¿Qué significa ser de derecha?

A menudo en conversaciones familiares, asados, y reuniones varias con amigos y no amigos –ni siquiera conocidos-, es inevitable que surjan diálogos (muchas veces monólogos) relacionados con las política contingente, y no en pocas ocasiones resulta imposible no hacer el ejercicio de dar una mirada retrospectiva de la historia política de nuestra querida Jaguarlandia

A menudo en conversaciones familiares, asados, y reuniones varias con amigos y no amigos –ni siquiera conocidos-, es inevitable que surjan diálogos (muchas veces monólogos) relacionados con las política contingente, y no en pocas ocasiones resulta imposible no hacer el ejercicio de dar una mirada retrospectiva de la historia política de nuestra querida Jaguarlandia.

Unos hablan que es gracias a las políticas económicas llevadas a cabo por los llamados Pinochet Boys que Chile goza de un superávit en sus arcas fiscales –claro está que el problema que hoy y hace tiempo se vislumbra en Chile no es mayormente el del desarrollo económico, sino el del que cómo este desarrollo se hace cargo de las brechas sociales propiciadas por el mismo.

Durante años se nos hizo creer en la teoría del chorreo, aquella que por rebalse llegaría a las capas sociales más bajas –pero ya es de común saber que el éxito, el progreso, el desarrollo solo fue disfrutado por algunos, muy pocos, los de siempre; aquella copa que por rebalse iba a beneficiarnos fue creciendo más y más, hasta llegar a la patética y desoladora concentración de poder económico, político y social que hoy en día goza una cantidad de población muy restringida, las denominadas elites políticas, económicas y sociales.

Hace unos días caí (de haber estado en condiciones etílicas NO deplorables hubiese dicho llegué) por desgracia o gracia, a un “carrete” donde se hablaba de la educación –para mi desgracia la mayor cantidad– por no decir todos, tenían una postura muy contraria a la mía –ellos se declaraban de derecha, de la derecha dura, incluso a más de alguno lo escuché hablar de “su tata”, en fin. Uno de ellos me dijo no con mucha sutileza “yo soy de derecha”, y empezó a repetir un montón de lugares comunes que me hacían poco o nada de sentido. Dicho esto asomó en mí la pregunta –¿este hueón (no lo estoy utilizando como amigo) sabrá lo que es ser de derecha? Y así es que nació la inquietud de escribir acerca de qué es la derecha, sus implicancias económicas, políticas y sociales, y hacer un poco de historia, así tal vez muchos puedan tomar conciencia de lo que hablan cuando dicen “soy de derecha”.

Una de las versiones más aceptadas acerca del origen de “la derecha” es aquella que dice provenir de la Francia de 1789, donde a los representantes de la nobleza, el clero y los conservadores que apoyaban al régimen monárquico se sentaban a la derecha, y los representantes del pueblo o liberales (oposición a los conservadores), en su mayoría empresarios y comerciales, lo hacían a la izquierda. Puede que esta noción se encuentre obsoleta por la evolución/mutación del concepto –hoy en día derecha/izquierda tienen más que ver con un aspecto ideológico, aunque es imposible negar la carga política de la idea de sentarse a la izquierda o la derecha en el antiguo régimen, de apoyar a la monarquía o de disentir de ésta. En este sentido el filósofo Slajov Žižek asume el tema de la ideología como un proceso de producción de prácticas y sentido cuya función es la producción y legitimación de relaciones de poder. El análisis ideológico remite siempre a lo extra-discursivo, a prácticas que son mediatizadas por el lenguaje, sin por ello agotarse en éste. Por ello, siguiendo el análisis hegeliano de la religión –esa forma cultural que Marx consideraba ideológica par excellence–, Žižek caracteriza la ideología (y su crítica) a partir de tres momentos básicos: la ideología en sí, en tanto que conjunto de ideas; la ideología para sí, en su materialidad (aparatos ideológicos del Estado); y la ideología en y para sí, cuando entra en funcionamiento en las prácticas sociales (Žižek, en Žižek (comp.), 2003: 16-24).

