Zumbi dos Palmares: el Espartaco de los esclavos negros en Brasil

En una época de relatos plagados de conquistadores, expedicionarios y curas, un nombre fugaz y difuso para la historia encarnó los rostros de millones de seres que por más de un siglo desafiaron el modelo esclavista, y que se fueron a las selvas del interior de Brasil para gestionar su propio destino

Por Wari

09/11/2012

Publicado en

Actualidad / Mundo / Portada / Pueblos

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En una época de relatos plagados de conquistadores, expedicionarios y curas, un nombre fugaz y difuso para la historia encarnó los rostros de millones de seres que por más de un siglo desafiaron el modelo esclavista, y que se fueron a las selvas del interior de Brasil para gestionar su propio destino. Le llamaban Zumbi dos Palmares.

No hay certeza de qué significa Zumbi. Algunos cronistas dicen que en el dialecto bantú quiere decir «Señor de la Guerra». Otros aseguran que su nombre viene de “nzumbi”, que puede entenderse como “duende” o “fantasma”. Hay quienes sostienen que el término viene de “dzumbi”, que quiere decir “guerrero” o “dios de la guerra”. Para alguien más es “muerto vivo”. Sobre su figura no hay certezas. Como si fuese un fantasma, a partir de 1673 aparece en los relatos de las expediciones portuguesas -sostenedoras del sistema esclavista- derrotadas por los quilombos.

QUILOMBOS: LA TIERRA PROMETIDA

Quilombo es una palabra de la lengua quimbundu, hablada por los pueblos Bantus que habitan en Angola, quienes la ocupaban para designar un lugar de paso para los nómades y luego sirvió para nombrar los campamentos de quienes comerciaban esclavos con los portugueses.

Algo pasó cuando la palabra cruzó el océano junto a unas 15 millones de almas que fueron esclavizadas en África y esparcidas por América desde el Missisipi hasta las regiones meridionales de Latinoamérica. Al llegar a tierra, eran comprados, llevados a los ingenios azucareros y, en pocos casos, en una huida presurosa hacia las selvas del nuevo mundo, los cimarrones tomaban conciencia de la libertad. Ya nada fue lo mismo y la palabra mudó su significado, para terminar nombrando a las comunidades autónomas de esclavos fugitivos.

Las primeras referencias a los quilombos formados por esclavos que huyeron de las capitanías de Pernambuco y de Bahía, en el nororiente de Brasil, datan de 1580. Esparcidos en las selvas y montañas por todas las regiones de esta colonia portuguesa, los esclavos que huían de las haciendas creaban sus aldeas y organizaban una economía de subsistencia. Huérfanos en tierras tan remotas como lejanas, intentaron reproducir el estilo de vida de sus ancestros africanos en un ambiente pródigo que los viste con tejidos hechos con la corteza de los árboles nativos.

Las crónicas comentan que por el año 1600, los afroamericanos que huyen de los ingenios de azúcar de Alagoas fundan el Quilombo dos Palmares en la Sierra de Barriga. Al poco tiempo el quilombo ya cuenta con más de tres mil habitantes. Tres décadas después la desorganización de la producción azucarera producida por las invasiones holandesas en el nordeste brasileño hace que lleguen más esclavos fugitivos. Un intento de los holandeses, reconocidos esclavistas, de exterminar el quilombo en 1644 fracasó ante la fuerte resistencia de los esclavos fugitivos.

LA PROSPERIDAD Y LOS ACUERDOS DE PAZ

A fines del siglo XVI, el quilombo ocupaba una vasta área que se extendía desde el Cabo de San Agostino hasta el río San Francisco. Los habitantes cultivan arroz, porotos, mandioca, caña, patata y legumbres; extraen el aceite de la palma y producen manteca de cacao, productos que comercializan con las poblaciones vecinas de blancos y mestizos. Además tenían gran conocimientos de la metalurgia del hierro y los escritos portugueses de la época lo reconocían como un auténtico Estado negro.

