Compañía teatral Colectivo Zoológico

«Hay que mirar a la dictadura de otra manera para deshacerse de ella lo antes posible»

El espectáculo reproduce los diálogos de las reuniones secretas que la Junta Militar y los ministros civiles sostuvieron para diseñar el Plan Laboral de 1979.

Por Meritxell Freixas

02/02/2016

Publicado en

Artes / Chile / Portada / Sindical / Teatro

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Augusto Pinochet, el almirante José Merino, el director general de Carabineros César Mendoza y el general de la Fuerza Aérea Fernando Matthei, junto con el joven ministro José Piñera y su secretaria. Son los cuatro personajes que encarnan los actores del Colectivo Zoológico en “No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán”, una reproducción de los diálogos de las reuniones secretas que la Junta Militar y los ministros civiles sostuvieron para diseñar el Plan Laboral de 1979.

Una apuesta original, arriesgada y de tremenda actualidad que explica cómo se cocinaron las leyes que hasta hoy determinan la organización sindical y la negociación colectiva de los trabajadores en Chile. Anacronismo puro para el espectador, que se convierte en testigo de cómo, en cinco días, se establecieron los conceptos que cada día aparecen en la agenda mediática: reemplazo en huelga, titularidad sindical, etc.

“No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán”, una de las frases que Pinochet pronuncia en una de las reuniones, se programó durante el Festival Santiago a Mil y hoy acumula un total de 27 representaciones en Chile. El Ciudadano conversó con sus directores, Nicolás Espinoza y Laurène Lemaitre, sobre el impacto y relevancia de la obra que coincide con el auge del debate en torno a la Reforma Laboral.

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¿Cómo nace la idea de adaptar y trasformar una acta de más de 300 páginas de una Junta de Gobierno en una obra de teatro?

N: Partió porque José Manuel Aguirre, que representa al general Mendoza en la obra, estaba trabajando en otro proyecto relacionado con los movimientos sociales, en el que estaba la Fundación Sol. Ellos le entregaron el documento y él nos propuso a la Laurene y a mí llevarlo a escena porque venía escrito en diálogos.

Al principio no nos sedujo tanto la idea porque no teníamos la intención de trabajar en relación al mundo de la dictadura, pero luego leyendo las hojas y encontrándonos con el mundo íntimo y privado de la Junta Militar creímos que era un documento demasiado importante como para dejarlo en secreto o para el estudio de abogados.

¿Cómo se desarrolló el proceso de poner el texto en escena?

L: Recogimos las más de 300 páginas, cada uno lo leyó y nos juntamos a ensayar. Buscamos otros materiales: vídeos, películas, imágenes, etc. Pero el texto fue la base, estuvo mucho más presente de lo que creíamos en un principio.

El documentos se desclasificó en 2012, luego de haberse mantenido en secreto por más de 30 años. Ahora la gente lo puede descargar por Internet y consultarlo. Sin embargo, con esta representación ustedes se han encargado de divulgarlo y difundirlo ¿Qué tan conocido era este texto para la ciudadanía?

N: No es un documento de dominio público. Nosotros sólo nos hemos encontrado con algunos abogados que lo conocían. Pero no nos consta que sea un documento que maneja la ciudadanía. La gente no sabe que existía un registro cómo este, tan detallado, con las intervenciones de la reunión.

Uno de los trabajos más importantes que hay detrás de la obra es la caricaturización de los personajes, imitar sus voces, gestos, etc. ¿Cómo se dio este proceso?

L: Creamos unas características de cada uno, pero después fueron los actores los que hicieron un trabajo sobre sus personajes.

N: Partimos de los que tenían más registros, que eran Pinochet y Merino. Vimos documentales como ‘Pinochet y sus tres generales’, que es francés, y varias películas que representaban la época.

El tono de caricatura vino dado más por la época que por los mismos personajes. El ambiente de delirio que estuvo alrededor de las reuniones es más caricaturesco que los mismos personajes. En el contexto de la Guerra Fría, esa época de los años 60 y 70 fueron delirantes y eso le dio el tono de comedia y caricatura a la obra, más que la interpretación de cada uno de los personajes.

