fondos concursables del FNDR.
Esta insistencia en construir y exponer la vida privada para tejer sospechas infundadas o apropiarlas al jefe de Estado, lejos de buscar la verdad, evidenciaron un intento por desvirtuar el debate público. Un informe de Ipsos en 2024 reveló una paradoja en Chile sobre las noticias falsas señalando que el 71% de los chilenos confía en su propia capacidad para distinguirlas, pero solo el 43% cree que el ciudadano promedio posee esa misma habilidad. Esta brecha expone una vulnerabilidad social ante la desinformación y subraya la necesidad de mejorar la alfabetización mediática en el país.
Erosión de la confianza
El Palacio de La Moneda se encontraba —y aún hoy— bajo una intensa presión debido a la creciente ola de reproches. Desde hace meses, la oposición y ciertos medios intensificaron la difusión de informaciones negativas con el objetivo de afectar la percepción ciudadana y sembrar desconfianza hacia el gobierno de Gabriel Boric.
Quienes se han dedicado a investigar estos fenómenos mediáticos alertan que esto no es casualidad, sino que lo toman como parte de una campaña de desprestigio intencional y sistemática, apoyada en rumores infundados o mentiras con el objetivo de dañar la imagen y credibilidad de un actor político.
Estas acciones pueden tener un impacto directo y perjudicial en la toma de decisiones ciudadana, pues los individuos se basan en información distorsionada difundida por redes sociales. Estas son clave en la difusión de noticias falsas ya que su capacidad de viralización permite que la desinformación se expanda rápidamente.
Construcción de un relato
Candidatos presidenciales y líderes de la oposición aumentaron sus declaraciones públicas, acusando al actual gobierno de ser ineficiente, poco transparente e incluso corrupto, pese a que en muchos casos no han presentado pruebas contundentes que respalden sus afirmaciones. Esta situación puede crear un ambiente incierto y descontento, aprovechando cualquier oportunidad para hacer paso al desprestigio y ganar simpatía con la ciudadanía.
Tatiana Klima, periodista y ex asesora del actual Presidente, considera que esta situación no es casual y que responde a una clara intencionalidad política de la derecha para desgastar al Gobierno. Explica que es a través de la exageración de problemas menores y la difusión de desinformación que formulan malas interpretaciones. Como ejemplo está el caso del informe de licencias médicas de Contraloría, aquí la experta aclara que es un problema sistémico y no exclusivo de la administración actual: «uno de cada diez funcionarios expulsados -por este informe- pertenece a este Gobierno, los otros son funcionarios antiguos», enfatiza.
Además, la comunicadora atribuye una responsabilidad crucial a la clase política que se cuelga de información poco clara, y a los medios de comunicación por difundir estas declaraciones de los políticos, generando un ciclo infinito. Aunque reconoce el esfuerzo del Gobierno por desmentir la desinformación, lo califica de «tarea titánica» dada la magnitud del círculo vicioso.
Julio Hasbún, antropólogo social y magíster en Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Chile, refuerza esta visión. Distingue las campañas negativas —que subrayan rasgos desfavorables— de las de desprestigio, que «buscan minar la reputación, credibilidad o el carácter de una persona o grupo». Hasbún apunta a un fenómeno complejo, anclado en un entorno mediático digital de bajo coste y nulas barreras de entrada, donde «cada receptor puede convertirse a su vez en un emisor», amplificando el alcance de los rumores.
Estas dinámicas son clave en cada periodo de sufragio. Las «fake news», o las noticias a medias, son informaciones engañosas presentadas como hechos, con el fin de manipular la opinión pública. En campañas presidenciales su impacto puede ser significativo, puesto que pueden distorsionar el debate, buscar influir en el voto desinformando a los electores, generar polarización social y poner en jaque la confianza en las instituciones. Por esto es que la capacidad de los votantes para distinguir la información se vuelve crucial para cada proceso electoral.
Intencionalidad política
La ex asesora, Klima, es contundente al afirmar un propósito detrás de estas situaciones: «sí creo que hay intencionalidad política y sí creo que en época electoral este tipo de noticias tienden a ideologizar y ayudar a formar opiniones a veces erradas de los personajes», sostiene.
Aunque descarta tajantemente las teorías conspirativas sobre los medios y pretensiones de desprestigiar, la experta subraya la gravedad de que «sean los candidatos y los partidos políticos los que se hagan eco de informaciones que saben que no son verdad o que son medias verdades». Para Klima, la repetición de falsedades por parte de un político busca deliberadamente que la ciudadanía crea esa versión.
No duda de que la derecha aprovechará cada movimiento que pueda enrostrarle al Gobierno para proponer su propia narrativa frente a la ciudadanía. Argumenta que «este Gobierno no tiene más casos de corrupción que otros», destacando que son problemas de larga data que han sucedido desde la vuelta a la democracia y que no han sido corregidos por falta de reformas estatales.
Hasbún, por su lado, complementa lo anterior señalando que “hay momentos particulares donde emerge esta campaña -de desprestigio-, y podríamos decir que de alguna manera hay una secuenciación estratégica», sostiene.
La fragilidad de la democracia
El efecto de estas campañas de desinformación es complejo. A corto plazo, puede disminuir la aprobación presidencial y afectar la capacidad de gestión. A mediano y largo plazo, el constante bombardeo de información negativa puede debilitar la confianza en las instituciones democráticas y polarizar aún más el debate público.
Es clave considerar el peligro de las noticias falsas en tiempos de campaña electoral en Chile, ya que son presentadas como hechos y pueden ser capaces de distorsionar el debate democrático. Su difusión podría influir directamente en el voto de los electores en torno a argumentos sesgados.
Frente al desafío ciudadano de discernir la información en un entorno complejo, donde las redes sociales son la principal fuente de noticias y los tiempos para verificarlas son limitados, Klima propone como solución que «la sociedad, a través de los líderes de opinión, se pongan de acuerdo en mínimos comunes». Esto implica que los políticos: “no puedan hacer declaraciones que sean falsas, y que los medios de comunicación también hagan un arquero y un discernimiento previo” antes de replicar cualquier noticia.
Por su lado, para fortalecer la capacidad de discernimiento de la ciudadanía, Hasbún propone reforzar la integridad pública, especialmente en momentos donde la inseguridad hacia la institucionalidad es muy alta. Aumentar la confianza en el Estado y los partidos políticos es fundamental para «no generar estos espacios en los cuales los clivajes políticos van segmentando las personas y distanciándolas».
Ambos expertos coinciden en que la sociedad se encuentra en un momento estratégico, sobre todo en tiempos de elecciones. La confianza en las instituciones públicas es un capital que debe construirse día a día y solo así se podrá aminorar la repercusión de estas campañas de desprestigio que, aunque antiguas y utilizadas por todas las posiciones políticas, hoy encuentran un terreno fértil en la desconfianza y la velocidad de la era digital. Finalmente, se requiere el compromiso de toda la sociedad para fortalecer la democracia y un debate público basado en hechos y no en desinformación.