Contra el roteo

Se rotea al pobre y a la pobre que votaron rechazo en el plebiscito de salida. Les rotean quienes votaron apruebo y se involucraron en esa militancia electoral. Les rotean, es decir les llaman y declaran rotos. Para eso se instalan en una no rotedad absoluta, en la enteridad de quien no es ni está roto.

Por Pealo Carvallo

18/09/2022

Publicado en

Chile / Columnas

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Rotear lo puede solo quien se siente entera, completa, sin fisuras ni fragmentos. Rotear es verbalizar en una palabra una posición de clase, de cultura y de conocimientos que en la persona roteada están falladas, incompletas, fisuradas, hechas trizas.

Roteaban antes la aristocracia chilena, disfrazada de huasa en el campo, de señoritos y señoritas en la ciudad, susmercedes en el campo, dones y doñas en la ciudad. Derrotado el remanente de esa aristocracia por la revolución iniciada en octubre de 2019, rotea ahora la burguesía urbana, clasemediera, universitaria, de colegio subvencionado. Rotean siempre al mismo sujeto: a quien se considera por debajo en lo social y cultural y a la vez obligado a seguir las indicaciones de las personas enteras.

Rotos pues porque no obedecen a las esperanzas, deseos y órdenes del enteraje que manda y gobierna. En Chile, rápidamente la élite se reacomodó tras la revuelta de 2019 y, Estado mediante, incorporó a una joven y nueva, heredera también, clase media culta, que ordenó, sin hacer ningún esfuerzo para convencer, que debía votarse apruebo en el plebiscito de salida.

El rotaje no hizo caso y por esa insumisión se le llamó rotos y rotas, nombre, apelativo que implicaba también la idea de traición, lo que era una traducción heroica del más descarnado apelativo de “desobediencia”.

Los rotos y las rotas lo son porque no están atados, no obedecen, han cortado el lazo de sumisión. Traicionan entonces a quien manda y su mandato. Rotos/as quienes no se someten, no asumen lo bueno que se les recomienda –como orden, y prefieren a veces quedarse con lo malo conocido solo para demostrar que llegado el caso están y son rotos y no hacen caso.

Rotos a quienes solo se les ha homenajeado en su calidad de soldados, carne de cañón para la muerte patria a pecho descubierto y vino en los labios. Rotos roteados por la clase media educada desde que Condorito usaba muy rotos grafitis para condenar al Roto Quezada mediante el nombrar como roto.

Rotos y rotas los maleducados, esas personas que a propósito y ladinamente entienden mal lo que se les dice, malinterpretan todo. Rotear es personalizar la ignorancia, el desconocimiento, la mala educación y el ser maleducado que son cosas parecidas, pero no lo mismo. Rotean entonces los bien educados con conocimiento y saber que recibieron buena educación.

Sobre todo, roto y rota quien no hace lo que se espera de ella, quien hace otra cosa, distinta, solo por joder, por escapar, por decepcionar, para reafirmar su rotez en el abandonar la expectativa de quien ha instruido y señalado el deber y el camino. Rotea el obediente, el mandante, quien no se descarrila, quien cumple las expectativas.

Rotear es colocarse en el campo de la autoridad, es quitar el puesto a la aristocracia y oligarquía local para señalar lo justo y lo correcto. Quienes apostaban por una nueva constitución de derechos, feminista, medioambiental, indigenista, en su dolor dejan escapar el roteo como una descarga emocional engañosa. Engañosa porque es un aprendizaje directo del rancio clasismo y conservadurismo chilenos (que tiene sus versiones en toda Latinoamérica, no olvidemos el “no te juntes con la chusma, Kiko” de doña Florinda), que era justamente lo que quería abolir la propuesta constitucional derrotada en el plebiscito de salida.

Rotear es colocarse en el lado conservador y autoritario de la vida, es recrear el fondo cultural de la constitución de Pinochet en la explosión emocional de la frustración en la derrota. Derrota que tiene responsabilidades bien claras, puesto que para eso había comandos que dirigían la campaña, Gobierno que gobierna y mesas directivas de la Convención que debían comunicar y resolver la comunicación política del texto propuesto. Fallaron, coincidentemente tres instancias que tenían la misma impronta política: el progresismo gobernante. Las responsabilidades políticas y comunicacionales de la derrota tienen nombres y apellidos, ninguno de ellos es de un/a roto/a.

Contra el roteo, me declaro contra el roteo- Si se insiste en el roteo, ese nombramiento clasista, racista, conservador, discriminador, autoritario, me llamaré roto a mí mismo, por desobediente, rompedor de los lazos del mandato y la obligación, rompedor del látigo que oprime, de la obediencia debida al que sabe más sólo porque sabe más. En vez de rotear es más saludable asumir que no se convenció, y que deben asumir esa responsabilidad quienes tenían el conocimiento, los recursos, la institucionalidad y se mostraron prescindentes, neutrales a beneficio del rechazo. Contra el roteo, responsabilidad.

Por Pelao Carvallo

9 de septiembre de 2022

Integrante del Grupo de Trabajo Clacso ‘Memorias colectivas y prácticas de resistencia’.

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