Bono de Invierno: Migajas para el pueblo y ganancias para el empresariado

"Esta medida que, en apariencia estaría orientada a mejorar las condiciones de vida de la población, en realidad, sirve para contener el descontento social que se incuba en la mayoría popular, invisibilizando al gran empresariado, el cual no ha dejado de aumentar sus ganancias y quienes son los verdaderos responsables del alza constante de precios..."

Por Absalón Opazo

11/08/2022

Publicado en

Chile / Columnas / Economí­a

0 0


Por Área Ciencias Sociales Profesionales ConVocación

El pasado viernes 5 de agosto comenzó la entrega del Bono de Invierno, anunciado por Boric en el marco del plan Chile Apoya, donde se han agrupado una serie de propuestas que, en sus palabras, buscan apoyar a la población ante la situación de crisis y alzas de precios. El gobierno descartó beneficios universales como el IFE, siendo este bono focalizado la principal medida para paliar la crisis. Según el ministro de Hacienda, el costo de esta propuesta corresponde a US$1.200 millones, y en su anuncio hizo un llamado a la tranquilidad al sector empresarial, pues aseguró que esta transferencia no implicaría un efecto en la inflación.

El Bono de Invierno, que fue aprobado por el Parlamento de forma casi unánime, consiste en una única transferencia monetaria de $120.000 por causante para aproximadamente 7,5 millones de personas, y pretende ir en ayuda de la población que supone ser la más afectada por el aumento del costo de la vida.

Un dinero extra viene bien a cualquier familia en este contexto. Sin embargo, es necesario y urgente develar dos tensiones latentes en este tipo de acciones. Por una parte, este bono es una clara expresión de la Política Social de carácter neoliberal que impera desde hace décadas en Chile, que perpetúa la focalización y el asistencialismo, ya que sólo atenúa una necesidad inmediata y urgente del pueblo, sin remover en ningún grado problemas estructurales que explican el empobrecimiento actual. Por otra parte, esta medida que, en apariencia estaría orientada a mejorar las condiciones de vida de la población, en realidad, sirve para contener el descontento social que se incuba en la mayoría popular, invisibilizando al gran empresariado, el cual no ha dejado de aumentar sus ganancias y quienes son los verdaderos responsables del alza constante de precios.

Migajas para el pueblo: Cuando opera la focalización y el asistencialismo en la política social neoliberal

Históricamente la entrega de bonos y subsidios, por parte del gobierno de turno, ha tendido siempre a promover una lógica clientelar y oportunista, más preocupada de ganar adhesión y votos en vez de resolver problemas sociales. Favorece lógicas individualistas y competitivas en el seno de una mayoría popular que no encuentra salida para hacer “menos cruda” la llegada a fin de mes.

Esta manera de hacer política, que antes era criticada por representantes del progresismo, hoy es implementada por el gobierno del Frente Amplio y el Partido Comunista sin ningún reparo. Quienes trabajamos en el área social vemos cómo estos anuncios, que vociferan los medios de comunicación hegemónicos, generan expectativas en la clase popular y al mismo tiempo provocan gran incertidumbre sobre si lograrán o no cumplir con los requisitos que acrediten condiciones suficientes de pobreza para obtener el bono.

Esto ocurre porque la entrega del Bono de Invierno, como política focalizada, se basa principalmente en instrumentos como, por ejemplo, el Registro Social de Hogares (versión actual de la Ficha CAS de la Dictadura), que reproducen las engañosas premisas neoliberales de hacer más eficiente el gasto público y maximizar los siempre tan escasos recursos estatales, provocando una competencia al interior del pueblo por demostrar quién es más pobre. No obstante, lo que realmente se busca es focalizar hacia quién no es un sujeto con posibilidad real de endeudamiento para los bancos. Además, se aborda la pobreza como si fuera una condición basada exclusivamente en la posibilidad de consumo, por lo tanto, estratificable de forma tecnocrática, y no una condición estructural e inherente en las sociedades capitalistas como la nuestra. En esta ocasión, se entregará el beneficio a las “familias más afectadas por las alzas” cuando sabemos que esta es una realidad generalizada y compartida por toda la clase trabajadora, por quienes vivimos de nuestro trabajo, sin excepción.

Si miramos críticamente esta medida, la apuesta del gobierno es completamente insignificante frente al empobrecimiento extremo que vivimos como clase trabajadora producto del aumento del costo de la vida en los últimos meses. Ya no son $30, es el alza de todos los precios que día a día aumentan el gasto de las familias del pueblo, con productos y servicios básicos y vitales cuyos valores están cada vez más altos, como es el caso de la parafina, aceite, carne, pollo, verduras, frutas, gas, bencina, incluso el pan.

