Blitzkrieg

Como los nazis al fin de la guerra, sus vástagos criollos han desatado una contraofensiva relámpago contra los pueblos de Chile. Ha logrado algunos éxitos iniciales pero fracasará. Gabriel Boric será el próximo Presidente de la República. Para continuar abriendo cauce a lo iniciado el 18-O.

Por Absalón Opazo

27/11/2021

Publicado en

Chile / Columnas / Política / Portada

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Por Manuel Riesco, vicepresidente Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, Cenda

A partir del 18 de octubre del año 2021 la derecha ha desplegado todo su considerable poderío económico, mediático y político. En una contraofensiva que intenta frenar la arrolladora irrupción popular y democrática que se viene desplegando desde el 18-O. 

Al igual que sucedió en el plebiscito y elección de Convencionales, la conducción de la derecha fue asumida por su fracción más reaccionaria. Con inusitada facilidad que revela la influencia de padrinos poderosos. El denominado “frente del rechazo” de indisimulada estrategia golpista, aparece ahora encabezado por un nazi de tomo y lomo, oriundo de la localidad de Paine, donde su familia estuvo involucrada en crímenes y desapariciones tras el golpe.

Como en la contraofensiva nazi de las Ardenas en diciembre de 1945, sus émulos locales han movilizado todos los efectivos que aún controlan, instituciones, partidos, brigadistas, medios, publicistas, bots, ideólogos, opinólogos y de un cuanto hay. Así se han logrado rearmar tras sus desastrosos resultados en el plebiscito y elección de la Convención. Han conseguido algunos éxitos iniciales importantes. 

La derecha ha logrado reducir a un mínimo sus pérdidas en la elección parlamentaria. Quedó rasguñando el tercio de la Cámara, donde la coalición de izquierda logró un avance espectacular subiendo su representación a cerca del doble, quedando como la segunda bancada más poderosa. El Partido Comunista fue el que más creció, casi duplicando su votación partidaria, y subiendo su representación parlamentaria a 12 diputados y 2 senadores, la principal en esa coalición tras la debacle de los partidos de la exConcertación, que perdieron un millón de votos y redujeron la suya a la mitad, pero aún así mantienen una presencia importante. 

En el Senado, que aumentó el número de sus miembros de 43 a 50, la derecha tuvo suerte. Aunque la oposición la superó por un 50% en votos y eligió 14 senadores, la derecha logró elegir 13, y esa diferencia resultó menor a la que había entre los que hacen dejación del cargo, quedando finalmente las fuerzas en equilibrio. 

Ha llamado la atención, asimismo, que otras candidaturas de dudosa naturaleza lograron ahora una presencia electoral significativa y con el nuevo sistema proporcional lograron elegir algunos diputados. Sin embargo, ello no constituye novedad, puesto que fenómenos similares sedujeron a alrededor de un quinto del electorado en todas las elecciones desde el retorno de la democracia, misma proporción que sumaron el mismo par de candidatos, el año 2013 y ahora. 

En la batalla principal, la ultraderecha logró que su candidato presidencial pase a segunda vuelta en primer lugar, por nariz. Lo más grave es que tras la elección, las fuerzas populares quedaron momentáneamente sorprendidas y a la defensiva. 

Hasta ese momento la oposición de centro e izquierda había logrado mantener la iniciativa. Principalmente en la histórica acusación constitucional contra el Presidente de la República, aprobada por la oposición en la Cámara de Diputados, y una mayoría del Senado. Aunque no logró conseguir los dos tercios allí requeridos, la oposición evidenció un nivel de unidad y mística no logrado en mucho tiempo, y propinó un fuerte golpe político al Presidente y a la derecha, aparte de asumir la indispensable superación de la crisis política nacional.

Paralelamente, la Cámara aprobó por mayoría abrumadora un cuarto retiro de fondos AFP, y estuvo a un voto de aprobarlo en general en el Senado. La continuación del trámite de esta reforma puede ser una manera de retomar la iniciativa. Estas dos medidas cuentan con el apoyo abrumador de la ciudadanía, y la segunda constituye un duro golpe al ahorro forzoso, el principal abuso contra el pueblo trabajador, y se hace más imperiosa a cada momento para evitar que se interrumpa la recuperación económica, aún frágil e incompleta.

