Miley Cyrus en Chile

Hannah Montana Rest in peace

Algunos puntos sobre el recital de Myley Cyrus, la muerte de Hannah Montana y la desnudez de la niñita Disney que le sacó malas caras a los cartuchos de la prensa.

Por Arturo Ledezma

02/10/2014

Publicado en

Artes / Música / Portada / Sexualidad

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Terrorise, Threaten and Insult Your Own Useless Generation /  Malcom McLaren

Me fui al recital de Miley Cyrus con dos prejuicios que pude derribar una vez que terminó el concierto. El primero decía que iba a ver un recital para niños y el segundo que Miley no sabe cantar. Quizá pudiera parecer algo extraño que desde El Ciudadano me tome el tiempo de hablar de un recital que podemos vincular a las peores artimañas del mercado, que son la cultura basura y la utilización de la mujer como objeto, sin embargo me sorprendí de presenciar un recital de casi dos horas en el que un espectáculo de primer nivel se sumó a una propuesta estética y casi política que no tiene nada que envidiarle a cualquier grupo pensado para un público más under o de plano adulto.

 

El contexto

Arena Santiago. Muchas mujeres adolescentes mezcladas con una gran cantidad de hombres que bailaron y cantaron a coro las canciones. Algunos papás que vigilaban atentos mientras se pegaban el cuarteo a las piernas de Miley o se hacían los locos con la tímida erección que provocaban los vídeos que decoraban la pantalla gigante. Todo esto dentro de un concierto que puso en escena signos distintivos de la lucha por la igualdad de derechos sexuales, el pop (en el mejor sentido de la palabra), lo grotesco (en el mejor sentido de la palabra) desde una cantante que hizo gala de tener una comunicación con el público increíble y una voz a prueba de balas. Una enorme cantidad de teléfonos, cámaras y tablets registrando cada momento y, seguramente, mucho material dando vuelta por twitter e instagram para sacar al mundo una experiencia incontrolable y viral, actual, como la vida misma.

 

La niña crecida del Disney Hall of shame

Miley me hizo recordar a Grace Jones comiendo plantas en los años pérfidos de la tele milica. Y también pensé en las estrellas de TV vinculadas con el mundo infantil, como Xuxa que calentaba a los papás y permitía que los niños bailaran bajo un discurso que mezclaba “educación” y pornografía soft. O Nubeluz, que ponía mijitas ricas para que los padres pudieran ver tele con los niños. O Hi5, o tantos otros programas infantiles que han sabido objetuar a la mujer con tal de permitir más puntos de rating en el horario infantil. Miley Cyrus, que partió como Hannah Montana y que tuvo su boom en el canal cartucho del 13 supo pasar de ser la niñita Disney a ser una mujer con tono de voz y con la actitud de Lady Gaga o Nicky Minaj, pero la diferencia es que no desde el público del pajillero de 25 sino que desde el segmento PG13 que no sabe qué hacer con una mujer con cara de niña que saca un dildo mientras baila con osos de peluche.

Miley Cyrus es la muestra representativa de esa generación de mujeres que ha sabido sacarse el traje de princesa para mostrar las tetas sin caer en el error de darle en el gusto a la galería que solo espera ver minas piluchas. Igual que Lindsay Lohan cayendo en la cárcel, pero menos abusiva, ha puesto en conversación temas como el lesbianismo v/s la libertad sexual; el uso del cuerpo sin ser una Barbie pelotuda. Y si antes los papás se sentían contentos de vestir a sus hijas como princesas para prepararlas de antemano para ser buenas esposas ahora, quizá, se replantean si las figuras del imperio Disney son las adecuadas para decirles a las niñas lo que tienen que ser, porque ahora que pueden partir siendo cartuchas pero al llegar a cierto punto pueden tomar las riendas y hacer lo que quieran con la propia vida. De hecho, Lohan y Miley tienen en común el vínculo en el discurso que podemos ver en detalles mínimos como el trabajo que ambas han realizado con el fotógrafo Terry Richardson,quien ha trabajado también con Mila Jovovic, Jared Leto, Lady Gaga o Joaquin Phoenix (es fácil entender la estética común) y, de hecho, fue el propio Richardson el que dirigió el polémico video Wrecking Ball en el que Cyrus aparece desnuda sobre una Bola de Demolición. Más explícito imposible.

A Madonna le permitimos cualquier performance porque está vieja, pero en su momento se le censuró y se le criticó por cosas que hoy nos parecen absurdas. Aplaudimos de pie el beso con Britney y Cristina Aguilera pero a Miley no le entendemos el gesto cuando le pasa la lengua por los labios a una muñeca porque pensamos que está jugando. Ese es el punto que me hace reconocer y resaltar los pequeños detalles de la propuesta discursiva de Miley Cyrus, ya que lejos de estar trabajando para lo establecido se da a la tarea de decir cien veces las malas palabras que los papás no quieren escuchar, pero luego sonríe amable para que nadie le diga nada.

