Cuicas aborteras

Un microcuento de Catalina Hernández Segura.

Por Ciudadano

31/12/2020

Publicado en

Artes / Letras / Literatura

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Ofelia se despertó sin saber qué le apretaba el corazón. Anoche se quedó dormida encima de la cama, con el pañuelo verde amarrado al cuello, escarcha en la cara y media botella de espumante en el cuerpo. La espera de saber si en Argentina iba a ser ley o no el aborto la tuvo ahí, entre twitter, el chat con sus amigas y una radio online hasta las tres de la mañana. Lo último que alcanzó a hacer fue escribir con un plumón negro en un cartoncito: “hoy en Argentina, mañana en toda América Latina”. Lo miró y pensó, qué poco original y apretó los labios un momento. Buscó la caja de chocapic, encima de la mesa dejó la bolsa metálica que viene adentro y abrió con cuidado cada una de sus esquinas. Le pasó la mano por encima para limpiar los restos de chocolate y con el mismo plumón negro escribió enojada: «Cuántas más tienen que morir?» Por si acaso a estos trolos se les ocurre rechazar, pensó. Y en su cabeza de 20 años se molestó a sí misma por estar hablando como argentina. Después, se sirvió otra copa de espumante y roló el último tabaco de la noche, que también quedó ahí, en la espera que la dejó con el estómago y el corazón lanzados a la incertidumbre. 

Hoy, cuando despertó, agarró su teléfono y la guata se le desatrapó, le brillaron los ojos como el reflejo de la luz en el vaso de agua que tenía en el velador y su garganta dejó de picar. Es ley en Argentina, pensó primero y gritó después, es ley en Argentinaaaaaaaa. Se levantó de la cama y pasó directo a la silla del escritorio, prendió la pantalla del computador y aceptó la llamada entrante de su mejor amiga. Las dos tenían que vivir este proceso separadas lo que las hacía profundamente infelices. 

– Ya, no encontraba el encendedor.

Compré velas moradas, le dijo y movió el computador para mostrar los cilindros a punto de ser encendidos. Querían decir palabras pero la pena les quemaba el pecho. Se miraron a través de la cámara y bromearon con que la imagen que reflejaban con las velas era tenebrosa. Ofelia puso la lista de Spotify que desde hace un año vienen llenando ambas de canciones que les recuerdan a su amiga, la que conocieron en el taller de escritura que se hizo en la municipalidad de Providencia, esa que por primera vez las llevó a la periferia y les pidió prestadas 60 lucas a cada una, porque son mis amigas cuicas, les decía. Y ellas prendieron sus velas, cantaron  entre risas una canción de Amar Azul, con pena y rabia, pero culposas porque saben que en Chile, abortando solo se mueren las pobres.

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