En esta vuelta, sin embargo, casi medio millón de personas del pueblo que votaron Apruebo en el plebiscito, no concurrieron a votar o no lograron hacerlo. 

Es sabiduría milenaria que la historia de las diferentes sociedades discurre en una constante tensión entre el pueblo trabajador y las élites. En el curso de la misma los de abajo irrumpen de tanto en tanto masivamente en el espacio político, para hacerse respetar. Y también resuelven así las constantes pugnas en el seno de los de arriba, en favor de las fracciones dispuestas a realizar las reformas necesarias para que la sociedad en su conjunto continúe su avance en un sentido de progreso. 

La ciencia social del siglo XIX lo resumió en el célebre dicho de Marx y Engels, que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. De este modo los pueblos hacen su historia, escribieron. Pero no como se les viene en gana, agregaron, sino en el marco de lo que en cada momento requiere y permite el nivel de su desarrollo. Dicho complemento fue confirmado de modo espectacular a finales del siglo XX. 

Lo anterior es ampliamente conocido y Eric Hobsbawm lo considera uno de los mayores acervos de la historiografía y sociología. No es tan conocido, en cambio, el gran descubrimiento de la ciencia política clásica: el hecho que las irrupciones populares siguen un curso cíclico. Con largos períodos de calma chicha, otros de ascenso lento y culminan en años de actividad desplegada. Y que ésta sólo amaina tras conseguir sus objetivos principales. Dicho descubrimiento fue destacado por nuestra notable y estudiosa Marta Harnecker, fallecida hace poco sin el reconocimiento que se merece una de las tres mujeres nacidas en estas tierras cuyas obras se encuentran entre las más difundidas a nivel mundial.

El movimiento cíclico es bien conocido en la naturaleza, pero asimismo y por motivos similares, es propio de masas de millones de personas que toman decisiones individuales que se van influyendo mutuamente y terminan confluyendo en una determinada dirección y sentido. Más tarde se revierten en el sentido opuesto, obviamente, puesto que de lo contrario acabarían saltando por los aires o hundiéndose definitivamente. Esta forma de movimiento cíclico se ha evidenciado y fue descubierta en el siglo pasado, en las dos actividades humanas más importantes, su comportamiento económico y político. 

En ambos casos se trata de un movimiento muy complejo, por cierto, puesto que es el resultado de millones de fuerzas individuales que se mueven al mismo tiempo en todas direcciones y sentidos y sólo confluyen en una u otro por circunstancias múltiples que se sobreponen y a su vez se determinan unas a otras. Típicamente, además, al igual que las grandes corrientes marinas, las mareas y el oleaje, se mueven simultáneamente en planos diferentes, muchas veces en direcciones distintas y sentidos opuestos. 

Pero así se mueven las grandes masas, en ciclos recurrentes que se suceden unos a otros hacia arriba y luego hacia abajo, describiendo una trayectoria larga asimismo cíclica. La economía desarrollada, por ejemplo, a lo largo de dos siglos se ha elevado en una sucesión de más de 30 ciclos de período inferior a una década, que a su vez se inscriben en una trayectoria cíclica de largo plazo que hasta el momento evidencia cinco grandes oscilaciones. Apropiadamente hoy se los denomina “ciclos seculares” y el último, que se inició con el siglo XXI, se encuentra actualmente a medio camino en su fase de recuperación. Para complicar las cosas, las economías emergentes se mueven en perfecta sincronía con los anteriores, pero  en el largo plazo al revés, es decir, suben cuando los desarrollados oscilan hacia abajo y viceversa cuando se recuperan. 

Obviamente, frente a la evidencia de un fenómeno de esta magnitud gigantesca, resulta insensato no tomarlo en cuenta al intentar comprender y actuar sobre el movimiento económico cotidiano. Del mismo modo, la ciencia política clásica acuñó el concepto de “cretinismo político” para definir la insensatez de no considerar estos grandes ciclos en el estado de ánimo del pueblo, al momento de definir estrategias y tácticas políticas.

