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Anime Expo Santiago: Un día inmerso en la Cultura Otaku

Son las 9 de la mañana de un sábado y espero en una fila que no para de crecer, en las afueras del Centro Cultural Estación Mapocho.

Entre la gente que también desea entrar al Anime Expo, realizado el 18 de junio recién pasado, hay muchos que vienen disfrazados de personajes de la cultura otaku, adjetivo que, en occidente, hace referencia a los apasionados seguidores de todo lo relativo al manga y/o al anime (historietas y animación japonesa), termino que, sin embargo, en la nación del “sol naciente”, conlleva un sesgo peyorativo e indica a las personas «obsesionada con alguna afición», aunque sean otros gustos como los trenes o los juguetes a escala.

Mientras espero entrar converso con Jaasu, quien me acompaña. La última vez que asistí a un evento de este tipo fue años atrás, cuando estos se realizaban en colegios o universidades, cuando eran gratuitos. Ahora hay que comprar las entradas con anticipación, ya que en general se agotan en dos días. También hay más atracciones, desde espacios para jugar videojuegos hasta escenario con artistas invitados, entre otras cosas.

A eso de las 11 al fin podemos entrar. Nos reciben innumerables stands vendiendo una infinidad de productos de series animadas, sobre todo chapitas y objetos con las que los otakus criollos adornan sus vestimentas. También está el escenario y, más allá, otro pabellón con más stands en los que artistas nacionales venden sus creaciones. Rápidamente el lugar comienza a llenarse y aprovecho de fotografiar a los cosplayers, personas que se disfrazan de personajes de anime y comics, cuyos trajes, la mayoría de las veces, son confeccionados artesanalmente por ellos mismos o por sus conocidos. Logro identificar solamente a algunos personajes de series icónicas como Hunter X, Dragon Ball o Inuyasha. Jassu me aclara, uno a la vez, el resto de los disfraces.

Nos adentramos por el pasillo de artistas nacionales y, mientras preguntó sobre material de algunos mangas que actualmente sigo, llama mi atención un stand con propagandas de My Little Pony, «son los bronies«, precisa Jaasu, «fanáticos de My Little Pony, y algunos buscan material para adultos…” Le pido que no me cuente más, para evitar hacerme una imagen mental del propósito de comprar un accesorio porno de ponys bebe. El hentai (género erótico del manga y el anime), de una u otra forma, siempre está presente en este tipo de de eventos, y en prácticamente toda la extensa visualidad otaku.

Frente a otro stand veo a gente aglomerada y a algunos haciendo fila. Intento acercarme para ver qué los atrae: es el lugar de una idol japonesa, es decir, de una actriz o modelo muy popular, que aparecer en revistas y programas de televisión del país isleño. La mayoría de ellas cuentan con clubs de fans.

Me quedo un rato observando a la susodicha ídola lucirse en su puesto, donde se ofrecen fotos autografiadas, mientras la gente se agolpa para darle la mano y poder tomarse una selfie juntos. Sus movimientos y gestos parecen ser aprendidos de memoria y no deja nunca de sonreír, mientras su staff japonés se comunica con la gente, calculadora de por medio.

Al rato nos dirigimos con Jaasu al área de videojuegos, en una zona hay varias maquinas Arcade, con juegos de pelea y algunos juegos retro, como el Pacman y el Galaga. También diviso las modernas consolas para el hogar, con sus clásicas Super Nintendo y Nintendo 64 (la que acaba de cumplir 20 años de su lanzamiento). En medio de un gran espacio libre, veo gente que danza al ritmo de un juego de baile. Le pregunto a Jaasu si es que es una especie de concurso. Me dice que no, que bailan porque quieren bailar, así de simple. La música es otra variante más de lo que parece ser una comunidad con un definido estilo de vida, incluso, ahora se escuchan y atesoran los soundtracks de diversos videojuegos, y hasta existe un estilo musical inspirado en estos, las chiptunes, piezas musicales creadas con melodías en 8 bits, en referencia a la temprana tecnología de sintetizadores que amenizaba los primeros juegos de video.

Al final de la jornada, y ya agotado de tantos estímulos, sobre todo visuales, pienso en esta subcultura que parece ya haber permeado considerablemente a no sólo gran parte de nuestra juventud, pues, como ejemplo, pude ver mucha gente que asistió con sus hijos e incluso a familias completas haciendo cosplay, en un evento que ya desde hace un tiempo se realiza 2 veces al año, y esto sin contar la gran cantidad de eventos de este tipo más pequeños que se realizan tanto en la capital como en el resto del país, y que cuentan con un público bastante fiel.

 

 

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