Otra cosa importante es saber que esas niñas de 13, 15 o 20 años que ayer se desencajaron gritando tienen un referente que les enseña que el placer propio es justo y necesario. Ya que pasó de moda hace rato la imperiosa y machista necesidad de que las mujeres no descubran su sexualidad a menos que sea de la mano de un hombre. A mi juicio poner dildos y condones en el imaginario de una niña o mujer de15 años es una manera de horadar la lógica paternalista y misógina que nos gobierna desde la misma pequeña parte de la población que al final es la que viola, mata y persigue a las mujeres que muestran autonomía para decidir sobre lo que sea. Y yo, que suelo escribir sobre actualidad, política o cosas que suenan a revolución, no pensé que escribiría sobre Miley pero me doy cuenta que hablar de la ex-Hannah Montana es hablar de temas políticos, biopolíticos y sociales. Desde pedazos de moda llevada a lo grotesco; desde imágenes naif que salen de su centro para decir algo hiriente; desde una performatividad infantil que en una habitación de casa particular escupe sobre los muros y tira a morder.

Miley es una mujer hecha y derecha que no va a volver al redil y que ya no viaja de la mano de su papá de concierto en concierto, por el contrario, se manda sola y deja bien parado el nombre de un país farandulero y grosero como EEUU, al que se dio el lujo de tirar con la canción final Party in the USA en la que junto con banderas de Chile y USA puso un dildo y  cigarros (de marihuana) enormes que se llevó a la boca. Y que además llena de dibujos, salchichas, besos lésbicos, besos hétero, amor y odio en sus videos (ver el video que les dejo al final). E incluso hizo un cover de Lucy in the Sky with Diamonds, la canción más polémica de Los Beatles por la sigla LSD… y yo creo que, más que por un gesto de reconocimiento a los cuatro de Liverpool, fue por el gesto con el LSD me gustó pensarlo así, sobre todo porque la canción fue acompañada por imágenes de una mina desnuda sobre la que caían miles de papelitos cuadrados, como estampillas.

Luego de ver todo el espectáculo entendí perfectamente a lo que se referían las cientos de camisetas con la leyenda «Hannah Montana Rest in peace» que tenían las fans, ya que más allá de cualquier concierto para pendejas el de Cyrus fue un recital para gente con conciencia entender, tenga la edad que tenga,  que los estereotipos pueden derribarse y ser completamente abusados y usados para construir algo mejor.

 

Para cerrar

Quiero decir que sin yo conocer más de dos canciones de Miley Cyrus me fui a meter al recital y lo pasé bien. Vi un espectáculo de buen nivel que puso en ejercicio la grosería sin ser grosero y que de seguro no le gustó a los medios del duopolio porque aparecían elementos gay, trans, pop y porno. Y si somos justos y podemos reconocer el aporte que hacen las mujeres a quebrar estereotipos entonces hay que reconocerle a Cyrus que se suma a la larga lista de artistas que han puesto en escena detalles que luego van construyendo un aparato mental distinto. Y así como Big Mama Thornton, Janis Joplin, Madona, Grace Jones, Debbie Harry, Tracy Chapman, Lida Perry (la vocalista de 4 non blondes), Sidney O´Connor, Cindy Lauper o Lady Gaga suma puntos en la lucha invisible y prejuiciada de todas las mujeres que escogen el camino difícil de caerle mal a todo el mundo, pero que construyen discurso desde la enajenación de sus propias vidas con tal de ser reconicidas, quizá, en 15 o 30 años más.

Quiero robarle un pedazo de un estado de facebook a Karen Hermosilla que anoche escribió Lo que hizo es demasiado evidente. Burlarse, poniéndose ella misma como rehén del estúpido sexismo de las empresas discográficas, que bien sabe, es tan dulce como agrio, aunque el dinero venga a dominar y a fin de cuentas hacerla bancarselo de buena gana.” Porque Miley es un poco eso de burla, tan evidente, que pasa por imbécil el que genera el objeto de burla y de paso el que no la entiende.

No sé si yo mismo siga escuchando a Miley Cyrus, pero sí sé que si tuviera una hija preferiría que escuche sus videos y que aprenda a reconocer su cuerpo desde el peluche que se puntea a la caperucita antes que preferir que vea Rapuncel o la Bella Durmiente. Porque para cartuchos y machistas el mundo es demasiado próspero, pero para crear nuevas generaciones dispuestas a saber lo que significa libertad y tolerancia necesitamos de gente que pueda inmolarse y ser Hannah Montana para convertirse en una niña terrible que muestra una teta para sacarle canas a la tele, a los violentos y al poder.

 

Bien Miley, al menos de mi parte, te ganaste un Like!

amigos, en twitter me pillan en @arturoledezma


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