Entrevista

Víctor Hugo Robles: “Las locas del 73 cuenta miradas subalternas de la historia del golpe, de la UP y de Allende”

Por Elisa Massardo

En abril de 1973 se realizó la primera marcha por los derechos homosexuales en Chile. Víctor Hugo Robles, el Ché de los Gays, se enteró en marzo de 1992, mientras participaba de la primera marcha post dictadura del Movilh histórico. Nosotros nos reunimos en una de las primeras marchas por los derechos no binaries, en julio de 2023.

Foto: Cristóbal Olivares. Marcha de la Diversidad Sexual. Santiago de Chile, octubre 2011

“Esto es una cosa nueva pa uno, que es maricona antigua”, señala mientras saluda a sus conocides y entrevista a distintos personajes para abordar el tema en su programa “Siempre Viva en Vivo”, en radio Universidad de Chile. “Aquí estamos en la escena ballroom, una cultura que proviene de comunidades afrodescendientes de norteamérica y claro, parece un baile, pero más que eso son manifestaciones de comunidades trans excluidas”.

Así comenzamos la entrevista sobre el documental: “Las Locas del 73”, que realizó de forma autogestionada durante cinco meses, junto a la edición y codirección de Carolina Espinoza, con la intención de hacer un acto político de reconocimiento a sus protagonistas, “para que sientan que después de 50 años por fin son reconocidas. Es un pequeño gesto de reparación histórica y simbólica, el primer paso para alcanzar la reparación concreta”.

¿Cómo surge la idea de hacer el documental?

Lo primero que supe en el movimiento [MOVILH histórico], fue de la existencia de esta manifestación de los años 70, y me llamó mucho la atención. 

Encontraba fascinante que hubiera habido una protesta en el tiempo de Allende, pero poca gente tenía datos concretos, decían que había salido en el Clarín. Entonces fui a la Biblioteca Nacional y empecé a buscar. Revisé desde enero de 1970, tenía que ir muy lentamente para que no se me pasara la noticia. Hasta que me dijeron que la habían visto en la revista Paloma. Fui a la hemeroteca, pedí todas las que habían y ahí estaba, en el número de abril aparecía, del 73. 

Revista Paloma, abril de 1973

¿Qué sentiste cuando lo encontraste?

Una emoción tremenda, era como encontrarte con un tesoro. Era una nota chiquitita que decía “homosexuales a la ofensiva”, con un lenguaje super discriminador. Contaba que alrededor de 50 anormales se reunieron en la plaza de armas, el domingo 22 de abril. Inmediatamente fui a pedir el Clarín, y ahí estaba: portada y contraportada. Pedí los otros diarios y estuve harto tiempo investigando, todo esto en los 90.

¿Qué te asombró de la marcha, cuando ya tenías más información?

Que fue una protesta homosexual, de maricones pobres, maricones prostibulares jóvenes. Ahora hay medios que hablan de la primera marcha LGTBI+ y eso no era así, porque no existían esos códigos o lenguajes. Eran adolescentes homosexuales de 15, 16, 17 años, que se habían ido de la casa porque eran maricones y comenzaban a dedicarse a la prostitución. 

Es sorprendente que los más marginales de todos los marginales hayan tenido esa consciencia de decir lo que cuenta la Medallita (Jorge Droguett): estaban aburridas del abuso policial. 

Y la investigación se cortó de raíz en los años 90. Porque Víctor Hugo adquirió el VIH, vivió la etapa SIDA, abandonó los estudios, se recuperó y retomó. Terminó la carrera con la tesis que se convirtió en el libro “Bandera Hueca”, que será reeditado y publicado en septiembre de este año. Ahí relata la historia de la primera protesta homosexual en Chile, y siguió haciendolo todos los años a través de columnas, artículos y conversaciones. 

