Se apagó el poeta del relámpago de Lebu

Luego sufrir un accidente cerebro vascular y estar durante dos meses en delicado estado de salud, falleció este lunes el poeta Gonzalo Rojas

Por Mauricio Becerra

26/04/2011

Publicado en

Artes / Literatura

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Luego sufrir un accidente cerebro vascular y estar durante dos meses en delicado estado de salud, falleció este lunes el poeta Gonzalo Rojas. Sus restos serían sepultados en el cementerio de Chillán y el Gobierno decretó dos días de duelo nacional.

“Escribo poco y mal. Asmático y tartamudo, soy la metamorfosis de lo mismo y estoy hasta la tusa de los premios” – había dicho hace poco el poeta quizás exorcizando premios como el Nacional de Literatura, que se le otorgó en 1992; el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1992 y el premio Miguel de Cervantes en 2003.

«Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho, lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces…» – es parte de uno de sus poemas más conocidos.

O también: «¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida / o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, que se halla, qué / es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes…?».

El poeta contó alguna vez que escuchó la palabra ‘relámpago’ en medio de una noche de tormenta de boca de un hermano en el pobre Lebu de la primera mitad del siglo XX. De ahí su amor por las palabras y el lenguaje, por el susurro y el viento. Parte de una generación que quizás sea la última de los poetas como rock star que partió con Gabriel Mistral y Vicente Huidobro, siguió con Pablo Neruda, tuvo sus embates con Pablo de Rocka, la magia de Enrique Linh y, ahora, sólo le sobrevive Nicanor Parra.

Gonzalo Rojas se nos fue a los 93 años, luego de estar casi dos meses postrado al sufrir un infarto cerebral mientras trabajaba en sus memorias.

Fue precursor del surrealismo chileno y creyente de la magia como el preludio de la ciencia; recurrió al humor en su poesía y dejó espacio a la solemnidad y se trenzó en acalorados diálogos con Dios, el amor, la muerte, el sexo y la tradición cultural de Occidente, lo que quedó plasmado en sus libros La miseria del hombre (1948), Contra la muerte (1964), ¿Qué se ama cuando se ama? (2000) y Al Silencio (2002), entre varios otros.

Sus restos están siendo velados en el Museo Nacional de Bellas Artes y este miércoles serán trasladados a Chillán, donde el poeta decidió afincarse luego de volver del exilio en 1995.

El Ciudadano

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