Nuestra gustosa dictadura mercantil

Nos gusta, nos fascina, vivimos el Chile actual como un tiempo de paz, de prosperidad

Por Onnet

21/09/2009

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Nos gusta, nos fascina, vivimos el Chile actual como un tiempo de paz, de prosperidad. Un momento histórico que comparado con cualquier otro, es simplemente mucho mejor.

El sueño y las fantasías son celosamente protegidas por los medios de comunicación, los resguardan, los mantienen, los generan. Producen nuestro tan tierno encantamiento que vivimos como realidad.

Pero nadie es obligado a esto, nadie está forzado a vivirlo. La televisión, el Internet, resultan grandes compañeros en nuestra privacidad, esa soledad abrumadora que es condición para estar hechizado, y que es resultado directo del tipo de sociedad en el que estamos viviendo.

Una vida monótona, un circuito cerrado de actividades que enfrascan todas nuestras posibilidades.

Que nos ciegan a la “otra realidad”, a la vida de los demás, del vecino, de quien va sentado junto a mí en la micro. Los neones neoliberales nos deslumbran y nos aturden en esa caja oscura en la que se ha transformado nuestra vida.

La empatía es ahora un bien escaso, la indolencia una característica de nuestro tiempo.

Somos sombras que se diluyen cuando las tiendas encienden sus luminarias. Somos espectros que recorren sin destino los laberintos de nuestra individualidad.

Y así se fragmenta a la gente, se dispersan los horizontes y se destruye lo concreto, lo real. Vivimos el espectáculo que las clases dominantes nos imponen como forma de ocultar nuestra esclavitud.

Las personas se desorientan en las variedades del mercado, se enajenan en múltiples identidades artificiales. En la actualidad no somos más que robots programados para comprar y aparentar.

No obstante la realidad existe, es “real”. Nos sigue, nos pilla de sorpresa, cuando nos atienden en el consultorio, cuando se nos llueve el colegio o cuando tocan la puerta los encargados de embargar nuestras últimas pertenencias.

Imágenes de violencia, pobreza y abuso que nos abofetean a cada instante, en cada cuadra. Mientras más brillan los anuncios mercantiles más profunda es la oscuridad de las sombras sociales que intenta disimular.

La gente se frustra y ni el consumo las satisface. Las épocas de crisis remecen como los sismos la tan frágil seguridad cotidiana de que todo seguirá igual, así, por siempre…

Respuestas viejas a preguntas nuevas. No es casual que la política bajo todo punto de vista sea mal mirada. La corrupción y la impotencia civil terminan el cuadro de nuestra idílica dictadura mercantil.

Pero aún así nos encanta, un placer culpable dirán algunos. Más Yo tiendo a pensar que las sonrisas que abundan son realmente una mueca, un gesto que oculta un dolor que la vieja izquierda aún no puede comprender.

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