HopPo! La música y la distancia

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Por Wari

22/06/2014

Publicado en

Artes / Latinoamérica / Música

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Hoppo

1. COMIENZA EL VIAJE.

Emprendo un viaje al sur para seguir a HopPo!

Los vengo siguiendo. A veces a duras penas los vengo siguiendo.

De cierta forma, es un trabajo. Un trabajo místico, irrealizable y subversivo.

Vengo tras la música que se perdió un día entre las máquinas del negocio, vengo tras los ojos de la gente que escucha la música.

Me siento a observar y a cuestionar en cada ciudad de la gira, desde el sur de Chile pasando por Argentina, hasta llegar a la Isla de Castro.

La gira es sin rumbo y también es incendiaria, y yo que he renunciado a todo, vengo con el corazón en llamas esperando que la música lo termine de incinerar.

Lo más lindo es que no existe ninguna verdad, al menos ninguna verdad más ardua y sincera que la música que nos ha colmado, HopPo! es de cierta forma, la banda sonora del clima mental, del sur mental.

Nos gusta la música porque nos humaniza. Porque es un poncho de lana cotidiano que suena en la calle y nos abriga.

La corta vida de HopPo! es una larga vida. Trascendente como todas las mujeres. La música nos hace despegar.

El bombo es un pasajero que va en el último asiento del bus hablando de suicidios y de vivicidios. La guitarra es una cocinera que se esconde entre la ropa tendida para oler sus dedos llenos de harina. El contrabajo es un guardia judicial que se toma 7 cañas en un bar que nunca abre porque nunca cierra. El sitar es un bosque de cuerdas donde puedes fumar hasta perderte. La voz es una piedra bañaba por el lago, una piedra que entre ola y ola, sueña que la vida es eterna.

Pero la vida compañeros, es la distancia. La vida no tendría sentido sin la distancia, si todo estuviese cerca no existiría la maravilla del desvarío y el anhelo de la búsqueda.

La vida es la distancia.

La música es la vida.

2. LOS VIAJANTES.

HopPo! es una banda chilena mexicana que ya cuenta con dos discos que puedes descargar gratis. El primero es una mezcla de himnos del cancionero latinoamericano más temas propios. El segundo, Olling rolling, es un puñado de canciones nuevas. Cada uno de los integrantes de la banda tienen proyectos por su cuenta: Juan Pablo “Muñeco” Villanueva en guitarra y Giancarlo Valdebenito con su contrabajo, son integrantes de La Gallera!!!, ese entrañable conjunto de cuecas santiaguinas. Rodrigo Aros “El chino”, es multi-instrumentista y dueño del sitar, fundador de Detucuna atutumba. Carlos Tropicanaza en la percusión, se mueve con su propia brújula en variados conjuntos en México y Estados Unidos, entre ellos, poner ojo a “Pan Blanco”. Y Rubén Albarrán, sigue siendo el emblemático vocalista de Café Tacvca. Cada uno en su respectivo descubrimiento musical, se juntan una vez al año para tocar, sorprenderse y crear juntos. Como en esta ocasión, que se unieron para componer su tercer disco. En su absoluto viaje, resuelven sigilosos el sentido de la música. A través de sonidos embriagantes, nos devuelven el alma al cuerpo. En los bosques de su mente se pierde cada uno en su sendero, para rescatar esos animales imaginarios que luego van a entonar a un público siempre agradecido.

Fusionados tras el mismo entusiasmo, van creando versiones nuevas de canciones que carga el alma del pueblo. Reversiones que crean atmosferas propias. La guitarra de “Muñeco” es casi una voz propia que guía la forma de las canciones. El interminable atado de cuerdas del sitar van mientras tanto, clavando su armonía sin parar, creando un sello propio para la banda. La percusión precisa más en contrabajo, nos invitan a no perder de vista ninguna canción. La voz de Rubén transforma todo en una ceremonia, ahí radica y a veces se radicaliza el discurso. Con la tristeza que se transforma en arte, con todos esos seres humanos que perdimos para seguir viviendo. No somos revolucionarios, porque los revolucionarios quieren poder, somos rebeldes simplemente. Dice la voz de la banda en una de las presentaciones.

Así se forma y se transforma HopPo!, sin sello, sin manager, sin metas, sin buscar van encontrando los acordes, en medio del camino van escribiendo las canciones, con la poesía, con la melodía, con el precipicio que les abre cada nuevo día sin ambición.

3. LOS DESTINOS.

La gira de la HopPo! no tiene rutas, viajan en un mini bus que manejan ellos mismos, como si el tiempo de las verdaderas giras no hubiese acabado. Se alojan en casas que les prestan solo por el intercambio mutuo de escucharse, almuerzan con familias de campo donde el dueño de casa, después de dos cervezas, canta todo su repertorio de rancheras, caminan por ríos y respiran. Sacan los instrumentos bajo la sombra de algún árbol que los invita a tocar, se encierran en casas de madera a componer, se sientan en la cama de un niño chillanejo que le muestra el tesoro de sus juguetes robados. Visitan una comunidad Mapuche y dialogan. En cada lugar declaman el mismo discurso, la misma postura, un inquebrantable compromiso con la naturaleza, el respeto y la música. Tocan acústicos porque como dice Rubén en cada presentación: Nuestra música es como el corazón que se acelera y se retrasa, llena de errores viaja en el tiempo, sin un computador que la corrija. Hacemos música no pasteurizada.