Sin embargo, con el paso de los años, diversas personas retomaron la protesta a través de manifestaciones artísticas y de artículos o textos. Curiosamente, siempre omitían la referencia a Víctor Hugo Robles y su investigación permanente: “hablaban de archivos débiles y precarios, de falta de lecturas, como si nada hubiera pasado. Eso me fue molestando e inquietando”. Y así pasaron un par de décadas hasta que pudo entrevistar a la Medallita, quien le había negado entrevistas previas en los 90, gracias a Evelyn Whitman, una gran amiga de ella. De esta forma pudo dar inicio al documental y conectar con las otras protagonistas: Marcela Dimonti, Brenda y Marco Ruiz.

¿Cómo conociste a las entrevistadas en el documental?

Tomás Rivera González, más conocido como La Doctora, una travesti que ya murió, pero que fue muy emblemática, fue quien me abrió todas las puertas. Ella me contó de la protesta y cómo había sido la época de la UP, del golpe, de la dictadura. Me llevó a hablar con Raquel, quien me contó toda su versión. Y con un tal Jorge Droguett, la Medallita.

Ahora, ella cuenta que no quiso hablar en esa época porque tenía esa historia sepultada. No quería recordar cómo lo pasaron en dictadura. La Raquel, sí, porque seguía trabajando en la prostitución. La Medalla estaba retirada.

Después supe de Marcela Dimonti, que estuvo en el Estadio y que además resultó ser vecina mía. Le escribí y nos hicimos super amigas, también me dio una entrevista, dos, tres. Las llevé a la radio a las dos. 

La Medalla al principio no quería fotos y ahora quiere todas las fotos y entrevistas. Dice que la saqué del closet, que las empoderé.

En las otras historias que surgieron durante estos años, ¿las mencionan, las buscaron?

No nada. Nadie se dedicó a buscarlas, a investigarlas, a saber dónde estaban. Yo seguí profundizando en la historia. 

Hay un tema de pertenencia a la historia, a los vínculos, ¿consideras que ahí se nota tu autoría?

Claro, porque además tengo una relación directa con comunidades trans, un diálogo fraterno, sobre todo con trans adultas mayores. Eso me permitió conocerlas y darles la seguridad de que ahora, que se cumplirán los 50 años, podíamos hacer algo importante. 

Les dije: “Mucha gente las va a llamar, van a hacer películas, obras de teatro y ustedes tienen que cobrar”. Y se lo creyeron completamente, así que ahora cobran por todo (ríe). 

Bueno, después supe que Ernesto Orellana estaba interesado en hacer una obra. Le dije que ahí estaban los escritos, los archivos que eran públicos y se podían usar. 

¿Y pudieron cobrar?

Sí, porque les dije. Además, era un proyecto financiado por Fondart. Se sentían bien, les pagaban los derechos y yo les pagaba las entrevistas, entonces la Medallita decía: “Usted me tiene que pagar porque Víctor Hugo me paga todas las entrevistas y él me dice que yo cobre, cobre, cobre…”

Eso también las empodera…

Claro, porque está la cuestión del extractivismo. Mucha gente cree que ellas están obligadas a contar su historia sin nada a cambio, sin verse beneficiadas. Ellas vivieron un tiempo difícil y peligroso, de mucha precariedad. Eso tiene valor, y uno económico también.

En ese marco les propuse que hiciéramos el documental y que eso iba a significar un beneficio para todas y es así. Cada vez que hacemos presentaciones pedimos un aporte y lo distribuimos. Porque no es un producto, no se hizo para lucrar o enriquecerse, primero que quede un registro de lo que ocurrió y que se constituya una especie de reparación. Ellas, las chicas trans adultas mayores, están proclamando y solicitando una ley de reparación trans histórica.

Al centro, La Medallita, foto de los años 70.

¿Cómo ha sido el proceso de esa Ley de reparación histórica?

Lento, porque es el Estado el que tiene que hacer esa reparación. Todos somos responsables, pero principalmente el Estado, porque falló y violó los DDHH de estas compañeras. 

