Erotismo y perversiones

La invisibilidad de las perversiones

Con el surgimiento de los medios masivos de comunicación, la producción y difusión, el consumo de la pornografía aumentó considerablemente

Por Ángela Barraza

15/10/2014

Publicado en

Artes / Cultura / Mundo / Sexualidad

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Con el surgimiento de los medios masivos de comunicación, la producción y difusión, el consumo de la pornografía aumentó considerablemente. El término “pornografía” surge con la religión católica, y su uso data del año 1800 en Francia; sin embargo existen imágenes que podrían clasificarse como pornográficas, desde los griegos. Este término se refiere a toda imagen o representación que ilustre actos sexuales con la intención de excitar al receptor, también existe la literatura pornográfica y más recientemente otras opciones como las “hot line”, su consumo es por vía auditiva.

A raíz de esta masificación de la pornografía, la línea divisoria entre el campo del erotismo y ésta se volvió difusa y casi invisible debido a que ambos trabajan con la sexualidad, además de que estas clasificaciones no dependen solamente de características formales de la imagen sino también del contexto social en el que se ven inmersas.

A diferencia de la pornografía, la producción de imágenes eróticas, mas que valerse del ataque directo al espectador, sólo busca sugerir; es común encontrar obras de arte que resultan explícitas pero siempre hay un poco más de juego con la imaginación, y aunque la encontremos perversa, detrás existe una reflexión y una búsqueda de entendimiento.

Para lograr la estética en el erotismo sin rayar en lo pornográfico algunos artistas utilizan una iluminación tenue lo que provoca que cuando el espectador entre a la sala tenga que esperar a que la vista se adapte para empezar a distinguir las imágenes de diversos formatos, soportes y técnicas: fotografías, pinturas al óleo, dibujos con tintas, acuarelas, carbones, etc., cuyo contenido en algunas ocasiones son manchas que sólo buscan ofrecer sensaciones sanguíneas y humanas; en otros casos las escenas sexuales son más bien explícitas.

En este tipo de temas el artista se exhibe sin ser obvio o narcisista, y busca que el espectador sea parte de la obra convirtiéndolo, incluso, en voyerista. Al final, una muestra o instalación erótica termina siendo el resultado de un escenario metafórico en el que la atmósfera remite a la embriaguez en la que cada uno se ve envuelto en un momento erótico.

En el arte erótico todos los elementos son simbólicos: el exhibicionista a través de la obra, el voyerista a través del espectador, la oscuridad y la pérdida de la razón, los recuerdos difusos, hace difícil separar la obra de nosotros mismos, en cada una de las imágenes podemos armar relatos propios.

De este modo el productor encuentra la vía para satisfacer y mostrar sus perversiones a partir de la introspección y la reflexión. La obra resultante, aunque biográfica, envía sólo la idea, logrando “la invisibilidad de sus perversiones”.

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