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Antes comentaron que no tenían previsto poner  en escena una obra sobre la dictadura, quizás porque el teatro sobre derechos humanos, memoria histórica o la figura de Allende se ha explotado mucho. Sin embargo, esta obra está relacionada directamente con todo eso pero a la vez es un tema nuevo y abordado de forma distinta.

N: Sí, esta era una de las preocupaciones que teníamos. Sin desmerecer las otras formas de teatro, que nosotros mismos hemos hecho también, la idea era darle una mirada distinta a los temas que giran alrededor de la dictadura porque creemos que hay que mirarla de otra manera para poder deshacerse de ella lo antes posible. Para eso, el tema laboral nos parecía central: la atomización del movimiento social o el ingreso del individualismo en la sociedad.

Todo eso también tuvo que ver con la pérdida de la importancia del teatro en la sociedad. Es consecuencia de una legislación como ésta, que impidió que los trabajadores se organizaran en otro tipo de ámbitos que no fuera el laboral, como clubes de teatro, asociaciones deportivas, etc. Esa atomización fue la que permitió la entrada del neoliberalismo tan potente que tenemos hoy día en Chile

Sobre eso, la obra tiene un tremendo componente de actualidad al abordar cómo se diseñó el Plan Laboral en un momento en el que la discusión sobre la Reforma Laboral está en el centro de la agenda mediática y política. Se tratan temas como el reemplazo en huelga, la división de la fuerza sindical, etc. Por ejemplo, un momento de impacto es cuando el ministro Piñera dice que “contratar rompehuelgas hace que el mercado resuelva de forma natural en conflicto dentro de la empresa”.

L: La obra es muy actual y el debate que se plantea hoy tiene su origen en esta reunión, cuyas consecuencias seguimos viviendo hoy. Una de nuestras motivaciones fue demostrar que en cinco días se decidió el futuro de los chilenos para los siguientes 40 años. Nos enfrentamos a las reformas de hoy con la mismas críticas que se dieron al Plan Laboral del 79. Los trabajadores siguen pidiendo lo mismo.

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En la obra también se evidencia el antagonismo entre el personaje del ministro Piñera, representando un perfil muy técnico, y el de los militares, conservadores que se ocupan de “lo político”. ¿Cómo pensaron en reflejar esto sobre el escenario?

L: Eso lo pensamos desde el principio. José Piñera en la época tenía 30 años, nuestra edad. Y los viejos tenían entre 60 y 70 años. Piñera venía de Estados Unidos y leyendo las actas se veía claramente un joven con sus ideas neoliberales intentando convencer a los conservadores.

N: Queríamos explicar la responsabilidad del mundo civil en la reforma. Los militares tuvieron una responsabilidad gigantesca pero los civiles pasaron como colados. Ahora recién salió un documental sobre los Chicago Boys pero no fueron sólo ellos. Hablo por ejemplo de la responsabilidad de Agustin Edwards y la relación que él mismo desarrolló con los ministros de la dictadura. Queríamos explicar cómo introdujeron la idea de que el mercado es natural, objetivo, que nadie lo controla, se regula solo. Casi como si obedeciera a reglas universales, como una religión. Eso nos pareció muy relevante, junto con la mirada de clases que tenían acerca de la política.

¿Cómo hacer sátira y provocar la risa a partir de un tema que, como ustedes dicen, trata de la decisión de unos pocos poderosos sobre miles de chilenos?

N: Sentíamos la necesidad de que la gente se acercara a la obra. La temática es muy dura, y el texto es muy técnico y por eso era imprescindible el humor. Habían ganas de reírse de ellos porque ellos se han reído de nosotros durante harto tiempo.

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¿Lograron provocar eso? Ha habido muy pocas críticas al respecto. ¿Cómo les dejaron los críticos?

N: Vinieron los críticos pero no se escribió sobre la obra. En la obra del año pasado, “Un enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen, que es un clásico del teatro, tuvimos varias críticas en El Mercurio y La Tercera. En cambio, en esta ocasión, vinieron los críticos pero no escribieron. No quiero pensar mal, pero me parece extraño que no se haya publicado nada sobre la obra. La Tercera, que es un diario que cubre harto teatro, no sacó nada. Uno tampoco puede obligar a la gente a que le guste lo que hace, pero es extraño. No sabemos si es por la temática o qué pasó.