La gran pregunta, por lo tanto, es si los éxitos iniciales conseguidos por la poderosa contraofensiva relámpago de la derecha, reflejan un cambio de tendencia en el ciclo de actividad política popular. Si acaso lo ocurrido demuestra que, tras un período de gran agitación, el restablecimiento del orden ha pasado a primer plano, como pretenden convencer sus publicistas. 

O bien, si lo sucedido se sustenta en un reflujo momentáneo, tras dos años de actividad desplegada en medio de la pandemia. Como una marea que sube y baja, sin afectar para nada la dirección ni sentido de las grandes corrientes marinas. O cómo el oleaje que va y viene a cada instante por encima de ambos.

A juicio de este autor, lo primero resulta muy poco probable. El ciclo de actividad política del pueblo iniciado el 18-0 parece todavía muy incipiente y no ha logrado aún ninguno de sus objetivos principales. Sin duda la elección y marcha de la Convención Constitucional es un logro gigantesco, pero para resolver la crisis política nacional se requiere además un gobierno y un parlamento con la misma orientación. Y, principalmente, requiere realizar las reformas necesarias que el país requiere y el pueblo exige.

De hecho, nadie cree seriamente en ese diagnóstico de cambio de tendencia profunda, excepto quizás algunos de quiénes lo proclaman desde titulares, columnas de opinión y sesudos análisis. La derecha más reaccionaria, con vinculaciones al interior de un sector de las FF.AA., de hecho no lo cree y está tan sorprendida como todos de la profundidad de su contraofensiva. 

Uno de sus financistas más conocidos lo ha declarado francamente. Dió su decisivo respaldo al candidato del rechazo, no para lograr que salga elegido, lo que considera imposible. Por el contrario, precisamente para que pierda y gane la izquierda, agudizando así las contradicciones para generar un ambiente que finalmente convenza a las FF.AA. de aventurar un nuevo golpe. Estiman que una intervención militar es el único camino posible para frenar el continuo despliegue de actividad política popular, al igual que el 11 de septiembre de 1973.

La otra estrategia de la derecha y del gran empresariado, más sensata que la anterior aunque fracasó en esta vuelta, tampoco cree que la movilización popular haya revertido su curso ascendente. Su apuesta era evitar que ganara la izquierda logrando que pasara a segunda vuelta la candidata DC, que si tenía visos de poder derrotar a la izquierda en segunda vuelta con el apoyo soterrado de la derecha, como sucedió recién en la elección del gobernador de la Región Metropolitana. Se aseguraría de ese modo un curso más moderado al proceso, como se logró con Frei Montalva en 1964.

Por lo antes dicho, las líneas que siguen continúan bajo el supuesto más probable, que el ciclo de actividad política popular desplegada, iniciado el 18-O, continuará durante varios años, tal como sucedió en los dos ciclos anteriores, el iniciado a mediados de los años 1960 y el que se inició en 1983.

El factor subjetivo

El ciclo de actividad política del pueblo es un movimiento pesado, de millones de personas, cuyo sentido ningún individuo o grupo de individuos, por poderoso que sea, es capaz de frenar o revertir bruscamente, a lo más se puede alterar levemente. Por eso mismo, sin embargo, resulta posible conducirlo, del mismo modo que un pequeño timón es capaz de desviar, leve y gradualmente, en una u otra dirección, el rumbo que sigue un pesado transatlántico. 

La política es la ciencia y el arte que orienta el manejo de dicho timón. No hay nada más serio que esto, puesto que puede determinar si el rumbo escogido salva o choca con los escollos, evita o cae en los precipicios, que inevitablemente se interponen en su camino. La ciencia política clásica afirma que el ciclo es una cuestión objetiva, pero el curso que siga puede depender decisivamente de lo que denomina el factor subjetivo, es decir, la fuerza política capaz de convertirse en ese pequeño timón. 

