La ‘Ciudad Blanca’ de Guayaquil se distingue por su historia y belleza de sus mausoleos

Fotos: Danny Mera/Andes La historia de esta ciudad portuaria no solo está escrita en numerosos textos de cronistas, sino también está plasmada en cada pasillo, mausoleo, escultura, grada, epitafio o sencillo nicho de su Cementerio Patrimonial

Por Arturo Ledezma

02/11/2014

Publicado en

Artes / Latinoamérica

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El Cementerio Patrimonial de Guayaquil tiene la forma de una ciudad por sus calles, pasillos, jardines y bloques de bóvedas en forma de edificios.

                                                              Fotos: Danny Mera/Andes


La historia de esta ciudad portuaria no solo está escrita en numerosos textos de cronistas, sino también está plasmada en cada pasillo, mausoleo, escultura, grada, epitafio o sencillo nicho de su Cementerio Patrimonial.

Los malecones, el barrio Las Peñas, avenidas, iglesias y su comercio,  no son los únicos atractivos turísticos de esta urbe porteña, también lo es su camposanto, que ofrece –sin alejarse del casco central- un cautivador encuentro con la estética, la arquitectura neoclásica, la historia y también con la soledad en la ciudad más agitada y poblada del Ecuador.

El panteón fue creado en los primeros años del siglo XIX al pie del cerro del Carmen como respuesta a las molestias y graves problemas sanitarios que causaba en la ciudad el sepulcro de los guayaquileños en los predios de las iglesias católicas, como era la costumbre en esa época, describe el historiador Ángel Emilio Hidalgo.

El Cementerio Patrimonial de Guayaquil posee largos pasillos y bóvedas con singular belleza.

En sus inicios, en el camposanto, denominado Cementerio Católico, solo se permitía el entierro de quienes profesaban esa religión, por eso surgió la necesidad de construir otro cementerio a 200 metros y en las mismas faldas del cerro. A este lugar –poco conocido por los guayaquileños- primero se lo llamó de los Protestantes y luego pasó a ser denominado como el cementerio de los extranjeros por acoger los restos de ciudadanos de otros países que se quedaron a vivir en Guayaquil.

Luego de que pasó a ser administrado por la Junta de Beneficencia de Guayaquil, en 1888, el panteón pasó a llamarse Cementerio General y terminó con el discrimen de carácter religioso.

En las aproximadamente 17 hectáreas del camposanto, declarado patrimonial en 2003, se encuentran 275.000 tumbas, entre las que destacan las de 18 presidentes y 5 vicepresidentes de la República, 8 próceres de la Independencia de 1820, así como las de artistas, poetas, deportistas y otros personajes que dejaron su huella en la historia contemporánea ecuatoriana.

Recorrer sus pasillos es adentrarse por laberintos de color blanco que toman forma de una ciudad por sus prominentes bloques de bóvedas en forma de edificios con balcones y terrazas.

El mausoleo en forma de hemiciclo del presidente Vicente Rocafuerte.

Cada día, a las 12:00 y 17:00 la ciudad de los muertos cobra vida por las ceremonias fúnebres que tradicionalmente se realizan a esas horas, en las que de vez en cuando se incluyen serenatas u otro acto pomposo preparado por los deudos para despedir al ser querido.

Hidalgo reseña que el Cementerio mantuvo durante el siglo XIX una extensión de dos manzanas. Desde esa época se conserva el mausoleo más antiguo que pertenece a la familia Icaza Gaínza, de 1856. Luego, con el auge agroexportador las familias adineradas del Puerto marcaron la diferencia con la construcción de grandes mausoleos como el de Nicolás Morla (1876), Familia Coronel (1877), Ildefonso Coronel (1884), Familia Rendón González (1892), Familia Luque Plata (1893), entre otras familias acomodadas.

La tumba más antigua pertenece a la niña Juana Rosa Julia Correa y Pareja que falleció en 1831 a la edad de un año. Nunca faltan flores alrededor de su bóveda de personas que piden favores divinos al alma de la menor, cuentan los guardianes del camposanto.

También hay otras tumbas enigmáticas como las del Brujo, de la Calavera y la del Soldado. Estas reciben diariamente la visita de personas, entre ellas las que piden perdón por sus pecados o protección por algún acto reñido con la ley que van a cometer.

El mausoleo más antiguo pertenece a la familia Icaza Gaínza.

Y entre las más visitadas también figura la del Ruiseñor de América, Julio Jaramillo Laurido, quien falleció el 9 de febrero de 1978 y sus restos fueron sepultados luego de una de las más multitudinarias procesiones fúnebres que registre la historia ecuatoriana. Frecuentemente llegan artistas y turistas a rendirle tributo a su memoria.

La riqueza arquitectónica de las esculturas y mausoleos son obra de destacados artistas italianos que llegaron a la ciudad a fines del siglo XIX y principios del siglo XX como Augusto Faggioni, Enrico Pacciani, Pietro Capurro y Emilio Soro y otros escultores nacionales.

Pero la belleza no solo está en las estructuras, sino también en las leyendas escritas en los epitafios y cenotafios (tumba vacía) que son obras de arte literario, que expresan el dolor por la partida del ser amado. Es difícil contener las emociones que provocan leer algunas de estas piezas poéticas dedicadas al padre, al hijo, a la esposa que abandonó este mundo.

Ruta de la Independencia

Instituciones como Patrimonio Cultural, Archivo Histórico y la Junta de Beneficencia promocionan por estos días un producto turístico, que es la denominada Ruta de la Independencia.

El ingreso es por la puerta 3 (calle Julián Coronel) y en el trayecto se pueden apreciar las imponentes tumbas de los próceres José Joaquín de Olmedo, Rafael María de la Cruz Ximena, Francisco Claudio Roca, almirante Juan Illingworth, general José María de Villamil, Manuela de Jesús Garaycoa , Francisco de Marcos y Luis Vivero Toledo.

Estudiantes alrededor de la tumba del prócer José Joaquín de Olmedo.

Cada sepulcro tiene un cúmulo de historia acerca de la gesta independentista de 1820 que liberó para siempre a la ciudad del dominio español, pero también son vitrinas donde se expone la destreza de los escultores.

Así como el cementerio conserva las eternas moradas de prominentes personajes, también alberga espacio para gente sencilla. En lo alto del cerro, en medio de la tierra y pasto reseco, yacen las tumbas de personas pobres rodeadas de ciruelos y otros árboles.

Antiguamente entre los jóvenes guayaquileños estaba arraigada la costumbre de recoger las ciruelas y grosellas que brotaban de los árboles que dan sombra a los descoloridos sepulcros.

En la parte alta del cementerio están las tumbas de las familias pobres.

Muy cerca, está un área cercada conocida como el Cementerio de los Judíos. En este panteón no se encuentran flores como ofrendas sino piedras sobre cada tumba, que es una costumbre del pueblo israelita.

Este domingo 2 de noviembre que se recuerda en el mundo el Día de los Difuntos los solitarios pasillos de la ciudad blanca cobrarán vida. Las flores multicolores decorarán cada laberinto, cada balcón y cada terraza. Será un día para renovar el amor por ese ser que se adelantó en el viaje a la eternidad, pero también para apreciar la belleza del cementerio.

Renombrados escultores italianos dejaron su huella en el Cementerio Patrimonial.

jb/ar


via ANDES

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