Por Igor Mora
La inmediatez de las redes y el flujo incesante de imágenes en medios de comunicación han hecho posible observar, casi en tiempo real, la devastación diaria de Palestina. Bombardeos, edificios desplomados, el llanto de los niños, los gritos de los padres: un repertorio del horror que la humanidad contempla con una mezcla de asombro, impotencia y culpabilidad tardía.
Cuando la normalización de la brutalidad amenaza con instalarse en otro capítulo de la historia universal, aparece The Voice of Hind Rajab (2025), película de la cineasta tunecina Kaouther Ben Hania, presentada en la Gala de Cine Contemporáneo del 32° Festival Internacional de Cine de Valdivia.
El filme se inspira en la historia real de Hind Rajab, una niña palestina de seis años que, a fines de enero de 2024, quedó atrapada dentro de un automóvil tras un bombardeo del ejército israelí en Gaza.
La película se construye a partir de la llamada de auxilio que la pequeña realiza a la Media Luna Roja Palestina, luego de quedar encerrada entre los restos del vehículo donde viajaba junto a sus tíos y primos. Ben Hania entrelaza ficción y no ficción al incorporar los audios reales de aquel día para reconstruir los minutos de desesperación desde la mirada de los rescatistas, que intentan llegar hasta la niña mientras los tanques y disparos borran las posibilidades de salvación.
El golpe más profundo no proviene de la imagen ni del sonido. Lo que hiere es la ausencia, ese vacío donde la memoria intenta recomponerse. Es una historia que se teje desde la falta. La película no solo reproduce un hecho; lo revive en su silencio, en ese eco que se niega a desaparecer y que obliga a mirar de nuevo, incluso cuando el impulso natural es apartar la vista.
The Voice of Hind Rajab no grita, sino que susurra desde la herida. Es una película que se rehúsa a llenar los huecos de la historia con imágenes y prefiere dejar que el espectador habite ese espacio devastado donde la vida y la muerte se confunden.
Reconstruir desde lo que falta es un acto de resistencia, donde la ausencia es materia prima y la memoria, la única forma de no morir del todo.