Así tocan en Los Ángeles, Chillán, Conce, Niebla, Junin, San Martín, Bariloche, El Bolsón o Castro. 18 tocatas donde el público se va con más de lo que esperaba, porque cada una es más intensa que la anterior, como si la misión de HopPo! fuese ejercitar su relación con el público. Ejercitar el corazón y los lazos. Se notan felices en el escenario, cada vez más entregados, más conectados. Los bares están siempre llenos. Hay una mística incomparable, un deseo mutuo por entenderse. Se nota en la banda la satisfacción de estar logrando lo que pretendían: transmitir al público su ideario y hacerlo parte de él.

Al final de los conciertos, todos terminan bailando, como en una profunda ceremonia donde se funden todos los sueños. Una especie de religión que profesa acordes y lírica. Cada uno con sus instrumentos: HopPo! con los que se percutan, y los asistentes con ese instrumento intocable que recibe el sonido puro para multiplicarlo en sus vidas. Multiplican, por ejemplo, la anarquía de “Ocio y Gozo” (Ni un solo jefe más, ni una junta más, las horas extras se las dio a quien de frente lo miró), el cariño de “Amor animal” (Así lo decidió el universo, que camine incompleto), la lucha del especismos de “El sentir” (No quiero partirme en dos para vivir, solo quiero entregar más y más), la filosofía de “Vaso de vino” (Yo quisiera que fueras este vaso de vino y beberte sorbo a sorbo en el camino), o la poesía del continente con clásicos como “Te recuerdo Amanda”, “Gracias a la vida” o “Zamba de Valderrama”. Nota aparte es destacar el hermoso silencio de las presentaciones en Argentina, al contrario del poco edificante bullicio del intratable público chileno, el único que tiene las patas para pedir canciones de Café Tacvba en medio de las tocatas.

4. LOS CAMINOS.

Con Muñeco, guitarrista y uno de los principales compositores de HopPo!, conversamos un par de veces sobre la poesía. Concluimos cierta noche borrachos que la vida es la distancia, que todo lo que ocurre entre una cosa y otra es esencialmente la existencia, ningún puerto emociona más que navegar, ninguna vida puede valer más que el amor. Por eso mismo la influencia de la cueca en nuestras vidas y en cierta métrica en la banda. Si bien el tango es un baile apasionado, es absolutamente poco real, el tango miente. La verdad es la cueca, la verdad es andar toda la vida tras los rastros de una mujer que se escabulle coqueteando. La cueca es la verdad de las relaciones humanas. Después de las tocatas de HopPo!, en las mesas llenas de invitados y desconocidos, se arma una fiesta aparte, con platos, cucharas o lo que se tenga a mano, donde aparece un repertorio inagotable de tonadas y botellas de vino.

Con Charly hablamos de literatura, de robar libros, del corazón destrozado, de amores perdidos, me lo encuentro una tarde en una disquería en San Martín y pasamos más de dos horas buscando algún buen vinilo. Alguna noche le pregunto por el futuro de HopPo!, si acaso cree que los ideales se van a ir diluyendo cuando tengan más público, con el tercer disco o después de su concierto en Lolapalloza y todos los demás demonios que infectan una banda. Charly parsimonioso como ninguno, me mira sepulcral y me dice: Al contrario, el destino de esta banda es ser cada vez más radical.

A Rubén, en la última noche de la gira, le pregunto lo único que necesitaba saber: ¿Por qué hacer música?: Porque no tengo otra forma de vivir, porque si no la hago me daría una especie de cáncer, porque es una necesidad, porque es absolutamente una necesidad.

5. EL REGRESO.

La gira termina, volvemos a Santiago.

Los viajes deben ser un suicidio, si vuelves a tu casa sintiendo lo mismo que antes de partir, significa que la soga en la que pretendías colgar se ha cortado. Los turistas son esos niños que le piden permiso al jefe para ir a pasear por el mundo a buscar adornos para su álbum de Facebook. Los viajantes en cambio son peligrosos, se comen los almuerzos aliñados con lluvia, su hospedaje son los bares donde se duermen arropados por una mujer, sus postales son los pasajes de los buses que perdieron, su guía turístico es el borracho de la cantina, su equipaje siempre vuelve más liviano, sus mejores recuerdos son pieles, ojos, amaneceres, nombres, risas.

Y así regresa esta banda de viajantes, más convencidos que antes de la música y de la sanación de la distancia.

HopPo! es al fin, una banda que empuña ideales y que los pone a prueba, y en esa voluntad reside la seducción. Porque los ideales siguen siendo ese bosque por el cual caminamos con ojos vendados, convencidos de que ningún golpe es más doloroso que la cobardía.

Por Felipe Oviedo

El Ciudadano Nº151, marzo 2014

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