Los relatos de boca en boca que llegaban a los oídos de los esclavos en los ingenios azucareros contaban sobre la tierra prometida en el quilombo dos Palmares. Se estima que en 1670 alcanzó una población de 50 mil personas, las que tenían que defender una red de 11 mocambos (villas) protegidos por empalizadas de madera que se asemejaban a las ciudades medievales amuralladas de Europa.

La prosperidad del quilombo es un evidente desafío al orden esclavista. Encendía los ánimos de fuga de los esclavos y ponía en jaque la economía colonial basada en su explotación.

En 1678 el líder de Palmares, Ganga-Zumba, es llamado a negociar con el gobernador de la Capitanía de Pernambuco, Pedro de Almeida, quien le ofrece la libertad para los negros del Quilombo dos Palmares a cambio de asumir el dominio de la corona portuguesa. Ganga acepta, pero surge Zumbi, su sobrino, quien en 1662, siendo niño, fue secuestrado en una incursión al quilombo y entregado al jesuita Antonio Melo en Porto Calvo. Asombrado por su inteligencia, el cura le da el nombre de Francisco, lo entrena como acólito y le enseña portugués y latín. A su juicio, el hijo de esclavos poseía un “ingenio jamás imaginado en su raza y que pocas veces se encontraba en los blancos”.

Descendiente de guerreros de Angola y nieto de la princesa Aqualtune, al cumplir los 15 años, el chico huye y vuelve al quilombo que lo vio nacer. Frente a la propuesta de Ganga, Zumbi alega que no se podía dar libertad sólo a los que vivían en Palmares, habiendo otros miles de negros esclavos.

Cuando en 1678, Ganga Zumba acepta un tratado de paz propuesto por el gobernador, es envenenado por otros miembros del quilombo, a la vez que sus compañeros de confianza son degollados por los portugueses y muchos de sus hombres repartidos como esclavos entre los hacendados de la región.

La resistencia ahora la encabezará Zumbi dos Palmares, quien hostiliza a los portugueses usando tácticas de guerrilla contra las plantaciones de caña, liberando a los esclavos y apoderándose de armas y pertrechos. A la par, Zumbi estimula el comercio con los colonos y el intercambio de alimentos por municiones.

LA TRAICIÓN Y EL PREMIO

Luego de varias embestidas sin éxito contra el quilombo, el gobernador de Pernambuco, Caetano de Melo e Castro, contrata al bandeirante Domingos Jorge Velho y al capitán Bernardo Vieira de Melo. Ambos eran famosos por su crueldad, demostrada en el exterminio de los indígenas cariris, calabaças y coremas. La misión ahora era destruir Quilombo dos Palmares.

Con un grupo de dos mil hombres y apoyo de artillería pesada, en 1695 Velho inicia el ataque a Cerca do Macaco, principal mocambo de Palmares, que resiste 22 días. Zumbi es herido y alcanza a escapar. Domingos Jorge Velho mata a 400 negros prisioneros, lo que le es retribuido con el cargo de gobernador de Río Grande do Norte, donde además se dedica a exterminar a los indígenas Janduís.

El 20 de noviembre Zumbi es denunciado en su refugio por un antiguo camarada y se enfrenta a 20 hombres que lo apuñalan y luego lo decapitan. Tenía 40 años y su cabeza fue exhibida como trofeo en la plaza de Recife para espantar el mito de su inmortalidad. Las tierras de Palmares se repartieron entre los dueños de ingenios azucareros.

Los sobrevivientes de los Palmares mantuvieron pequeños focos guerrilleros y recién en 1710 la gran nación de esclavos libres fue destruida, pero la semilla germinó en otras regiones, como Paraíba, donde con negros e indios fundaron el Palenque Cumbe, que prosperó hasta 1731.

Tendría que pasar más de un siglo para que la esclavitud en Brasil fuera abolida, lo que ocurre en mayo de 1888. Ya en el siglo XX, en la fecha de la muerte de Zumbi se conmemora el Día de la Conciencia Negra.

Por Mauricio Becerra 

El Ciudadano Nº134, octubre 2012

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