La experiencia histórica del siglo XX enseña además que dicho timón puede ser empuñado no sólo por los partidarios del progreso, para esquivar inevitables escollos y precipicios, sino también por las fuerzas más oscuras de la sociedad, que la acaban precipitando en ellos.

La construcción de una conducción política

Las fuerzas progresistas y particularmente la izquierda chilena, tienen una riquísima experiencia de conducción de las sucesivas irrupciones masivas del pueblo en política, que se han sucedido a cada década en promedio, a lo largo de un siglo. Han tenido aciertos de alcance universal y también trágicos errores. Los últimos, como se sabe, incluyen episodios de cretinismo político de “izquierda”. Es decir, pretender continuar avanzando como si nada cuando el ciclo de actividad popular ya empieza a amainar.

Hasta ahora, las fuerzas progresistas y la izquierda chilena han sabido desplegar la ofensiva de modo brillante. Así lo hicieron durante la gran irrupción popular que, incluyendo por vez primera al campesinado en masa, se desplegó desde mediados de los años 1960 hasta inicios del año 1973, y que por ello merece con justicia el nombre de Revolución Chilena. 

La Democracia Cristiana (DC), apoyada desde la oposición por la izquierda, supo encabezar y encauzar su primera fase, y la Unidad Popular y el Presidente Allende, asimismo apoyados desde la oposición por la DC, encabezaron con determinación su fase decisiva. Así lograron completar irreversiblemente las reformas necesarias en ese tiempo, principalmente la reforma agraria y la nacionalización del cobre. 

Sin embargo, la izquierda no acertó a pasar a la defensiva cuando, completadas estas tareas, el ciclo de actividad popular evidentemente empezó a mostrar signos de cansancio tras las elecciones de marzo de 1973. No alcanzó a dar a tiempo ese necesario viraje estratégico para evitar el golpe. 

En el ciclo político popular siguiente, iniciado con la gigantesca protesta del 11 de mayo de 1983, y que se extendió hasta acabar con la dictadura en 1990, sucedió a la izquierda algo parecido. Supo desplegar la ofensiva de modo valiente, decidido, amplio y efectivo, incluyendo por primera vez el despliegue de todas las formas de lucha. Pero, demoró demasiado en dar el necesario viraje cuando, en 1987 y gracias precisamente a todo lo anterior, se logró imponer una vía plebiscitaria para acabar la dictadura, el objetivo principal de ese momento. Logrado aquello, la ola de movilización popular empezó a amainar, tras varios años de lucha heroica y dolorosa. 

Hay que decir que si en el primer caso el error mencionado fue de cargo de uno de los dos grandes partidos populares históricos, en el segundo corrió por cuenta del otro.

El período de calma chicha que sobrevino tras acabar la dictadura en 1990 ha sido el más largo en un siglo. Se extendió a lo menos hasta el año 2006, cuando los «pingüinos» y otras movilizaciones sectoriales y regionales hicieron sonar la campana que anunciaba que nuevamente el ciclo de actividad política del pueblo empezaba su lento curso de ascenso.

Este hecho, principalmente, unido a toda una serie de acontecimientos mundiales, entre ellos nada menos que la caída del socialismo, dio pie a que se extendieran ampliamente en la izquierda toda una serie de teorías, que en mayor o menor medida coincidían en que se habían terminado las clases sociales y su lucha constante y, para qué decir, las revoluciones. 

Por lo general estas teorías eran continuadoras del subjetivismo dieciochesco, y del idealismo hegeliano puesto que tuvieron su expresión máxima al resucitar Fukuyama la idea del fin de la historia tras la batalla de Jena. Científicos, gurúes y charlatanes chilenos hicieron destacados aportes a algunas de estas formulaciones, que difundieron en charlas motivacionales dirigidas con especial énfasis a los sindicatos. 

Pero sin duda el mayor abandono teórico de la izquierda fue en el plano de la política. Ésta se redujo a la medida que hicieran posible los acuerdos, de parlamentarios elegidos por el sistema binominal con senadores designados y atribuciones limitadas, establecidos en la constitución pinochetista de 1980. 

