Patricio Castillo, músico: «Chile, como el resto del mundo, está llegando a un final de sistema»

Patricio Castillo, músico fundamental de la historia de emblemáticos proyectos como Quilapayún, acaba de lanzar “El Pimiento”, canción que es parte de un nuevo trabajo llamado ‘Calle Esperanza’ en el que participa junto a Silvia Balducci y Osvaldo Torres

Por Carlos Montes

27/09/2021

Publicado en

Artes / Entrevistas / Música

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Patricio Castillo, músico fundamental de la historia de emblemáticos proyectos como Quilapayún, acaba de lanzar “El Pimiento”, canción que es parte de un nuevo trabajo llamado ‘Calle Esperanza’ en el que participa junto a Silvia Balducci y Osvaldo Torres.  Este disco, que será distribuido por sello Alerce, incluye esta versión que Patricio quiso realizar de aquella canción de Víctor Jara en la que él mismo participara con arreglos cuando se grabó el año 73. Conversamos con Patricio sobre este lanzamiento, la pandemia y el momento en que estamos como país.

Patricio, ¿cómo ha sido en lo personal y en lo musical para ti este período de pandemia?

Dos años de encierro naturalmente afectan a cualquier persona. Más aún cuando se trata de un encierro manipulado, políticamente, en función de intereses mezquinos que nada tienen que ver con la salud ni el bienestar de la gente y sí mucho que ver con salvarle el pellejo al sátrapa de turno en el poder. Dicho esto puedo referirme a los efectos negativos u otros que ha podido tener en mi persona. No niego la existencia del famoso virus Covid 19. Hay suficientes muertos y contagiados para demostrarlo y por eso he seguido todas las reglas de salubridad recomendadas por las instancias relativas a esto. Tengo hasta un pase de movilidad, que ha sido como la última consecuencia de este ajetreo.

En estos dos años siniestros, me he defendido de la depresión aferrado a lo que sé hacer. Es innegable que no hice ningún concierto ni tuve actividad de escenario, pero para mí, en Chile, no es nada nuevo. Tampoco traté de ganarme la vida haciendo shows por internet como muchos de mis compañeros hicieron, con justa razón; sucede que pienso que la interacción con el público resulta fundamental para un buen concierto y eso jamás lo podrá aportar internet. Lo positivo ha sido lo que llamaría «las condiciones para la creación». Es evidente que el encierro se puede enfrentar y superar trabajando intelectualmente, aunque esto no lo paga nadie, componiendo música, elaborando videos, elucubrando maneras de hacer interesante un contenido, o sea, haciendo arreglos musicales y otras actividades de este tipo que te abren hacia un mundo interior y así, el tiempo muerto que es una cuarentena, se llena de actividad y deja de ser un tiempo muerto. Así hemos logrado, junto a mis amigos Silvia y Osvaldo realizar este trabajo llamado ‘Calle Esperanza’. La composición de los temas y la grabación de los mismos data del 2019. Está claro que el trabajo de arreglos y orquestaciones de los temas del disco fueron ideados en ese período, antes de grabar, cosa que hicimos en Francia, por lo cual hoy aparece en Chile, después de dos años de su creación, gracias al sello Alerce.

¿Qué papel crees que juega la música en períodos de confinamiento como éste?

Creo que la música siempre juega un rol en la existencia humana y en otras especies también. De hecho conozco más de un perrito y un gatito que aprecian más la música que muchos humanos. Sin contar con que a veces, los humanos no distinguen siquiera qué es la música. Pero bueno, en la pandemia no creo que el rol de la música sea diferente que en períodos de vida «normal» que es otra cosa que también hubiera que cuestionarse. Pero digamos sin pandemia.

Hay ciertamente experiencias de practicar la música en situaciones de encierro. Bastaría con preguntar a los jóvenes presos de la revuelta en las cárceles chilenas, si tocar la guitarra u otro instrumento no les ayuda a soportar esa condición.

