Bi Chinoy y (la ajena necesidad)

Entre una y otra presentación han mediado algunas semanas, casi un mes

Por Director

10/11/2008

Publicado en

Artes / Portada

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Entre una y otra presentación han mediado algunas semanas, casi un mes. Antes de la última de ellas el músico se enfermó y debió postergarse la actuación. Pero eso no afectó la presencia de  público, era un martes y la hora de inicio de quienes lo antecedían -Mowat y Camila Moreno- bordeó las once y algo más. Chinoy empezó pasadas las doce y media. En la primera, si bien se producen situaciones similares, hay significativas diferencias. El músico toca en medio de un ambiente estudiantil, en esa cancha de baby fútbol que ha visto tocar a Congreso, Fulano, Mauricio Redolés, por nombrar a algunos, con su guitarra, un micrófono y una botella de agua. La mayoría se sienta en el suelo -en el Alameda también- y corea todas las letras, acompañando al autor mucho más allá de lo esperado por el propio Chinoy, que con una sonrisa de sorpresa e incredulidad ve como sus letras íntimas, son sentidas y acogidas por aquellos que no son sus símiles. Algo que confirman un par de amigos de San Antonio, que lo han venido a ver, y que recuerdan esas mismas canciones tocadas en sus casas o en las de otros, y que ahora están en bocas de miles. Por eso una y otra actuaciones son una prolongación, son un continuo, que los asistentes no saben, pero disfrutan y sienten suya, única, propia, inolvidable, una necesidad satisfecha.

Por eso ellos gritan al terminar una canción las que quieren escuchar a continuación. Y Chinoy les dice, “si, todas esas las voy a tocar, todas esas van a estar”. Y cual wurlitzer que satisface los pedidos los temas van apareciendo, van hilándose, van dando paso a las ideas propias y las ajenas, van construyendo en algunos casos esa angustia, ese ahogo que nace desde la boca del que canta y se queda sin aire, pero que sigue adelante, y dice un par de cosas que parecen muy simples, pero que unidos a esa sonrisa cómplice, revela el placer interno, que todavía resulta incómodo.

Así la noche primera o la segunda, son distintas y son iguales, se construyen con temas como “No empañemos el agua” o “La 30 York”, pero tienen la misma fuerza, tienen al mismo tipo que mueve el pie mientras toca. En cualquier caso, las versiones perfilan la evolución de un personaje que ha aparcado la urgencia punk de finales de los setenta para enfilar una sobria pero aún jovial madurez. Y cuando Chinoy abre su boca y canta “Carne de gallina” o “Plata pa’ pan”, por ejemplo, se pone en guardia, despliega su vida, evidencia que “toma todos los retos” y esa garganta musculada trabaja en pos de la entonación más sentida… Corta cuerdas, y sigue, apura un vaso de agua u otra cosa, y encuentra las miradas conocidas de sus amigos del puerto o de aquellos que en la primera fila, cuidan que no se caiga un vaso, o de un Mowat solícito que le presta una guitarra.

Es tarde ya, pero las canciones siguen, o en ese viernes pasado, hace frío, y Chinoy sigue adelante, alternando temas, acortando la distancia mínima con los escuchas, mezclando esas piezas más reposadas y las más ágiles, demostrando que i) sin hacer historia aún como compositor e interprete, todas sus canciones desprenden un inconfundible tacto personal en su forma de enlazar los acordes y de buscar esa nota aguda que lleve la canción donde ninguna otra  estado, y ii) que incluso hoy, cuando sus composiciones persiguen y encuentran una vitalista serenidad, Chinoy sigue rasgando las seis cuerdas con el exultante y contagioso ímpetu que caracterizaba a las vivificantes actuaciones en directo de aquellos momentos de dolor y rabia que en Chile acostumbran existir.

Viernes 26 de septiembre y martes 28 de octubre

Escuela de Ingeniería de U. de Chile y Cine Arte Alameda

Gratis y $2000

Texto: Jordi Berenguer

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