Sus voceros se convirtieron en expertos internacionales en transiciones post dictatoriales. El máximo genio político de la transición llegó a postular que la reforma agraria se pudo haber logrado en acuerdo con los latifundistas. Un exdirigente juvenil revolucionario de los años 70 declaró que intentar cambiar la constitución era fumar opio. No fue el único. Autoridades de izquierda del último gobierno argumentaban explícitamente que la eventualidad de estallidos sociales no podía servir de base para definir consignas políticas. Todo ello en vísperas del 18-O, día en que otro ex alto funcionario, de un partido de centro, remató las cosas con el cómico “esto no prendió cabros”. 

Todas estas circunstancias explican por qué la izquierda había abdicado de desplegar la ofensiva durante la nueva fase de alza de la actividad política popular, la que resultaba bien evidente desde hace más de una década. De este modo, la izquierda chilena había perdido la gran cualidad que la distinguió en el mundo durante el siglo XX, su capacidad de encauzar las irrupciones populares y realizar las reformas necesarias, por cauces democráticos.

La abstinencia de desplegar la ofensiva cuando el ciclo popular iba al alza, ha sido practicada con fanatismo religioso, desde luego por los partidos progresistas y de izquierda que conformaron la Concertación. Los que más se resisten son los mismos que en tiempos pasados denigraron y rechazaron los prudentes esfuerzos del Presidente Allende y los comunistas de llegar a entendimientos con la oposición de entonces, para evitar el golpe. Pero ello sucedió también durante el gobierno de la Nueva Mayoría (NM), el que evidentemente no estuvo a la altura de las circunstancias. 

El pueblo castigó duramente a toda esa coalición, que incluía a los dos partidos populares históricos, PC y PS, la que a partir de ese momento perdió la conducción del proceso. En su reemplazo, como siempre sucede cuando las fuerzas políticas existentes no son capaces de asumir la conducción del alza en la participación política popular, otros surgen en su reemplazo. En Chile desde el movimiento estudiantil surgió el Frente Amplio, que en ese momento sí empuñó con fuerza las banderas de las reformas necesarias abandonadas por la NM. 

Dio la gran sorpresa en las elecciones del año 2017, cuando su candidata presidencial, Beatriz Sánchez, una reconocida periodista sin trayectoria política previa, logró prácticamente empatar en primera vuelta con el de la coalición gobernante, y eligió una importante bancada parlamentaria. Apoyados en el alza popular, quienes en ese momento eran un grupo de muchachas y muchachos equiparan así a la poderosa coalición que había dirigido toda la transición, y que en ese momento incluía hasta los comunistas. 

Tras el 18-O, el joven Frente Amplio, junto a los comunistas y otras fuerzas, conformó Apruebo Dignidad, que en la Convención Constitucional logró una bancada que superó a la antigua Concertación e igualó a la derecha. Tras una espectacular primaria, esta coalición tuvo un alza fenomenal en las elecciones parlamentarias recién pasadas y su candidato Gabriel Boric ha pasado a segunda vuelta presidencial.

Esa coalición de izquierda ha resistido con firmeza múltiples intentos diferentes por dividirla, que se vienen sucediendo sin pausa desde el mismo momento en que se formó, y adquieren en este momentos rasgos histéricos, intentando manipular cada palabra o gesto que consideren útil a esos propósitos. 

Sin embargo, hay que considerar que tanto en la Convención como en las recientes elecciones, surgieron nuevas fuerzas y figuras por la izquierda de Apruebo Dignidad, que en la Convención eligieron una bancada más numerosa, y en la reciente elección senatorial la solitaria candidatura independiente de Fabiola Campillay sacó la mitad de los votos que esta coalición.

Sin duda la coalición Apruebo Dignidad ha cometido varios errores, como no haber tenido mayor flexibilidad en aceptar sin remilgos un precipitado intento de acercamiento que con muy poca convicción hizo el Partido Socialista (PS) para primarias presidenciales. Pero ello está siendo reparado a sobremarcha por estos mismos días.