¿Podríamos enmarcar la obra dentro del género de teatro documental?

N: Bromeamos harto cuando ensayábamos y decíamos que era teatro documental legislativo. En realidad, nos hicimos hartas veces esta pregunta porque cuando uno hace teatro documental hay un tratamiento y un respeto al documento para darle veracidad a la obra.

Sin embargo, tomamos la decisión de no hacer teatro documental. Sí queríamos respetar la mayor cantidad de palabras, pero dentro de eso permitirnos todas las libertades posibles. Evidentemente, cuando la gente ve el espectáculo es innegable decir que tiene gran parte de teatro documental. Un 95% de las palabras son del documento porque nos pareció interesante dramáticamente que estuvieran estas palabras. Si no hubieran sido teatralmente interesantes, las habríamos sacado más allá de su importancia. Lo que nos interesaba era hacer una buena obra de teatro más que hacer un buen teatro documental. Por ejemplo, hay momentos de la obra, como cuando Merino está tomando o Pinochet esnifa cocaína, que forman parte del mito urbano y las incluimos dentro de la representación.

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La obra se representó en el teatro de la Universidad Católica, en Ñuñoa. La entrada costaba 6.000 pesos. Sin embargo, es una espectáculo que, por la relevancia de su contenido, tendría que llegar a todo el público, para todo tipo de bolsillos y trasladarse a los espacios donde es más difícil que llegue el teatro.

N: Cuando nos dijeron que nos producía la UC, cosa que se decidió desde el Festival, dijimos al tiro que sí porque la mayoría de las reformas que tiene este país vienen de esta universidad. Nos parecía simbólico hacer la obra en este espacio.

Además la mayoría de los miembros de la compañía venimos de esta Universidad y, en cierto modo, también padecimos su manera de ver el mundo. Para nosotros fue muy simbólico estar ahí, fue como volver a un espacio que nos pertenecía a pesar de todas las contradicciones.

También hemos sacado la obra a espacios gratuitos, como al festival de San Joaquín, donde acudieron unas 400 personas y al festival de Quilicura, que también fue gratuita y llegaron unas 600.

L: Uno de los sueños que tenemos como compañía es levantar el espectáculo en el mismo edificio donde se dio esa Junta, en el edificio Diego Portales, en el GAM

¿El teatro reivindicativo o de denuncia fue una apuesta buscada o la casualidad de que les cayera el texto en las manos?

L: A mí me parece inevitable hablar de lo que vive la sociedad chilena en el teatro: la injusticia social, la rabia que uno siente cuando ve lo que pasa en este país. Es obvio que esto repercute en el arte. Además el colectivo Zoológico tiene también una historia de teatro comprometido.

N: Es inevitable tocar ciertas temáticas porque nos tocan en la vida cotidiana. Más que un teatro de denuncia, creo que lo que intentamos hacer es un teatro que les permita a las personas imaginar un mundo distinto, más allá de apuntar con el dedo y hacer un rol policíaco de decir “ahí está lo malo”. Por ejemplo, en ese caso, si ellos fueron capaces de hacer en cinco días una ley que nos rige hasta hoy, ¿por qué nosotros no somos capaces como ciudadanos de organizar una nueva ley que permita regir nuestro destino por otros 40 años? Creo que eso es lo que no hace la televisión ni los medios de comunicación en general.

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¿Qué proyectos tiene entre manos el Colectivo Zoológico?

N: Esperamos poder seguir representando esta obra en otras partes como Cerrillo, La Cisterna, Ovalle. Y también el espectáculo anterior. Además, ahora en marzo empezamos un nuevo proceso creativo.

L: Este año ganamos el tercer Fondart y eso nos permite trabajar como grupo y consolidarnos como compañía, algo que resulta muy difícil en Chile. Todos nosotros tenemos otros trabajos y un objetivo del grupo es consolidar el grupo y poder vivir de la compañía de teatro. Por eso reivindicamos el rol del Estado en este sentido. Más allá de los fondos concursables, que están bien, creemos que debería de avanzar hacia una subvención permanente con los grupos que muestran que tienen una actividad permanente.

Meritxell Freixas

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