Adrian Belew, Teatro Nescafé de Las Artes, viernes 6 de agosto

Precedido de una amplia expectación por su glorioso pasado musical, el guitarrista norteamericano Adrián Belew se presentó en el teatro Nescafé la noche del pasado viernes 6 ante un auditorio repleto de entusiastas fans que venían a ver al “guitarrista de King Crimson”

Por berenguer

16/08/2010

Publicado en

Artes / Música

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Precedido de una amplia expectación por su glorioso pasado musical, el guitarrista norteamericano Adrián Belew se presentó en el teatro Nescafé la noche del pasado viernes 6 ante un auditorio repleto de entusiastas fans que venían a ver al “guitarrista de King Crimson”.

“¿Están listos?”, le preguntó el músicos al público al salir al escenario “Espero que sí” remató. Acto seguido la emprendió con un poderoso set de canciones de su ultima etapa solista y algunas incrustaciones de su paso crimsoniano, principalmente del álbum “Three of a perfect pair”. El efecto fue como el de presenciar una auténtica aplanadora musical. Un demoledor set cuya contundencia quedó de inmediato expuesta ante los briosos riffs de la guitarra de Belew, apoyado con un impresionante arsenal de pedales y efectos y la perfecta compenetración que le aportaba la base compuesta por el baterista Marco y Julie, la bajista.

Adrián Belew dejó en claro que su música está más vigente que nunca, pues en un momento en que el rock carece de nuevos clásicos que vengan a asegurar su supervivencia como música y como arte, si es que la compresión financiera del negocio musical se lo permite, este notable músico está señalando un camino y está sugiriendo a las claras por dónde el género del rock puede deslindar en un terreno cercano. Se trataba de una exposición de rock progresivo posmoderno pero una progresiva que puede gustarle tanto al fan del noise como el del puro pop o bien del rock duro tipo grunge y tipo art- metal. Es decir, una música cuyo eclecticismo permite una recepción más amplia que la del auditorio del prog tipo ELP o Yes, por citar un caso estándar.

Ahora bien, ¿qué tenía de novedosa la propuesta de este músico? En primer lugar para ocupar el formato de power trío, (guitarra, bajo, batería) su sonido aúna elementos que van mucho más allá de la base blues que este tipo de grupos emplea. Al contrario de los músicos de techno que se limitan a tocar botones interminablemente, Belew emplea la tecnología como un elemento sonoro más de un todo integrado y el resultado es impecable: un rock intenso, desmadrado, virtuoso, que a partir de la técnica logra alturas de una belleza inefable. Y un uso plástico del ruido, no del noise destemplado de los noventa tan velvetiano y que a menudo esconde la deficiente carencia de recursos. Aquí el ruido está tratado como un constituyente del ser musical de este artista. Y el resultado es extraordinario.

En esto, gran parte del mérito se lo llevan sus dos acompañantes. Marco, el batero es un joven percusionista que simplemente dejó boquiabierto al respetable con su técnica, su fuerza y una entrega que por momentos llegó al alarde. Marco tiene un brillante futuro por delante, pues si bien su estilo remite a otros monstruos, léase Carl Palmer, Billy Cobham o Keith Moon, la afinación de sus tambores remite directamente a Chris Cutler, y saca así un sonido seco, sin eco y sin sordina, pero que le permite acometer con potencia todo su talento. Su solo de tambores simplemente dejó atónito al público que llenaba el teatro. Parecía por momentos que tiene un esqueleto de elástico ya que era tal la velocidad de sus redobles y cambios de coloraturas que su agilidad para pasar de bloques, y de entrecruzar sus baquetas era casi inexplicable. Marco tiene todo lo que un gran baterista debe tener: potencia, métrica y pulso. Al final de su set, bromeó con el riff del tradicional mejicano “La Cucaracha” con lo que se echó al público al bolsillo.

Julie, la bajista por su parte tiene 23 tiernos años y una simpatía escénica que no roba cámara pero que permite lucir su buena técnica en el bajo y un sonido demoledor, tal cual la música del trío exige. Ella me confesó en una conversación previa que sus referentes al bajo son MacCartney, Sting y Chris Squire, con lo que se aprecia a las claras que ha bebido de los clásicos pero sin dejar de pertenecer a una generación que ha hecho del ruido y del desmadre su sello autoral. Una bajista que sabe rasguear las cuerdas y que usa el fuzz de modo perfecto, todo ello sin perder nunca la digitación en las escalas ni en el armado de los acordes. Sin duda una joven instrumentista que dará que hablar a futuro, pese a los cuatro años que lleva en el trío. Y además es una belleza, por supuesto.

En la sección del medio, Belew realizó un solo de guitarra que recordó al Kraftwerk de Autobahn y donde incursionó en el ”Within’ you without you” de los Fab Four, cortesía del señor Harrison, para calmar un poco las aguas y preparar el camino para el remache. Y el cierre llegó a todo vapor, más clásicos crimsonianos y un encore con “Thela Hun Ginjeet” a toda máquina. En total, una hora y cuarenta minutos de un rock progresivo contundente, bien tocado y apoyado en un hermoso juego de luces y un buen sonido. Lo que se dice, un evento. Tres artistas muy profesionales que no se guardaron nada y que derrocharon calidad con una entrega que el público premió con una prolongada ovación.

El concierto tuvo todo lo que uno le pide a la música al entrar a la sala: deslumbramiento, goce, intensidad. Al salir a la calle hacía frío pero no importaba, la noche nos llamaba a la aventura, a gozar, a vivir.

Por Fabio Salas Z.

Foto: Gonzalo Donoso U.

Onda Corta

El Ciudadano

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