El fortalecimiento de la coalición de izquierda parece indispensable, conveniente e inminente. En primer lugar, ciertamente, corresponde explorar la incorporación de las fuerzas políticas de izquierda de la exConcertación, que han manifestado una disposición favorable. Pero lo mismo parece válido para la Democracia Cristiana. La “unidad política y social del pueblo”, célebre consigna en 1970 de Tomic parece adecuada para Boric. 

Lo que importa no es sólo la amplitud de la coalición sino principalmente su contenido. Las alianzas siempre deben ser lo más amplias posibles, no hay aliado despreciable. La fuerte presencia de la izquierda hoy, en el pueblo, en la Convención, en el Parlamento y eventualmente a la cabeza del Gobierno, le permite ampliar su alianza sin temor a perder la conducción de la misma. 

El problema es principalmente la insuficiencia de su contenido. El programa que la izquierda ha propuesto al país a todas luces parece insuficiente respecto a las principales reformas necesarias.

Entre algunos asesores del candidato de Apruebo Dignidad parece predominar la idea que para crecer hay que “ganar el centro”, precisamente en el momento en que el centro es el único sector cuyo apoyo popular ha caído en picada. Y para hacerlo creen que hay que moderar su programa, diluyendo las reformas necesarias cuando hay condiciones para realizarlas. Es decir, precisamente lo que desafectó al pueblo de los partidos de centro. 

La tesis de que el derrumbe del centro representado por la Concertación se debe a las personas que lo encarnaron, y que basta reemplazarlos por otros, no puede ser más equivocada. Los dirigentes de centro izquierda son por lo general políticos inteligentes, cultos, experimentados, responsables, de trayectoria conocida y por lo general muy respetable. En el caso de los dirigentes de partidos de izquierda, esa trayectoria incluye haber apoyado al gobierno del Presidente Allende. Todos los dirigentes de la Concertación mantuvieron una actitud digna durante la dictadura. En los hechos, se trata efectivamente y como ellos mismos se consideran, de una notable generación de dirigentes que ya se quisiera cualquier proyecto político.

El problema de la Concertación no se debe a los defectos de quiénes lo condujeron o la edad que tienen, sino a las equivocadas estrategias y tácticas que siguieron. ¿Cuál fue su error? ignorar que “no tiene excepción en la historia la ley que lleva a los pueblos a la hecatombe cuando retardan una evolución necesaria”, como dijo el presidente Arturo AlessandrI Palma, gran político chileno de la primera mitad del siglo XX.

Es precisamente lo que debe tener presente la amplia coalición que por estos días se está conformando para conducir el nuevo gobierno. Su deber ineludible es apoyarse en el pueblo movilizado para realizar las reformas necesarias con la determinación de Salvador Allende. Su fracaso en esta tarea no acabaría con el descontento, sino podría regalarlo a la canalla fascista.

La contraofensiva derechista fracasará 

La contraofensiva derechista se ha encontrado desde el primer instante con una fuerte resistencia popular y política. En el poco tiempo transcurrido desde la elección, se han venido sucediendo uno tras otro, día tras día, hora tras hora, minuto a minuto, pronunciamientos de los más diversos sectores sociales y políticos, de todos los pueblos, de todas las generaciones, de todos los sexos, de todas las ciudades y regiones, a lo largo de todo el país, en rechazo al candidato ultraderechista y en apoyo incondicional al candidato de izquierda, Gabriel Boric, en la segunda vuelta de la elección presidencial.

Todas y todos los candidatos presidenciales opositores expresaron desde el primer momento su apoyo incondicional. Los partidos opositores han hecho lo mismo, encabezados por el Partido Socialista (PS) varias de cuyas figuras ya proclamaron su apoyo en primera vuelta. La única excepción es la Democracia Cristiana (DC), que probablemente hará lo mismo en breve, pero su candidata presidencial, su presidenta y los parlamentarios y figuras más respetadas de ese partido, fueron los primeros en manifestarse. 

Las principales figuras políticas de la oposición, encabezadas por el expresidente Ricardo Lagos, y la expresidenta y alta comisionada de Naciones Unidas, Michele Bachelet, por intermedio de sus voceras, han declarado su rechazo tajante al candidato ultraderechista y su apoyo incondicional al candidato Gabriel Boric.

