Fuerza de Trabajo, condiciones laborales y salariales en Chile

Cuestiones para pensar el Primero de Mayo

Por Wari

29/04/2010

Publicado en

Actualidad / Columnas

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Cuestiones para pensar el Primero de Mayo.

La mayoría de la población mayor de edad en Chile, es asalariada. Es decir, trabaja por recibir un salario o sueldo. Esta cuestión evidente, nos lleva a otra cuestión igualmente evidente: la mayoría de los chilenos y chilenas, no posee tierras, maquinarias ni materias primas, que le permitan vivir de ellas prescindiendo de un salario. Esto quiere decir, que la mayoría de la sociedad chilena no tiene otra cosa que sus brazos, su cerebro y su energía vital para poder sobrevivir, teniendo únicamente aquello denominado fuerza de trabajo, la que debe vender a un empleador en un proceso de producción.

La fuerza de trabajo, es la capacidad humana para desarrollar una actividad productiva.  Esa fuerza y esa capacidad individual, ese cuerpo, debe ser cuidado por cada trabajador, ya que no  es sólo aquello que los griegos denominaron el templo del alma, sino que es también el único recurso propio que posee para procurar su vivir y el de su familia.

Para funcionar, el sistema capitalista necesitará que la mayoría de la población adulta esté en condiciones de trabajar. Por ello es que el salario, más que ser el valor del trabajo -que sería el valor de lo que se produce o el cálculo exacto de lo que vale cada hora de trabajo relacionada con lo que se produce-, es el cálculo de lo indispensable para cubrir necesidades mínimas para que el trabajador y su fuerza de trabajo se reproduzca.

En la mayoría de los países de Latinoamérica lo necesario para vivir es calculado según una canasta básica de alimentos. Quienes no llegan a cubrir una de estas canastas serán denominados indigentes. En  nuestro país el cálculo oficial de lo necesario para vivir asciende a poco más de 43 mil pesos mensuales.  Según eso, nuestros gobernantes calculan quién es pobre y quién no. La pregunta que cabría hacer es si ese monto alcanza o no para cubrir las necesidades de una persona en la actualidad, si con 43 mil pesos  un trabajador logra mantener su fuerza de trabajo y todas las necesidades asociadas a su vida y la de su familia, considerando que hoy por hoy la mayoría de los servicios entendidos históricamente como derecho, están en su mayoría privatizados.

Durante estos últimos dos años, derivada de la especulación inmobiliaria de la tierra para su uso en agrocombustible (combustible producido en base a vegetales y alimentos como el maíz o la caña de azúcar), a nivel mundial el precio de todos los alimentos se ha elevado significativamente. En Chile, las alzas derivadas de ello junto a las provocadas por el exterminio de algunas especies por la pesca industrial (jurel, sardina y atún) y también por el abuso de un sistema comercial poco controlado y propicio al monopolio (ver el caso de las grandes cadenas de supermercados), ha derivado en el aumento sostenido de los precios de los alimentos a una velocidad muy superior al aumento lento y mezquino del salario mínimo.

El aumento en el costo de la vida, a mayor velocidad que el aumento del salario y de la capacidad de compra de éste (para cuánto alcanza), aumenta la brecha entre valor de la fuerza de trabajo y lo que por su empleo se remunera.

Lo que incluye la canasta básica en Chile, no ha sido modificado o profundamente renovado desde hace más de 20 años. De ahí que absurdamente se pueda decir que, según datos del 2007, en Chile existen proporcionalmente menos pobres que en la Unión Europea (UE). En nuestro país se nos ha informado que únicamente el 13,7% de la población está bajo el umbral del la pobreza; mientras que en la Unión Europea la cifra llega a un 15%.

Como el papel y el juego estadístico resisten tanto, lo que no se menciona son los criterios diferentes para medir esa pobreza.

En Europa es considerado pobre quien obtenga menos del 50% de la denominada Renta Media Disponible Neta dentro de un Estado miembro de la UE.  Durante 2005, en España (uno de los países menos ricos de la UE) la renta disponible mensual se calculó en unos 1.060 euros (más de 730.000 peso chilenos),  es decir, que quien no llegara al 50% de esos 1.060 euros (530 euros) sería considerado pobre. Así el 19% de los hogares españoles en aquel año fueron considerados pobres.

Según datos oficiales, a finales del año pasado, más del 54% de los chilenos ganaba mensualmente menos o hasta 257.500 mil pesos. Esta cifra fue evaluada  positivamente por nuestros gobernantes ya que es mayor al sueldo mínimo y con ella  logran cubrirse más de 5 canastas básicas, es decir, con ella podrían vivir 5 personas integrantes de un hogar por sobre la línea de la pobreza.

Si comparamos esta auspiciosa cifra con las de España, el resultado no es tan alentador. Resulta ser que 530 euros equivalen a más de 385 mil pesos; superior a los 257.500 o a los 159 mil pesos del salario mínimo y muy superior a los 43 mil pesos de nuestra escuálida canasta familiar básica.

Diversos organismos y centros de estudio han denunciado las mentiras que se esconden tras las exitosas estadísticas del desempeño económico chileno y de la distribución del ingreso. El ICAL (Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz) desarrolló una propuesta que denominó “Canasta de la Dignidad”, llegando a la conclusión que una familia de 4 personas, para cubrir gastos, deberá contar con 410.238 pesos (según los costos calculados al año 2003). Únicamente entre  alimentación, vivienda y vestuario, el gasto llega a más de 271 mil pesos; es decir que aquel 54% de los chilenos que gana menos de 257.500 pesos, no alcanzaría a cubrir esos gastos,  dentro de los cuales no hemos considerado todavía transporte, telefonía y menos aún educación, salud y entretención. Todos estos últimos parecen ser privilegios en este país.

Los derechos por los que han luchado cientos y miles de trabajadores en el mundo buscaban justamente que el valor de la fuerza de trabajo fuera no únicamente lo necesario para mantenerse, sino también lo necesario para vivir y desarrollarse plenamente. En nuestros países la caída relativa del valor de la fuerza de trabajo ha ido de la mano con el aumento de la explotación y la declinación de legislaciones laborales protectoras. Basta con mencionar que hoy en decenas de supermercados, centros comerciales y de comida rápida, packing e industrias, los trabajadores deben permanecer de pie durante toda la jornada de trabajo, pese a que una de las primeras leyes laborales en Chile fue la Ley de la Silla, de 1914, la que obligaba a mantener sillas en los locales de trabajo para que los trabajadores pudieran sentarse durante la jornada de trabajo, norma reconocida en el Artículo 193 del Código del Trabajo vigente.

Hoy día en nuestro país junto a las condiciones de sobreexplotación en la que viven gran parte de los trabajadores chilenos, es claro que un número significativo de los trabajadores y trabajadoras de Chile logra a duras penas hacer sobrevivir el templo del alma y su fuerza de trabajo, mientras que la mayoría para este fin y para vivir con un poquito de dignidad humana, debe endeudarse ya que el salario no alcanza.  Quizás esa y no el lujo y la ostentación, como nos quieren hacer creer, sea la razón para entender que el 70%  de los chilenos vive endeudado.

En este Primero de Mayo y después de él, será necesario continuar pensando estas cuestiones, en momentos en que nuestros honorables representantes se aprontan para discutir el nuevo  salario mínimo, cuestión en la que seguramente nuestros representantes gastarán más fuerza de trabajo que la que gastan cuando discuten y resuelven sobre sus dietas.

Por Raúl H. Contreras Román

Antropólogo

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