Según la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE (2016-2017), incluso antes de la crisis producto de la pandemia, los primeros cuatro quintiles de la población (es decir, un grupo mucho mayor al que la política focalizada llega) tenían más gastos que ingresos. Imaginemos cómo se agudizó esta situación luego de la crisis y el alza generalizada de los precios, donde la deuda -particularmente aquella adquirida con casas comerciales que suelen ofrecer las condiciones de préstamo más abusivas- se ha convertido en uno de los principales medios para adquirir alimentos en este sistema.

Gasto e ingreso disponible per cápita promedio mensual del hogar (2016-2017) / Fuente: Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF, julio 2016 – junio 2017), elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Respecto a los salarios, el pasado viernes 5 de agosto, el Índice Real de Remuneraciones que elabora el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) registró nuevamente una caída, lo que implica que el alza en la inflación ha dejado la capacidad de compra de los salarios en su nivel más bajo en los últimos 33 meses. ¿Qué alcanzaría entonces a costear el pueblo con $120.000 hoy? Nada más que deudas acumuladas o subsistir con lo mínimo.

De esta forma, la política social de entregar bonos y, en especial el “Bono de Invierno”, convierte al Gobierno de Boric en cómplice de las contradicciones e injusticias propias de este sistema capitalista neoliberal que rige en Chile, donde las mercancías, que son producto del trabajo del pueblo, no se pueden comprar con lo que el pueblo obtiene de su propio trabajo. Esto es resultado de un sistema que organiza la producción en función de garantizar la ganancia permanente para unos pocos, en desmedro de las necesidades fundamentales para la vida de la mayoría.

Lo cierto es que, si bien este bono pareciera estar orientado al beneficio de los sectores populares, si lo analizamos con mayor detenimiento podemos evidenciar que lo que hace realmente es resguardar los intereses del gran empresariado.

En las crisis del capitalismo, motivados por su sed de ganancias, los empresarios generan alzas de precios y mantienen los sueldos bajos, lo que provoca un riesgo de subconsumo, es decir, que los productos no encuentran un mercado efectivo donde venderse. Bajo esa mirada, los bonos del Estado permiten reactivar el consumo de las familias, las que seguramente utilizarán esta plata para comprar mercadería en cadenas de supermercados, así como también para pagar deudas de servicios básicos como luz, agua, arriendo o del retail, entre otros problemas que hoy afectan a los trabajadores y trabajadoras. Finalmente, el dinero volverá a las arcas del empresariado, quien tiene el monopolio del abastecimiento.

A pesar de que el capitalismo se jacta de la libertad de competencia, donde supuestamente diversos actores pequeños y grandes compiten en el mercado en igualdad de condiciones, sabemos que la acumulación de la riqueza siempre se ha concentrado en unos pocos. Es innegable que hoy existe un monopolio privado del abastecimiento para la población: son quienes controlan la oferta y las alzas desmedidas de todos los productos.

En ese sentido, se oculta e invisibiliza la enorme distancia que separa a ricos y pobres, cuya brecha se ha acrecentado en el contexto de crisis económica por la pandemia (Forbes, 2022). Según datos de la Fundación Sol (2022) mientras el 1% más rico concentra el 49,6% de la riqueza total del país, el 70% de los trabajadores en Chile gana menos de 550 mil pesos. Mientras, en un lado existe una minoría que acumula riquezas monopolizando y especulando con precios de alimentos y necesidades básicas; al otro lado, están quienes intentan subsistir con trabajos precarios y sueldos miserables, recibiendo bonos que se convierten en migajas ante una condición de pobreza permanente, que hoy se ve agudizada.

El Bono de Invierno, como una expresión más de esta mezquina Política Social neoliberal, no cambia en nada la situación de empobrecimiento del pueblo, por el contrario, su real trasfondo es garantizar las condiciones de consumo que aseguren la acumulación del gran capital privado, y sobre todo, mantener a raya ese descontento y malestar social latente. Todo para evitar que se desate nuevamente la fuerza del pueblo.

¡Porque no queremos seguir siendo trabajadoras y trabajadores profesionales acríticos y funcionales a este sistema!, debemos organizarnos y denunciar desde la vereda popular las injusticias y la gran precariedad que vemos día a día en nuestros lugares de trabajo y en los rostros del pueblo.

profesionalesconvocacion.com

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones