Investigadores afirman que comer lento ayuda a prevenir la obesidad

Un estudio comprobó que hay un vínculo entre comer lentamente y una reducción de la circunferencia de la cintura y el Índice de Masa Corporal.

Aunque a veces es tentador devorar la cena con avidez -sobre todo cuando se tiene mucha hambre, lo cierto es que esto puede no ser muy sano. En un nuevo estudio, un equipo de investigadores afirma que comer lentamente tiene sus ventajas para evitar la obesidad.

El estudio, que analizó a los diabéticos tipo 2, reveló un vínculo entre comer lentamente y una disminución de la circunferencia de la cintura y el índice de masa corporal (IMC).

«Las intervenciones destinadas a alterar los hábitos alimenticios, como las iniciativas educativas y los programas para reducir la velocidad de la alimentación, pueden ser útiles para prevenir la obesidad y reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles», escriben los autores.

Este no es el primer estudio que habla de los beneficios de tomar un ritmo tranquilo en la mesa: varios trabajos han insinuado que aquellos que comen rápidamente tienen más probabilidades de tener sobrepeso, reflujo ácido y síndrome metabólico.

El último estudio, publicado por investigadores en Japón en la revista BMJ Open, analizó datos recolectados a través de chequeos de salud y reclamos de más de 59.700 personas, como parte de los planes de seguro médico, con datos que abarcan desde 2008 hasta mediados de 2013.

Como parte del chequeo de salud, a los participantes se les hicieron siete preguntas sobre su estilo de vida, incluyendo si su velocidad al comer era rápida, normal o lenta, si picoteaban después de la cena tres veces o más a la semana y si saltaban el desayuno tres veces o más a la semana.

Los resultados revelaron que había obesidad en el 21,5% del grupo de alimentación lenta, en comparación con casi el 30% del grupo que comía a velocidad normal y el 45% del grupo que comía rápido. En términos de índice de masa corporal (IMC), los que comen lentamente tienen un IMC promedio de poco más de 22, los que comen normalmente tienen un IMC de 23,5  y los que comen rápido tienen un IMC de alrededor de 25, mientras que la circunferencia de la cintura también aumenta asociada a un ritmo de alimentación más rápido.

Un análisis más detallado encontró que comer más lento, cuidar las horas de sueño, no saltarse el desayuno y no comer antes de acostarse, se asociaba con una menor probabilidad de obesidad.

En casi un tercio de los participantes, el equipo también pudo observar el impacto de los cambios en los hábitos. Los resultados revelan que aquellos que empezaron a comer más despacio, a no comer bocadillos después de cenar o a cenar con un buen margen de tiempo antes de irse a la cama, mostraron signos de reducción en su IMC. Sin embargo no está claro qué causó los cambios exactamente. Por otro lado, cambiar los hábitos de desayuno, utilizar la medicación antidiabética y dejar de fumar regularmente, no se relacionó con cambios en el IMC.

Algunas de las limitaciones del estudio fueron haberse enfocado solo en los participantes con diabetes tipo 2, haber tenido pocos participantes mayores y no haber tenido en cuenta los niveles de ejercicio físico o la cantidad de alimentos que consumían a diario. Además, se basó en el autoinforme, una noción subjetiva de lo rápido, normal o lento que es el ritmo de alimentación, y se enfocó principalmente en personas conscientes de su salud.

Ian MacDonald, profesor de fisiología metabólica en la Universidad de Nottingham, expresó dudas sobre los hallazgos, señalando que pocas personas cambiaron la velocidad de la comida durante el estudio y que no estaba claro que tales hábitos estuvieran detrás del cambio en el IMC.

Sin embargo Tam Fry, presidente del National Obesity Forum, dijo: «La velocidad a la que muchas personas devoran sus alimentos sin lugar a dudas es un contribuyente a la obesidad. A los comedores rápidos les lleva más tiempo sentirse llenos, simplemente porque no dejan tiempo para que las hormonas intestinales le digan al cerebro que deje de comer. Comer rápidamente también causa mayores fluctuaciones de azúcar en la sangre, que pueden conducir a la resistencia a la insulina».

El Ciudadano, vía The Guardian

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