Voces de escritoras chilenas por Palestina: Lectura colectiva contra el olvido
“A casi dos años de la última ofensiva militar contra Palestina que ya ha cobrado más de 60 mil vidas, veinte escritoras chilenas nos unimos para manifestarnos con nuestra arma, la palabra, traduciendo y leyendo el texto “Los ecos de las cenizas” de la joven creadora contemporánea Aya Samara. Esperamos que se encuentre bien, pues tras autorizar el uso de su obra no volvimos a saber de ella. Resiste, como todo su pueblo”, señalan las escritoras chilenas.
Aya Samara es dramaturga, actriz y estudiante universitaria nacida en Salfeet, Palestina. Su obra The Last Sunset (El último atardecer) retrata el último día “normal” en su lugar de origen antes que se intensificaran las agresiones contra Gaza en octubre del 2023. Fue premiada en el Festival Internacional Universitario de Monodrama en Túnez.
Ver publicación de escritoras chilenas (Instagram de Elisa Montesinos)
Los ecos de las cenizas fue publicado en Youth Against Invasion, plataforma de resistencia cultural contra la ocupación israelí. Es un texto de gran belleza y al mismo tiempo de horror, pues si bien habla de semillas y flores, estas se ven amenazadas. La muerte está al lado, encima, pisándole los zapatos cada día tanto a la autora como a quienes habitan y trabajan en aquel territorio. Sin embargo, es parte de un ciclo: “la vida sigue y el tiempo avanza, pero nunca olvidaremos”, señala el texto.
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“Pensar, sentir y escribir son pulsiones que no están separadas de las emociones. Las escritoras chilenas nos unimos en el dolor, la impotencia, la tristeza y el deseo de justicia del pueblo palestino. Miles de personas inocentes son asesinadas cada semana por Israel. Cada día y a cada hora nos enteramos que una bomba o un misil fue detonado en la casa de una familia palestina”, señala Ángela Neira-Múñoz.
Entre los lugares destruidos y amenazados no solo se encuentran escuelas y hospitales, sino también espacios para la creación como el Teatro de la Libertad del campamento de refugiados de Jenin en Cisjordania, en el que ha participado Aya. Al respecto, comenta Elisa Clark:
“El verano pasado conocí a Ahmed Tobasi y Zoe Lafferty, del Freedom Theater del campamento de refugiados de Jenin, quienes vinieron a Chile al Festival Teatro a Mil con la obra And Here I Am. En un taller que realizaron, Ahmed contó que desde niño se ha sentido en riesgo todos los días, y que le sorprendía poder caminar tranquilo por Santiago. Luego comencé a seguir el Instagram Artists on the Frontline, que difunde acciones de resistencia cultural y publica textos de jóvenes escritores palestinos sobre lo que están viviendo. Les pedí que me contactaran con alguna autora contemporánea, pues antes habíamos realizado una lectura colectiva de una escritora palestina de otra época. Así llegamos a Aya Samara. Posteriormente hemos perdido contacto”.
La cultura, la escritura y todas las acciones que se puedan realizar son parte de la resistencia y, por lo mismo, se habla de intifada cultural. Entre las muertes también hay escritoras, periodistas y artistas, como nosotras. Niños y niñas, como nuestros hijos e hijas. A través de esta lectura colectiva queremos expresar nuestra indignación y decir basta. Esta es nuestra forma de intifada.
Participan en la lectura colectiva:
Alia Trabucco, Victoria Ramírez, Ángela Neira, Elisa Clark, Malú Ortega, Fátima Sime, Cristina Correa, Eva Débia, Liz Gallegos, Nona Fernández, Juana Matey, Viviana Ávila, Francisca Rodríguez, Carolina González, Victoria Herreros, Alejandra Costamagna, Larissa Contreras, Karo CP, Begoña Ugalde e Isabel Baboun.
Los ecos de las cenizas
Traducción del inglés por Elisa Clark
En este territorio donde los pasos de mis ancestros aún resuenan, crezco como una semilla en la tierra –una tierra empapada de historias, lágrimas y el peso de un tiempo interminable.
El tiempo no es dulce compañero, sino feroz adversario, un filo que acuchilla los sueños, y la vida se cuenta en los golpes que nos desgarran.
Cada botón floreciendo esconde una historia –una historia de resistencia que se niega a ser silenciada.
Mientras crezco, pienso en quienes vinieron antes y soñaron con un mejor mañana, plantaron semillas de esperanza en un territorio adverso. Soy su legado, su voz, sus sueños me empujan.
Cuando florezco, no es solo por mí, es por cada persona que luchó por la libertad, por una vida sin miedo, un futuro donde podamos prosperar, más allá de sobrevivir.
No crecemos por elección, la vida aquí lo exige.
Todo puede desvanecerse en un instante, obligándonos a reconstruir desde los escombros nuestros anhelos destrozados.
La vida aquí es como un puzle con piezas perdidas, un sueño que se aleja en cada jornada de confusión, cada momento de inestabilidad que deja nuestro mundo cabeza abajo.
Aún así, habiendo tierra, la vida insiste en reanudarse. Incluso si los pétalos caen o la flor se seca, no es el fin sino un nuevo comienzo. Un regreso a la tierra, una forma de empezar otra vez.
De las cenizas, desde el polvo de nuestros huesos, surgirá la vida, porque la muerte en esta tierra nunca es definitiva.
Es una transformación, un paso a algo más profundo, una historia que continuará, sin importar cuántas veces se silencie.
Por cada flor que cae, otra semilla es plantada portando nuestras esperanzas, nuestra memoria y la promesa de un nuevo inicio.
Honramos a quienes cayeron, ya no víctimas, sino parte del ciclo eterno.
Son la tierra que nutre las semillas del mañana, las raíces que nos mantienen firmes mientras seguimos creciendo.
Crecemos y recordamos: No solo somos sobrevivientes en esta historia; estamos para narrar, soñar y volver a rebelarnos.
En cada final hay un comienzo, en cada muerte una vida espera florecer.
El cielo no será siempre oscuro. La vida sigue y el tiempo avanza, pero nunca olvidaremos.
Si somos polvo, ¿por qué no habrían de brotar flores de nuestras heridas?