Esta protesta no fue en contra de Allende, ni de la UP, fue una protesta en contra de la policía y de las prácticas homofóbicas, discriminatorias y estigmatizantes. Era una crítica a toda la élite política y a la sociedad. Además, fue una protesta autorizada, no recibieron una represión inmediata. A veces los medios ponen que les pusieron palos porque suena más épico, pero es mentira, es falso. 

¿Por qué en especial a la población trans?

Es una de las poblaciones más diezmadas y discriminadas. No han recibido nunca la atención del Estado y ningún tipo de justicia social por la discriminación sufrida. 

Las mujeres adultas tienen jubilación, mala, por supuesto. Sin embargo, las personas trans no llegan a ser adultas, hay un promedio de vida de 30 años. Las personas trans que llegan a ser mayores son muy pocas y ha sido por “milagro” o porque han sabido resistir la discriminación y el estigma. 

Tampoco digo que a toda la comunidad. Hay que pasar caso por caso, ver cuáles son las necesidades, las historias de precariedad, de violaciones a los DDHH. Es necesario abrir esa discusión y ese debate. 

En Uruguay hay una ley de reparación histórica a las personas trans que fueron perseguidas, discriminadas, detenidas, encarceladas, en tiempo de dictadura. Y la reparación significa una pensión, derecho a la salud, a la educación, a la previsión.

¿Cómo se refleja esa ausencia estatal en la actualidad?

Tras el documental y la obra La Medalla me dice: “de qué me sirven a mí los aplausos, yo no quiero aplausos, no quiero hacerme más famosa. Vivo en una pieza de 4×4, tengo una pensión de 180 mil pesos, tengo que pagar la pieza de 120mil, me quedan 60 mil pesos para pasar el mes. Necesito una ley de reparación, por lo que pasé y por lo que hicieron”. 

Me parece super justo lo que ellas plantean y que en el marco de un gobierno progresista y feminista que, aparente o publicitariamente, se dice LGTBI+, que instala las letras y la bandera el día en contra la discriminación o el de la visibilidad, se instale un sustento práctico, empleo, por ejemplo, como en Argentina que existe la ley del 1% del cupo laboral trans en el aparato público. 

¿Cómo fue trabajar en paralelo la historia de la protesta y la de Marcela Dimonti?

Ella es una persona trans que tiene una historia de memoria de represión efectiva en su cuerpo. Fue presa política. 

Era una pendeja de 17 años, no tenían que llevársela. La detuvieron en el centro de Santiago, arrancando del bombardeo. Y ya se le notaba que era maricona. Se la llevaron para golpearla y torturarla, porque la dictadura de Pinochet fue homofóbica.

Pasó por el regimiento Tacna y terminó en el Estadio Nacional. Ahí sobrevivió como pudo y pasó bastante desapercibida porque le habían cortado el pelo. Pasaba por un niño maricón que pedía moneditas para comer. Ella tenía esa historia bien guardada, no quería contarla mucho. Es así como el documental cuenta otras miradas, esas miradas subalternas de la historia del golpe, de la historia de la Unidad Popular y de Allende. Creo que eso es lo bonito. 

Finalmente, ¿cómo ha sido para ti enfrentar esta nueva realidad de la comunidad? Con un nuevo lenguaje, con derechos…

Bien sorprendente, pero también fascinante. Hay un movimiento super vivo, diverso, con sexualidades múltiples. Y ya como que el abecedario LGTBI+ está completamente superado. 

Me parece fascinante, sobre todo cuando una va a regiones, la cantidad de colectivos y organizaciones. Creo que toda la escena del MOVILH, del MUMS y de Fundación Iguales, está completamente superado. Hasta el Che de los Gays está completamente superado, ya fue. Ahora solo queda vivir de los recuerdos, de las historias y hacer los últimos pequeños aportes que uno puede y de ir conectando también esa memoria, esa historia. Que los jóvenes de ahora también comprendan y sientan que ellos son parte de una cadena de historias, de memorias, luchas, de gestos, que no nacen espontáneamente, sino que todos somos productos de lo que ya fue.

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