Reseñas: Contemplación de los Cuerpos de Luis Fernando Chueca

Contemplación de los Cuerpos / Luis Fernando Chueca /La Vieja Sapa Cartonera / 63 páginas    Por Matías Ávalos  Un libro abierto toda la vida en la misma página es una forma posible de la muerte, y el lector, buscador incansable de sentido, es la persona que se pasa el tiempo que le queda tratando de entenderla para poder pasar a la siguiente

Por Grado Cero

05/05/2018

Publicado en

Grado Cero / Letras

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Contemplación de los Cuerpos / Luis Fernando Chueca /La Vieja Sapa Cartonera / 63 páginas 

 

Por Matías Ávalos 

Un libro abierto toda la vida en la misma página es una forma posible de la muerte, y el lector, buscador incansable de sentido, es la persona que se pasa el tiempo que le queda tratando de entenderla para poder pasar a la siguiente. Sin embargo, ese tan necesario sentido vendrá tarde, o si se quiere, en el momento justo: el del propio final. 

En «Contemplación de los cuerpos» Luis Fernando Chueca es un lector obsesivo de esas tramas muertas que dejan tras de sí los seres queridos que lo van dejando. Hay una muerte que lo marca, la de C.- acaso el mismo Chubito al que va dedicado el libro- y esto lo hace intentar leer como sea el sentido de esa nada que se abre después de su desaparición. 

 Para esto utiliza la herramienta primordial de las ciencias, la clasificación para la aprehensión del mundo y, parado en el presente del fallecimiento de C., abre el libro con «Primera muerte», un poema en prosa que aborda la defunción de su abuelo y cuyo último verso habla de la certeza de quien viaja mirando hacia atrás: «comienza el desfile». 

Tenemos así, en la línea del gigante Lihn, un poeta investigador que pone toda su materia sensible para intentar sorprender a la cosa por atrás, para robarle alguna pista que nos sirva a los que quedamos frente a esas páginas quietas e indiferentes dejadas por los que se van. 

En afán de darle objetividad a la investigación va en busca de otros cuerpos con los que no medie el afecto, alumbrando un aspecto que se volverá primordial y en el que radica uno de los valores del libro: las condiciones de la muerte en Sudamérica. 

 Aparecen las fotografías que le sirven a Chueca para poner en escena la escritura de la muerte, por ejemplo, en el poema «Documental», donde contrapone restos humanos encontrados bajo la lava de Pompeya y restos de desaparecidos en el Perú, concluye: «Me pregunto si hay algo que aumentar en el poema». Es inútil escribir sobre la muerte, la muerte se escribe sola, por estos lados se escribe sola. 

 Para evitar lo tautológico Barthes escribe la nouvelle «La cámara lúcida» que arroja, sobre la forma de hacer literatura, una luz que luego será interpretada por otras disciplinas -la fotografía, sobre todo- como obra canónica. En «Contemplación de los cuerpos» hablando de poemas es posible repensar el acto fotográfico en Sudamérica, con las condiciones materiales específicas de nuestro lado del Ecuador, condiciones que pueden percibirse en las imágenes de, por ejemplo, Álvaro Hoppe, en cuyo documental («Álvaro Hoppe Guiñez: espectador activo») hacia el final dice: “la fotografía tiene algo de muerte”. 

 Esto último no tiene que ver tanto con la relación entre fotografía y muerte sino con las condiciones sudamericanas de vida. Entonces, si bien no logró lo que se propuso al principio -sorprender la cosa por atrás- sí logró una conclusión valiosa que nos permitirá, al poeta y al lector, invertir el juego sádico de vivir en el culo del mundo. Chueca escribe: «Como el desvelo de un sexo que se hunde sobre otro / en la más extrema perfección / golpea rasga desentierra / o arráncate los labios / pero canta.» 

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