El lugar atrae la atención de miles de turistas

Escultores autodidactas construyeron vistoso cementerio con lápidas de madera

El singular camposanto se ubica en Jaun, un pueblo Suizo localizado a más de mil metros de altitud

Por Félix Eduardo Gutiérrez

05/11/2018

Publicado en

Artes / Artes Visuales / Sociedad

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Walter Cottier nació en el seno de una familia de muy escasos recursos económicos. Trabajaba en un aserradero, amaba la naturaleza y le gustaba recoger el heno para sus ovejas.

En 1948 murió su abuelo y la extrema pobreza le impidió a su familia comprar una lápida. Contaba con 27 años y su trabajo en el taller le permitió conseguir la materia prima necesaria para elaborar un monumento de madera para la tumba de su abuelo.

En ese momento doloroso su talento afloró. De sus manos creadoras surgió un crucifijo con un capitel cubierto de tejas. También talló la parte inferior a ambos lados de la cruz. En un lado, la profesión del difunto. En el otro, un símbolo que ilustraba lo que él más amaba.

Los habitantes de Jaun, conmovidos por la belleza de la obra, comenzaron a pedirle a Walter Cottier monumentos similares con los que honrar a sus muertos.  Foto Web.

Los habitantes de Jaun, conmovidos por la belleza de la obra, comenzaron a pedirle a Cottier monumentos similares con los que honrar a sus muertos. La popularidad de las piezas hizo que más tarde, el reglamento del camposanto estableciera que todas las tumbas tenían que estar decoradas con una cruz de madera con dos relieves.

Hoy pueden verse en el cementerio retratos, escenas de la vida rural, símbolos de diversos oficios y aficiones, flores e incluso animales.   

“Era un verdadero artista, no podía trabajar por encargo, respetando los horarios como un artesano. A veces se levantaba en mitad de la noche porque estaba inspirado. No dejaba de trabajar. Necesitaba inspiración, intuición, impulsos”, relató Werner Schuwey, profesor jubilado y organista en una reseña del portal digital swissinfo.ch

Schuwey creció en Jauny siguió de cerca el comienzo y el desarrollo de la tradición de los crucifijos funerarios que han hecho famoso este cementerio. Pero, ante todo, era amigo y confidente del hombre que dio origen a esta costumbre: el escultor autodidacta Walter Cottier, fallecido en 1995.

El cementerio suizo parece una exposición al aire libre en la que artesanía, arte y espiritualidad se dan la mano.  Foto Web.

A primera vista, el camposanto junto a la iglesia parece una exposición al aire libre en la que artesanía, arte y espiritualidad se dan la mano. Un trabajo meticuloso, con el cuidado preciso en los detalles.

El experto conocedor de la obra del artesano, Schuwey, señaló que “cada obra y cada cuerpo de Cristo eran diferentes”. El propio artista era “único”, y su estilo “incomparable” e “inimitable”.

Tras la muerte de Cottier, la tradición que él inició se ha mantenido en el cementerio de Jaun gracias a otro autodidacta: Reynold Boschung. Aunque con un estilo nuevo.

Carpintero de profesión, también comenzó a tallar crucifijos por casualidad. Fue en 1988 con motivo de la muerte de un allegado: su suegro. Sin embargo, antes de ponerse a trabajar pidió permiso a Walter Cottier, primo de su madre.

En ese momento se inició el trabajo entre los dos y poco antes de morir, Walter Cottier recomendó a Reynold Boschung que continuara esta actividad que desarrollaría en su tiempo libre.

Tras la muerte de Cottier, la tradición que él inició se ha mantenido en el cementerio de Jaun, gracias a otro autodidacta: Reynold Boschung. Foto Web.

Al igual que hiciera Cottier, para llevar a cabo sus trabajos, Boschung utiliza madera de pino. “Es una madera muy fina, que va bien para tallar, especialmente los detalles pequeños”. Ahora solo talla los bajorrelieves, el elemento que distingue los crucifijos de Jaun.

Salvo raras excepciones, compra en Italia los cuerpos de Cristo ya hechos a máquina. Esculpir a mano lleva demasiado tiempo: entre 30 y 40 horas tallar un crucifijo de 40 centímetros, y él no puede dedicarle tanto. Esto conllevaría precios más altos. “La mayoría de la gente ya no lo querría”, observó.

La reputación de estas esculturas atrae a visitantes a Jaun. También llegan al pueblo compradores venidos de toda Suiza e incluso del extranjero. Boschung está esculpiendo un relieve para una tumba en Lenk, Cantón de Berna. No conocía al difunto, por lo que para representar al campesino utiliza una fotografía como modelo. Esculpirá las cascadas del Simme de Lenk al otro lado.

En Jaun, hasta ahora, ningún joven ha expresado el deseo de tomar el testigo. Aun así, Reynold Boschung no parece preocupado. “Estoy sano y no pretendo irme tan rápido”, dijo este hombre de 57 años. Además, si el día que decida abandonar sus gubias y cinceles, no hay nadie en Jaun para hacerse cargo de la tarea, el trabajo podrán realizarlo artesanos de otras regiones”, destacó.

Sin embargo, a modo de precaución, Reynold Boschung ya ha comenzado a preparar el relieve que adornará su propia tumba. Se representa a sí mismo como un cazador, su gran pasión.

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