Pero, entendamos que la música es un lenguaje, como la literatura o el cine o la pintura. Es un arte cuando es buena y basura cuando es mala. Igual que cualquier lenguaje. Solo que expresa contenidos sensoriales y re-crea intelectualmente esos contenidos en el cerebro, tal como el lenguaje hablado. Pero esos contenidos sensoriales, el lenguaje hablado no los puede expresar. Sino ¿cómo explicar el estado de ánimo en que puede colocarte la audición de un determinado tema musical? Partiendo de ese precepto en un período de pandemia la música puede jugar un rol de ayuda, pero no será muy distinto que en otro período, sea de normalidad o no. En el fondo, cada situación tiene su música. Por eso existe la música incidental.

Más de alguno piensa que la música ha jugado un rol importantísimo en este período y tal vez tenga razón, pero yo creo que en realidad los músicos lo han pasado muy mal sin poder ejercer su profesión debidamente y sin ninguna protección ni ayuda del estado. Apenas un adelanto de royalties propuesto por la SCD y sólo para aquellos que generaron más de un millón de pesos en derechos durante el año anterior. Y en todo caso ese adelanto, será descontado de tus derechos hasta saldar la deuda. En la Nueva Constitución debiera existir una ley de protección a los artistas. No sólo músicos, sino para todos los trabajadores de las distintas artes.

¿Cómo ha sido colaborar con Silvia Balducci y Osvaldo Torres para este disco ‘Calle Esperanza’, que próximamente lanza sello Alerce?

En realidad con Silvia y Osvaldo somos amigos desde hace mucho tiempo. Con Osvaldo nos conocemos desde 1972 y con Silvia desde hace unos seis o siete años. Con Osvaldo trabajamos juntos en varios proyectos y grupos durante el exilio en Francia. Y con Silvia habíamos hecho algunos conciertos antes de tener la idea de grabar. Todo eso por simple amistad.

Este disco se generó por una casualidad, por un encuentro fortuito en Santiago después de varios años de no vernos. Yo regresé a Chile después de cuarenta y dos años en el extranjero, en exilio en realidad, y de pronto, caminando por la calle Esperanza nos encontramos a boca de jarro, sin saber que estábamos aquí. Silvia y Osvaldo estaban aquí de gira y yo instalado viviendo exactamente en el lugar donde nos encontramos.

El 2018 surgió la idea de grabar un CD juntos después de hacer algunos conciertos y darnos cuenta que coincidíamos en ideas y que cada uno de nosotros podía aportar algo a la creación del otro. Así, según las experiencias de cada uno y la especificidad de los conocimientos que nos distinguían, podíamos elaborar una música que sonaría evidentemente distinta a lo que cada uno creaba por sí solo.

Para mí ha sido muy enriquecedor tanto por el aporte en conocimientos que cada uno me proporcionó. También creo que yo entregué más de una idea y color en los temas de mis dos amigos. Ha sido evidentemente una experiencia interesante y grata y personalmente me gustó el resultado de lo que hicimos. Buena música, buena poesía, arte digno.

¿Cuántos temas tuyos trae este trabajo y por qué decidiste versionar «El Pimiento»?

En el álbum hay dos temas instrumentales míos: «Llamita» y «Noche de Chile».  La inserción de «El Pimiento» de Víctor Jara se debe a que consideramos los tres, que debíamos hacer presente a Víctor, a modo de homenaje en este trabajo, por la simple razón de haber compartido con él más de una experiencia en los años sesenta y setenta y de haber sido amigos y compañeros de lucha durante esos años. No estábamos pensando en un homenaje relacionado con los tantos años de su cruel final ni mucho menos. Solo se trataba de evocar su presencia que está siempre en nosotros.

