5 panoramas para fiestas patrias

Todo chileno tiene una excusa peculiar para festejar la semana del dieciocho. Poner una bandera en la casa, tomar terremotos, hacer un asado viendo la parada militar, bailar cumbia y cueca o comer empanadas con ímpetu. Durante el mes de la patria todos quieren ostentar, de alguna forma, ser un criollo patriota o un huaso que ama su país. Por eso, el think tank de Bello Público investigó en terreno cuáles son los cinco panoramas más recurrentes de los chilenos a la hora de conmemorar las glorias de la República.

Por Arturo Ledezma

17/09/2014

Publicado en

Artes / Chile

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test_dieciochero-200x300Realizado por el Centro de Estudios Populares y Festivos de Bello Público (Ilustracion: Pablo García ilustracionesdeblablo.blogspot.com)

La fonda universitaria: Punto de encuentro de la fauna estudiantil. En un mismo pie de cueca se juntan guachacas, hippies, cuippies abajistas, vegetarianos e incluso los pernos que se ausentan de los carretes a lo largo del año. La fonda universitaria es como cualquier otro carrete universitario, sólo que hiperventilado por la llegada de la primavera. En tiempos de estabilidad política, suelen ser las previas a las semanas de vacaciones que van desde el 11 hasta el 20 de septiembre. La patria es lo que menos importa por ser una “construcción fascista de los vencedores de la historia”, pero es la excusa perfecta para conocer y colonizar otras latitudes de nuestra republicana universidad. Mención honrosa: Fonda de Antumapu por su generoso espacio natural que hace olvidar su ubicación geográfica y la fonda FAU que no por ser más céntrica es más decente (o menos perversa).

Chile zorrón: Los futuros jefes de nuestra patria encuentran en el fin de semana largo la oportunidad para viajar al litoral “de moda” -que cambia cada año entre Reñaca, Algarrobo o Pichilemu, para pasar el 18 frente al mar. Para los “pobres” que se quedan en Santiago, la alternativa es salir a locales del barrio alto, como sucuchos en Vitacura que abren sus puertas a bandas de cumbia política intelectual como Villa Cariño para que la cota mil no tenga que descender al centro de la capital para celebrar. Para pseudoizquierdistas intelectuales y con plata, está la clásica Yein Fonda, inalcanzable para el pueblo por sus precios, por lo tanto un lugar muy seguro para festejar.

Asado familiar: El asado familiar se ha convertido en la dieta dieciochera por excelencia. Gran parte de la alimentación de estas fechas se basa en la ingesta carne cocinada en parrillas compradas con tarjetas de crédito. Estos encuentros comienzan al almuerzo y se extienden más allá de la medianoche donde el consumo abundante de comida típica es estrictamente necesario (en horno de barro si es posible), se escuchan cumbias viejas (sí, Chico Trujillo no tiene ninguna canción original), se baila cueca con la prima y con la abuela y más de algún tío sin auto queda borracho y debe ser llevado a la casa por el sobrino exitoso más cercano y tolerante.

Parque O’Higgins: Lugar común más común del 18. Son clásicas las transmisiones desde la fonda Iorana donde los periodistas hacen inteligentes preguntas del tipo “¿Y cómo van las ventas?” a los locatarios que muestran en vivo y en directo los jugosos anticuchos con planos intercalados con borrachos “simpáticos” haciendo locuras. Aquí encontramos desde familias encumbrando volantines hasta la gente que no tiene plata para pagar una fonda o bien, se quedó fuera de la fonda del PC –la más barata, compañero-, y se contenta con tomar en algún pasto la chicha que venden en botellas de pisco Capel, a un precio cercano a la luca y que según los entendidos posee altos porcentajes de jugo en polvo para dar el dulzor y hacerla rendir. Pero de que es rica, es rica.

Parada Militar: A menos que se sea una de las siguientes categorías: pariente de un milico, milico, ex milico, facho pobre, cuico fascista o nacionalista patriota que infla su pecho para sentir orgullo en la conmemoración de las glorias del ejército libertador, la Parada Militar será su panorama televisivo para pasar la caña del 18. Generalmente se ve en un asado invitado por el tío facho que no consiguió entrada para el evento, pero siente una profunda admiración por la tradición.

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