¿Tradición, cultura y deporte? Las brutales prácticas patronales que pasaron de “palomear  rotos” al rodeo y maltrato animal

Prácticas del rodeo en diversas localidades del país, son financiadas con fondos públicos pese al 75% de rechazo ciudadano según encuesta Criteria del 2023. Su reglamento normaliza el maltrato animal, perpetuando una violencia histórica patronal. Mientras el mundo avanza en derechos animales, Chile mantiene una tradición elitista impuesta de salvajismo.

¿Tradición, cultura y deporte? Las brutales prácticas patronales que pasaron de “palomear  rotos” al rodeo y maltrato animal

Autor: Seguel Alfredo

Rodeo y maltrato animal: La “tradición” Impuesta por una elite que el Estado financia con millones

La fotografía archivada en 1952  no es una mera instantánea de la época; es la prueba documental de un salvajismo institucionalizado que tenía como título por el patronaje de fundo: “Palomeando Rotos”.

Esta imagen, custodiada en el Museo Histórico Nacional, muestra a patrones de fundo golpeando impunemente a un ser humano, recordándonos que “palomear rotos” era una práctica habitual de sometimiento, tortura e incluso asesinato de peones y personas pobres.

Este no es un hecho aislado, sino el síntoma de una estructura de poder que basaba su dominio como un legado siniestro que, lejos de desaparecer, simplemente mutó.

Con el avance de la sociedad, estas prácticas brutales contra las personas fueron (en teoría) quedando atrás. Sin embargo, la cultura del sometimiento encontró un nuevo cauce. El rodeo emergió como la evolución “reglamentada” de ese mismo espíritu de dominación. Nacido en la colonia de la mano de oficiales de caballería y administradores coloniales, y consolidado por la elite latifundista, esta práctica trasladó el objeto de la violencia del peón al animal. El mismo ethos que permitía “palomear” a un ser humano encontró en el novillo un nuevo cuerpo para castigar, una continuación histórica innegable de la opresión patronal.

Los números de un rechazo mayoritario

 
Contra la narrativa de una “tradición nacional”, el país ha alzado la voz con contundencia. La última encuesta de Criteria, de septiembre de 2023, es demoladora: un 75% de los chilenos y chilenas no se siente identificado con el rodeo.

Esta cifra no es anómala; consolida una tendencia. Ya en 2015, CADEM mostraba que solo un 20% se identificaba con la práctica, frente a un 65% que no. En 2022, Criteria fue más allá: un 63% considera que el rodeo es maltrato animal y un 60% está “muy en desacuerdo” con que exista. Chile ya ha dado varias veces su veredicto: el rodeo no nos representa.

El sábado 7 de septiembre de 2025, la ONG Animal Libre conmemoró por primera vez el Día Nacional contra el Rodeo Chileno: una fecha instaurada por la organización —no oficial del Estado— para reflexionar y movilizarse contra la práctica del maltrato. Sin embargo, durante todos los días posteriores, se han realizado múltiples movilizaciones en diferentes puntos del país.

A pesar de este rechazo ciudadano abrumador, el rodeo goza de un blindaje legal y financiero que contradice la voluntad popular. En 1962, mediante un simple oficio (N°269) del Consejo Nacional de Deportes, una cúpula lo declaró “deporte nacional”. Peor aún, anualmente, gobiernos regionales y municipios destinan cientos de millones de pesos del erario público a financiar esta actividad de elite. Es un doble agravio: se impone una tradición que la mayoría repudia y se usa el dinero de todos los chilenos para beneficio de unos pocos.

El Reglamento: La normalización institucional del maltrato animal

El propio reglamento de la Federación del Rodeo Chileno, el Decreto Nº 343, es un manual que normaliza el maltrato. En sus orígenes, sus artículos, redactados para premiar la “efectividad” de la violencia, son evidencia legal de sufrimiento. El Artículo 4 exige que el novillo sea “entregado” (sometido) tras la atajada, y solo perdona este requisito si el animal “se ha caído o arrodillado” por la fuerza del impacto. El Artículo 7 detalla cómo se computan los puntos cuando el novillo es golpeado contra la quincha. El texto es una confesión firmada: el espectáculo depende del padecimiento animal.

Animales «sintientes» pero solo en la teoría

Si bien la Ley 21.020 reconoce a los animales como “seres sintientes” merecedores de protección contra el “sufrimiento innecesario”, el rodeo opera en un vacío legal deliberado. La legislación chilena aún los considera predominantemente “cosas” o “propiedad”, y este deporte se aprovecha de esa ambigüedad.

Un proyecto de ley, presentado en septiembre de 2021 con más de 182.000 firmas, busca precisamente terminar con esta esquizofrenia legal, exigiendo que el rodeo deje de ser considerado deporte. El Congreso, sin embargo, mantiene la división y la discusión estancada.

El mundo avanza, Chile se estanca

Mientras Chile debate financiar el maltrato, el mundo avanza. El ejemplo más reciente y brillante es Colombia. En mayo de 2024, su Congreso prohibió las corridas de toros con 93 votos a favor y solo 2 en contra.

Asimismo, se estableció que las plazas de toros se transformen en escenarios aptos para eventos culturales y deportivos.

En agosto de 2025, en dicho país, su Corte Constitucional dio un paso monumental: declaró a los animales como “seres sintientes con derechos especiales”, eliminando toda expresión legal que los reduzca a instrumentos. Colombia, Perú, y otros han entendido que el progreso ético es inseparable del progreso social. Chile, en cambio, sigue anclado en un pasado de fundo y violencia.

Chile: Las verdaderas tradiciones despojadas

La verdadera tradición popular fue sistemáticamente perseguida y borrada por la misma elite que hoy defiende el rodeo. Las Chinganas –ramadas del Chile profundo en la zona central, de los siglos XVIII y XIX– eran el auténtico crisol de la cultura nacional.

En ellas, como documenta Memoria Chilena, el pueblo se reunía a comer, beber mostos, bailar cueca, compartir noticias, organizarse y practicar juegos tradicionales. Fueron espacios de creación folclórica, como el legendario duelo de payas entre Javier de la Rosa y el mulato Taguada en Curicó. Sin embargo, fueron limitadas, cerradas y perseguidas por “molestar a la oligarquía”.

La protesta es clara. En el presente, diversas expresiones demandan que el Estado deje de financiar con dinero público una actividad que la mayoría rechaza y que causa dolor animal. Exigimos que el Congreso priorice la discusión legislativa para despojar al rodeo de su carácter deportivo y lo someta a las mismas leyes de protección animal que rigen para todos. Chile merece celebrar sus tradiciones verdaderas, aquellas que unen y alegran, no las que dividen y someten.

El futuro de Chile no está en reivindicar los símbolos de una elite opresora, sino en abrazar una identidad compasiva, moderna y verdaderamente popular. Un país que protege a los más vulnerables –humanos y no humanos– es un país más justo y evolucionado, con identidad y tradición que sea sinónimo de respeto y celebración colectiva.


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