Música, trabajo y autogestión: (casos e ideas)

“Yo soy un trabajador de la música, no soy un artista

Por berenguer

13/10/2009

Publicado en

Artes / Música

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“Yo soy un trabajador de la música, no soy un artista. El pueblo y el tiempo dirán si soy artista. En estos momentos soy un trabajador, y un trabajador que está ubicado con conciencia muy definida como parte de la clase trabajadora que lucha por construir una vida mejor”.
Víctor Jara

Uno de los lemas de la última entrega de premios Altazor 2009, fue “por amor al arte”. Una idea que siempre ha rondado a los creadores en general, pero desde el día a día y la sobrevivencia de los músicos, en particular, aparece como un concepto cada vez más alejado de su existencia. Otra expresión que se suele escuchar, es “la vida del artista”, haciendo alusión a una vida llena de diversión, carretes y despreocupada. Nada más ajeno a la verdad, baste con considerar un solo ejemplo: Alexander Muñoz, baterista de Bendita Prudencia y responsable de parte de la percusión de Banda Conmoción, es quien relata que en un sólo día tiene que compatibilizar ensayos, tocatas y clases, en jornadas que se extienden desde las nueve de la mañana hasta las cuatro o cinco de la madrugada, más el estar lejos de su familia, para poder generar los recursos necesarios para vivir. Es la verdadera vida del artista, o la realidad de muchos de ellos.

Por eso, en medio del pago de dividendos, de arriendos, de consumos de gastos básicos, de la escolaridad o estudios superiores de hijas e hijos, y de otras necesidades a cubrir, el instalar a los músicos en otras categorías parece absolutamente disparatado, y como señala el músico de hip hop, Vicente Durán, más conocido como Subverso, “los músicos, artistas y creadores somos como cualquier otro ser humano. O sea, tenemos las mismas necesidades básicas y biológicas que los demás: alimento, agua, techo, abrigo, atención de salud, entre otras. Y también las de la sociedad moderna: electricidad, transporte, comunicación, cultura y recreación, etcétera. Y como vivimos bajo el capitalismo, para satisfacer esas cosas -ya que la gran mayoría de los artistas somos de clase trabajadora- debemos vender nuestra fuerza de trabajo como cualquier otro mortal. Y en eso compartimos el mismo problema que cualquier otro miembro de la clase trabajadora, sea obrero, técnico, profesional, “microempresario”, campesino, pescador, etcétera: en el fondo no somos libres, sino esclavos del capital”.

Algo que el director de los sellos Oveja Negra y Azul, ligados a la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, Carlos Salazar reafirma en parte, al decir que “el ejercicio profesional de los músicos debería ser remunerado como cualquier otro”. Pero agrega que lo que ocurre en realidad no calza con ese precepto, y lo que sucede es que son muy pocos los músicos que subsisten sólo gracias a la música o al ejercicio de su profesión. A qué responde eso, se pregunta Salazar, y se responde indicando que “hay muy poca música chilena sonando en los medios, lo que impide que se generen sumas importantes por derechos de comunicación pública. Hay pocos espacios para tocar en vivo, donde el valor de la música es compensado como corresponde, y tenemos un público chileno sin formación o motivación en valorar su propia música”.

Situación que la productora musical y representante de Jirafa Ardiendo, María Paz Alfaro, ratifica al indicar que “son muy pocos los casos de músicos que pueden vivir de la música y la gran mayoría de los artistas que generan algo de dinero -ya sea por conciertos, venta de discos o por generación de derechos, lo vuelven a invertir en su proyecto musical que sí les genera un costo importante (sala de ensayo, pago de sonidista, roadies, transporte, estudio de grabación, fotógrafo, entre otras muchas cosas)”.

En ese contexto singular hay formas y experiencias que tratan de escapar del círculo vicioso, de esa trampa o cadena sin fin donde se ha tratado de instalar a quienes desarrollan un trabajo cultural o creativo, así lo siente Mika Martini, músico y director del sello Pueblo Nuevo, al decir que en el ámbito de la música chilena “todo parece apuntar a una creciente capacidad de autoproducción de la escena global, al desarrollo de nuevas plataformas de difusión como los netlabels y de gestión colectiva”. Para Subverso, este punto también es clave, indica que los grupos tienen una creciente necesidad de aprender formas de gestionar y producir esos espacios de encuentro entre público y artistas. “Hay muchos sectores, explica, que han tenido una larga historia de autogestión de espacios, por una cuestión de necesidad. Aquí pienso una vez más en la cultura hip-hop, las bandas punk, y otros grupos similares…”. Un ejemplo que muchos han tomado en la actualidad.

Por eso la idea de la actuaciones en vivo, de las tocatas, de los recitales, del contacto directo con el público, sigue apareciendo como algo fundamental y muy valioso para los músicos. Martini indica que “el tema de las tocatas desde siempre ha sido la fuente de las mayores satisfacciones para todos quienes hacemos música, en todo ámbito, y es en ese aspecto donde se deben hacer los mayores esfuerzos de parte de todos. Desde el gobierno hasta los dueños de clubes o salas de espectáculos, todos deberíamos apuntar a fomentar la creación nacional, no hay otra manera de aparecer en el contexto mundial globalizado sino es mostrando lo que se hace aquí, y lo que se haga debe ser hecho de la mejor forma posible, profesionalmente”.

Algo que desde Londres, el ex vocalista de La Banda del Pequeño Vicio, Titín Moraga, reafirma al decir que en la capital inglesa, “cada weekend los clubes están llenos con música de todos los estilos y bandas tocando en vivo, pese a la crisis y los cambios en la industria. Pero también la gente descarga cada día más, el formato cambia pero la música es como la comida, es necesaria cada día para vivir, es parte de nuestras vidas”. Vidas que son como las de cualquier otro, y que también saben de préstamos, de deudas, de cargar la tarjeta bip, de cansancio, de crisis y de todo lo que debe enfrentar cualquier persona. O cualquier músico.

Jordi Berenguer
Onda Corta
El Ciudadano

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