
Un taller en comunas populares donde mujeres cuidadoras transforman su desgaste y su esperanza en creación artística, memoria y voz colectiva, reivindicando el autocuidado como una forma de resistencia. Todo comienza con cajones de manzanas. Pero no están ahí para trasladar fruta sino para sostener un altar: un pequeño espacio sagrado hecho de flores, dibujos, fotos, frutas, recuerdos y muñecas.
Por Anahí Saá Cepeda
Se respira profundo, se siente el cuerpo, una vela se enciende y pasa de mano en mano, de corazón en corazón. Nos miramos a los ojos, se teje una tribu en amor y en confianza. No estamos solas, somos muchas las cuidadoras de este Chile, comienza la jornada. Así se abre el taller “Muñeca Alma y su espacio sagrado” que se ha desarrollado en las comunas de Renca, El Bosque y La Granja, entre otras. Y lo que sucede en ese lugar no es fácil de describir con palabras. Es arte, es cuerpo, es memoria, es comunidad.

El taller, facilitado por un equipo multidisciplinario de artistas, educadoras y terapeutas, fue creado para ofrecer un espacio de encuentro, información y sanación a mujeres cuidadoras: aquellas que sostienen a otros y otras, muchas veces sin reconocimiento, sin descanso y sin redes de apoyo.
Cada sesión comienza con la creación de un altar simbólico, utilizando elementos simples pero cargados de significado: cajones de manzanas que se transforman en un espacio sagrado decorado con frutas, flores, fotos, recuerdos, dibujos y muñecas. Se enciende una vela, abrimos círculo, nos reconocemos “comunidad” y se abre un viaje por el cuerpo personal y colectivo, por las emociones, por los pensamientos, por el espíritu de las participantes. “Somos gracias a que hemos cuidado”. Las mujeres conectan con sus raíces. Respiramos de manera consciente para estar presentes. Este momento de apertura es conducido por Malucha Pinto Solari, actriz, escritora y gestora cultura quien, a lo largo del taller, va entregando ejercicios y caminos concretos de autocuidado.
Luego, a través de la Biodanza, guiada por Marianela Rivera, fotógrafa y maestra en esta disciplina, las participantes comienzan a reconectar con su corporalidad y con las otras. Se crean redes profundas de confianza, se usa el espacio, se ríe, se baila, se llora lo que haya que llorar. Se acarician los hombros, las manos, conversan sin palabras. Muchas mujeres dicen sentirse, por primera vez en mucho tiempo, acompañadas sin tener que estar sosteniendo a nadie más que a sí mismas.

En paralelo, a través de dinámicas lúdicas, se entrega información sobre los derechos de las cuidadoras, las leyes que las protegen y el Sistema Nacional de Cuidados. Porque no se trata sólo de sanar emocionalmente, sino de empoderar y comprender que el rol de cuidados es una función social esencial en cualquier comunidad.
En ese ambiente comienzan a aparecer las historias conmovedoras que las unen. “Algunas mujeres cuentan que llevan más de 40 años cuidando sin descanso; otras, que cuidan a sus hijos o hijas postradas; incluso hay quienes cuentan que siguen cuidando a ex maridos enfermos, no por obligación legal, sino por un sentido profundo de humanidad. A pesar del agotamiento acumulado, la mayoría lo hace con cariño, amor y entrega, aunque muchas veces con dolor también. A veces con rabia. Lo que tienen en común no es solo la carga: es la capacidad de amar desde el cuidado, incluso cuando el entorno no ofrece reciprocidad ni reconocimiento.
Como parte de este equipo y con mi oficio de diseñadora gráfica y artista textil, he tenido el privilegio de acompañar un momento profundamente especial: la creación de una muñeca simbólica, que nace desde un dibujo intuitivo y libre, sin ataduras ni juicios. En ese espacio, no importa la técnica ni la perfección, sino la entrega sincera de cada mujer a su propio proceso creativo. La mano danza sin restricciones sobre el papel, permitiendo que las formas broten desde lo más profundo del alma, desde recuerdos, sueños y emociones que a menudo permanecen ocultos.