Desde finales del siglo XIX la noción de “derecha” muta a una corriente ideológica que surge de la contrarrevolución, de lo opuesto a las conquistas revolucionarias de aquellos entonces. Luego en el siglo XX se reconoce a la derecha como aquellos partidos políticos que tienen como principal filosofía el orden y un principal apego nostálgico al pasado, aquel donde la monarquía y las clases más acomodadas ejercían un brutal dominio hegemónico sobre el pueblo. Así mismo, uno de sus principales pilares es la oposición a cualquier ideología que busque disolver las jerarquías tradicionales, en definitiva se opone a aquellas ideologías que socaven la estructura social de clases y a sus aberrantes e injustas prácticas sociales.

Esta versión de derecha lo que busca es promover la estabilidad y su visión de la sociedad a través del fortalecimiento de la familia, la moral, la religión, la autoridad, la propiedad, las lealtades étnicas y el nacionalismo. En este sentido, existen diferentes corrientes con ciertas particularidades: la derecha nacional exalta la idea de patria, pregona una política de grandeza y tiene la nostalgia del imperio colonial perdido; la derecha liberal es indefectiblemente partidaria de la libre empresa y de la limitación del poder y las actividades del Estado; la derecha jacobina y colbertista es favorable a la centralización y a la intervención del Estado en la economía.

En Chile, luego de la abdicación del Libertador O’higgins, lo que más se acerca al concepto de “derecha” son los pelucones, quienes se ven a si mismos como hombres ricos, devotos, empleados del primer orden, sanos, puros, formales; que no asisten a las chinganas, que no beben ponche, que no piden prestado –de esta manera son vistos por los otros como: Avarientos, servilistas, estúpidos, ambiciosos, orgullosos, fanáticos, hipócritas, monarquistas, los que se creen hombres de bien, con derecho y capacidad de exclusiva para mandos y empleos, intolerantes, enemigos de toda reforma a lo impuesto, mentecatos que murmuran lo que no entienden y no entienden lo que quieren. Políticamente son amantes de la independencia, pero temerosos de la libertad, en el plano religioso, utilizan los preceptos espirituales de ésta para fines y metas ambiciosas. Octavio Paz alguna vez dijo “La derecha no tiene ideas, sino sólo intereses.»

Hoy en día aquella gran diferencia entre lo que significaba ser de izquierda y derecha tristemente parece no ser tan clara como en antaño, esto puede deberse a diversos factores, muchos son los que propician que después de la caída del muro de Berlín ya no existen los “ismos”, así como también variados ensayistas se atreven a pronosticar un periodo de “izquierdización de la derecha y derechización de la izquierda”. Nos guste o no hace tiempo que la derecha entendió que las viejas premisas que ayudaron a su génesis hoy no son bien vistas –pocos son hoy los que se atreven a defender la desigualdad como algo natural y deseable, la mayoría (excepto Pérez de Arce) cree en la democracia como uno de los mejores sino la mejor forma de funcionamiento de Estado/sociedad. En definitiva lo que podía distinguir a la izquierda de la derecha en un mundo globalizado ya no existe, muchos nostálgicos de la izquierda han dicho “la derecha nos robó nuestra bandera de lucha”, aquella bandera que sostenía del precipicio a la izquierda. Hay una película en que Federico Luppi habla de lo que es la izquierda hoy en día, según él «la guerra la perdimos hace rato. Cómo será que los que ganaron, los dueños del mundo, están tan sólidamente establecidos que hasta permiten que exista la izquierda.
¿Por qué? Porque no jode a nadie, ya no es más que una amenaza revolucionaria, es una chapita de ésas, como es, un pin, un graffiti. Pura nostalgia. A lo sumo puede ser una actitud moral que nunca va a salir de la esfera de la vida privada».

En definitiva, si bien soy un ferviente defensor de la evolución de las personas y de las ideas, no creo en esta evolución de la derecha, de esta derecha social, aquella que trabaja para los pobres pero sin los pobres, aquella que se ven a si mismos como los superhéroes, aquella que habla de amor al prójimo pero discrimina a toda clase de minorías, aquella que no cree en una educación gratuita y de calidad para todos, aquella que confunde libertad, libertinaje y liberalismo, aquella que hace que esté aún más convencido de decir “NUNCA VIRAR A LA DERECHA”.

J. Ignacio Villalobos Gaete

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