Elegimos este tema y «Angelita Huenumán». Sucede que en los dos temas elegidos yo trabajé en los arreglos en la versión original cantados por Víctor. Justamente en «El Pimiento», me pareció bueno conservar la melodía y el texto y realizar nuevos arreglos que corresponden más a mi manera de pensar la música hoy día. Obviamente respetando al máximo lo que expresa la canción, y sin cambiar el texto, como otros hicieron con «El derecho de vivir en paz».

Para mí «El Pimiento» es una de las mejores canciones de Víctor, una alegoría que relaciona la naturaleza con la dureza de la vida ya sea ésta la de un árbol en el desierto o la de un ser humano frente a las dificultades de la existencia. Pero obviamente lo que definió esta elección fue el haber trabajado también en el arreglo de la primera versión.

¿Cuánto de esa energía y convicción política que transmite la canción va quedando en nuestra sociedad actual?

Los tiempos cambian y la música, la canción, las artes en general se generan según el tiempo en que transcurren.  La energía de la música corresponde a la convicción que tenga quien la crea y quien la escuche o la cante si quiere. Así, por ejemplo las canciones de la revolución mexicana, transmitieron su energía revolucionaria durante el período que duró esta revolución. Luego pasaron a integrar una suerte de folklore o de música popular mexicana y obviamente influenciaron a todo el continente y más. Es música universal hoy. Cantada por todas partes, en todo el mundo. De la misma manera canciones emblemáticas de la nueva canción chilena que en su momento no fueron más que consignas políticas como «El Pueblo Unido» por ejemplo o «La Muralla». Hoy son canciones que acompañan las acciones de protesta o de propuesta política en diversos lugares del mundo y aún más, han pasado a ser temas musicales que ocupan un lugar en la música culta con versiones muy distintas a la original.

Pero la pregunta quiere apuntar a algo que me parece fuera de lugar. Las canciones no generan convicción política, por mucho que se quiera hacer «contingencia» con ellas. La verdadera canción que da cuenta de lo que ocurre y revela una verdad, no es consignista, es poética. Pues bien esa canción se genera de una realidad que está ocurriendo y no se puede inventar para forzar una realidad que no existe. En otras palabras, la energía de convicción que pueda aportar la canción, depende de la realidad que contenga en sus palabras y sus notas. Generalmente las canciones consignistas no son buenas y nadie les cree.

¿Cómo ve el momento social en Chile?

Creo que Chile, como el resto del mundo, está llegando a un final de sistema. Fin de una manera de concebir la vida humana, de pensar qué es lo bueno y qué es lo malo, fin de una moral marcada por la hipocresía y la mentira, fin de una historia criminal tanto con la humanidad como con el planeta en su conjunto.

Esto en Chile se ha manifestado claramente en las acciones de la llamada explosión social del 18 de octubre del 2019. Pero todo esto tampoco es nuevo. Estamos en un proceso que ha sido muy largo y que no ha terminado y que seguramente se demorará en terminar, porque de pronto se avanza y de pronto se retrocede y de pronto parece que estamos al borde de una revolución que transformará al país y luego nos encontramos de nuevo con la misma argumentación de hace un siglo sobre los mismos temas. Es que la historia es así. Hay próximas elecciones y “niún pan que rebanar” como dijo Violeta Parra.

Hay un proyecto de Nueva Constitución, pero que será muy difícil que ocurra. En Chile hay sectores de la sociedad que son secretos y así nadie sabe a ciencia cierta que va a ocurrir el próximo año. Salvo aquellos que están en el secreto. Para mí el momento socio político chileno es un misterio hoy día. Lo único que se ve claro es la corrupción de la clase política, empresarial y la subordinación de los medios al poder oficial, salvo honrosas excepciones.

¿Qué proyectos esperan ahora?

Terminado este período de pandemia, tengo ganas de libertad absoluta. De disponer de mi tiempo, de mi vida y de mis posibilidades como me plazca sin tener que pedirle permiso a nadie para ir donde yo quiera. Hacer todo lo que estos dos años me han prohibido.

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