Esos trazos iniciales se transforman en muñecas, animales, símbolos y cuerpos que cobran vida a través del tejido con hilos, lanas, retazos, prendas usadas y otros elementos cargados de significado. Cada muñeca se convierte en un pequeño altar personal, un fragmento de historia que cuenta silencios guardados, emociones contenidas y deseos largamente reprimidos. Es un acto de liberación, donde lo invisible se hace visible, donde el dolor, la esperanza, la fuerza y el amor se materializan en cada puntada, en cada textura.
Con cada muñeca, las cuidadoras no solo tejen figuras, sino también relatos de vida, de resistencia y de cuidado. Ellas le dan forma y color a su historia, encontrando finalmente una voz y un cuerpo para aquello que a veces no se puede decir con palabras. En ese proceso, el arte se vuelve un puente hacia el autoconocimiento, la sanación y la comunidad, una celebración del cuidado propio como un acto profundo y político.
A lo largo del proceso, también compartimos la visión de distintas culturas de los pueblos originarios, donde los objetos, los tejidos y la naturaleza tienen alma. Ese fue el corazón de este taller: devolver alma a lo que el mundo ha despojado de sentido.
Somos la única especie capaz de poner afuera su experiencia, convertirla en lenguaje, objetivarla y de esta manera conocerla y poder transformarla. Desde esta realidad, “el viaje” se cierra con una performance guiada por Carol Henríquez (actriz, educadora y facilitadora). Juntas escribimos un guión, elegimos los símbolos, la música, las palabras con las que queremos visibilizar. Y al cerrar el ciclo, se presenta ante familiares, amistades y la comunidad en general. Es una forma artística de decirle al mundo: “Yo cuido, pero también tengo voz, cuerpo, historia. También merezco ser cuidada.”
Lo que nació como un taller de creación textil se convirtió en una experiencia transformadora. Las mujeres se llevaron muñecas, pero también se llevaron una mirada distinta de sí mismas: más amable, más digna, más luminosa. Las mujeres descubrieron que no están solas y que pueden formar un cuerpo colectivo.
En contextos donde el cuidado es exigencia, rutina y desgaste, “Muñeca Alma” se volvió un espacio sagrado. No afuera, sino dentro de cada una. Porque cuando una cuidadora se detiene a crear, a sentir, a bailar, a hablar y a reconocerse en otras, comienza a sanar una herida que no era solo suya, sino de todas.
CUIDAR TAMBIÉN ES TRABAJO.
En Chile, hay 144.005 personas cuidadoras inscritas a nivel nacional, de las cuales el 86% son mujeres. Sin embargo, aún hay miles que no han sido reconocidas oficialmente.
El trabajo de cuidados, tanto en el hogar como en la comunidad, es una función social fundamental pero históricamente invisibilizada. En términos económicos, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa el 21,8% del Producto Interno Bruto (PIB): más del doble del aporte de la minería (11,9%), que es considerada la principal actividad económica del país.
Actualmente, se discute en el Congreso un proyecto de ley impulsado por el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, junto al Ministerio de Desarrollo Social y Familia, con el respaldo de la senadora Fabiola Campillai. Este proyecto establece:
Reconocimiento del derecho al cuidado, garantizando el derecho a cuidar, ser cuidado y al autocuidado durante todo el ciclo de vida.
Creación del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados (Chile Cuida), con el objetivo de promover autonomía y prevenir la dependencia.
Valoración del cuidado como trabajo esencial, midiendo su impacto mediante herramientas como las encuestas de uso del tiempo.
Compromiso estatal con el cuidado digno, a través de servicios de apoyo, redes comunitarias, descanso y corresponsabilidad social, familiar y de género.
Inserción laboral para personas cuidadoras no remuneradas, mediante formación, certificación y apoyo laboral.
Transferencia económica por cuidados, a través del “Bolsillo Electrónico de Cuidados”, una transferencia monetaria directa para quienes cuidan personas con dependencia severa (sujeta a aprobación del pacto fiscal).
Gestión articulada, conectando al Estado con familias, comunidades e instituciones para coordinar programas y acciones en el ámbito de los cuidados.
Por Anahí Saá Cepeda
Facilitadoras:
- Malucha Pinto Solari – Actriz, escritora y gestora cultural
- Anahí Saá Cepeda – Diseñadora gráfica y artista textil
- Marianela Rivera – Fotógrafa y maestra en Biodanza
- Paola Lara Cifuentes – Actriz y productora
- Carol Henríquez – Actriz, educadora y facilitadora de performance
Agradecimientos a la Municipalidad de Renca, La Granja y El Bosque; Al Cesfam Carlos Lorca de El Bosque y al Espacio Matta de La Granja y a todas las mujeres cuidadoras por resistir y entregar sus cuidados con tanto amor y dedicación.
Contacto: Paola Lara +56 9 7877 9271
email: [email protected]