En el movimiento social, las primeras y más activas han sido las organizaciones feministas, que acordaron su rechazo al fascismo y su apoyo a Gabriel Boric en una asamblea virtual con miles de participantes en línea, y al día siguiente fueron las primeras en manifestarse en las calles bajo el lema ”Feminismos contra el fascismo” y “Somos más, ni un paso atrás”. Su firme actitud logró de inmediato la renuncia al partido fascista de uno de sus diputados recién electos, que se había manifestado con grosería contra las mujeres. Un intento del émulo nazi que encabeza a la derecha de entrar a una población popular fue correteado por mujeres, con insultos, escupitajos y pedradas.

Izkia Siches, hasta ese minuto presidenta del Colegio Médico y una de las figuras del movimiento social más importantes en la actualidad por su participación en la lucha contra la pandemia, ha renunciado a su cargo gremial para asumir la coordinación de la campaña de Gabriel Boric. El presidente de los trabajadores de CODELCO, la gran minera estatal, fue el primer dirigente sindical en manifestarse, la noche misma de la elección, en rechazo al fascismo y dando su apoyo decidido a Gabriel Boric. Su ejemplo está siendo seguido por las más importantes organizaciones de trabajadores, encabezadas por el movimiento NO+AFP.

Los artistas e intelectuales más queridos y de mayor prestigio se están manifestando a cada instante. Las redes sociales hierven en pronunciamientos y todo tipo de ingeniosas, divertidas y técnicamente elaboradas manifestaciones espontáneas de rechazo al fascismo y su candidato, y de apoyo a Gabriel Boric.

Hasta los economistas han reaccionado de manera bastante notable, encabezados por los más respetados, el expresidente y el ex jefe de estudios del Banco Central, Roberto Zahler, y Ricardo Ffrench-Davis, ambos de tendencia DC, así como la decana de economía de una universidad privada ligada a la derecha, Andrea Repetto, y el destacado presidente de la Comisión Anticorrupción de la Presidenta Bachelet, Eduardo Engel, que se han incorporado al Comando de Gabriel Boric. La candidatura de izquierda, por su parte, ha respondido de gran manera, con amplitud y sin sectarismo alguno, como corresponde, a todas estas decisivas manifestaciones de apoyo. 

Esta avalancha de respaldos debería motivar al medio millón de electores populares del Apruebo que no votaron en primera vuelta, a concurrir a la segunda. Eso es lo decisivo puesto que la victoria no depende de los empresarios o votantes del centro, sino de estos jóvenes votantes populares. 

Como dijo recientemente Pablo Iglesias, líder de Juntos Podemos de España, Gabriel Boric será el próximo Presidente de la República. Como tal, conducirá con la determinación de Allende a la más amplia coalición de gobierno en la historia de Chile, para junto a la Convención Constitucional, realizar las reformas necesarias que tan bien fueron definidas por la más auténtica triunfadora de las recientes elecciones, la honorable Senadora Fabiola Campillay, que al expresar su apoyo a Gabriel Boric declaró:

“Me abocaré a los temas principales planteados por la revuelta: pensiones dignas, fin a las AFP, fin al endeudamiento educativo, salud y educación gratuita y de calidad, la recuperación de los recursos naturales, y por supuesto la justicia y reparación de las víctimas de la represión y la libertad de los presos políticos”. Clarito, ahí está todo. No se necesita un doctorado para entenderlo ni para explicarlo. Es lo que hay que hacer, el resto viene por añadidura.

La maniobra desesperada de la derecha fracasará. Ciertamente no logrará alterar el curso estratégico del avance popular. Mucho menos impedir la inevitable realización de las reformas necesarias que el país requiere y el pueblo exige. Para acabar con los abusos y corregir las distorsiones de la restauración oligárquica que se inició el 11 de septiembre de 1973. Para retomar el curso de progreso allí interrumpido de modo sanguinario.

Noviembre 2021

Foto Portada: Jesús Martínez / @revolucion.fotografica

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