¿Qué significa fortalecer la demanda interna?:

Crecimiento y redistribución en una pequeña economía abierta como Chile

La propuesta del programa de Jara de incrementar el poder de compra de los trabajadores subiendo el salario mínimo en efecto apunta a movilizar la demanda agregada vía el consumo con salarios dignos relativos al costo de la vida.

Crecimiento y redistribución en una pequeña economía abierta como Chile

Autor: El Ciudadano

Por Diego Polanco

Nos encontramos a días que la coalición oficialista defina su candidato presidencial en las primarias que se llevarán a cabo este domingo 29 de junio. En este contexto, una de las controversias surgidas a raíz del último debate presidencial que ha generado mayor polémica entre los candidatos ha sido la política económica. En particular, las críticas de Carolina Tohá y Gonzalo Winter a uno de los puntos centrales del programa de Jeannette Jara: “impulsar el desarrollo económico basándose en la demanda interna”. Mientras que la candidata del Socialismo Democrático ha calificado esta idea como una “receta añeja de índole kirchnerista”, Winter ha criticado la propuesta como una potencial fuente de desempleo.

Mientras que la deriva posmoderna y cultural de la izquierda la ha alejado de los debates que la llevaron a ser gravitante en la política del Siglo XX, la centroizquierda ha remitido su capacidad reflexiva a corregir las políticas del consenso de Washington en la medida de lo posible. Esta es una de las razones centrales de porqué el populismo de derecha se ha tomado la escena mundial: el progresismo en su conjunto se ha visto a la deriva por muchos años en política económica. El primer balance que podemos hacer es celebrar que la política económica se tome un lugar central en el debate del oficialismo.

Sin embargo, es lamentable que las críticas al programa de Jeannette Jara sean caricaturizadas de manera infundada. El principio de la demanda efectiva de Keynes –ya descubierto por Marx 100 años antes-, se basa en que el nivel de actividad económica está determinado por la demanda, pues el Producto Interno Bruto refleja el valor agregado por concepto de ventas, no las capacidades productivas de la economía, estas últimas son inobservables. La composición de la actividad económica por el lado de la demanda está dada por el consumo, la inversión, y el gasto de gobierno: estos son los ítems que corresponden a la demanda interna. Mientras que la balanza comercial, es decir las exportaciones menos las importaciones, también se suma a la composición de la demanda agregada.

Por lo tanto, como bien lo ha señalado la secretaria general del Partido Comunista, Bárbara Figueroa, así como la misma candidata Jeannette Jara, fortalecer la demanda interna no es excluyente con la apertura comercial y el comercio internacional. Esto es una cuestión básica de contabilidad macroeconómica. De hecho, la mayoría de las propuestas que presentan las candidaturas de Tohá y Winter también son posibles de catalogar en el fortalecimiento de la demanda interna a través del gasto de gobierno, sea para combatir la pobreza o resolver cuellos de botella en infraestructura que movilicen la inversión privada.

Las críticas de Winter sugiriendo que las medidas del programa de Jara podrían tener un aumento del desempleo, es un acto de demagogia apelando a los miedos de los votantes, mientras que a su vez expresa un desconocimiento de principios básicos de macroeconomía y falta de coherencia con su propio programa. El mismo candidato ha destacado la necesidad de enfrentar a la ultraderecha en los comicios de diciembre con una coalición robusta y una candidatura que sea capaz de mostrarse con seriedad y fortaleza. Sus críticas dan cuenta que su liderazgo no califica en estas condiciones. Nuestro país continúa en una situación económica y social muy delicada como para darnos nuevamente el lujo de experimentar con políticos juveniles de excelentes capacidades de oratoria, pero sin la experiencia ni las competencias técnicas mínimas para gobernar una sociedad cada vez más compleja, que demanda soluciones para distintos problemas a una velocidad sin precedentes.

Por otro lado, la crítica de Tohá implícitamente se refiere a un supuesto “populismo macroeconómico” de un elemento central del programa de Jara: pasar del salario mínimo a un salario vital, que considere el costo de la vida y dignifique el esfuerzo de las familias chilenas para llegar a fin de mes (estableciéndolo aproximadamente en $750 mil pesos). Vale la pena detenerse a considerar que la relación entre los salarios y la demanda agregada tiene su canal a través del consumo: los ingresos se usan para comprar bienes y servicios en el mercado. Una de las leyes básicas aceptada prácticamente por todas las escuelas del pensamiento económico, es la ley de Engel: mientras aumentan los ingresos, aumenta la capacidad de ahorro y disminuye proporcionalmente el consumo con relación a los ingresos. Es decir, la propensión a consumir es más alta en los sectores de menores salarios, inclusive podría decirse que es de un 100% pues después de retenciones y cotizaciones, la clase trabajadora usualmente gasta todos sus ingresos.

Por lo tanto, la propuesta del programa de Jara de incrementar el poder de compra de los trabajadores subiendo el salario mínimo en efecto apunta a movilizar la demanda agregada vía el consumo con salarios dignos relativos al costo de la vida. El potencial problema de esta política sería una fuga del consumo a bienes importados, lo cual es precisamente uno de los problemas estructurales de Argentina. Si bien los gobiernos kirchneristas fueron populares por políticas de reajuste salarial y promoción de la negociación colectiva, la comparación realizada por la campaña de Tohá es burda: a diferencia de su par argentino, el Banco Central de Chile está sentado sobre una montaña de reservas internacionales, las cuales ascienden a más de 45 mil millones de dólares. Estas se han mantenido estables a posteriori de la crisis financiera de 2008, lo cual nos permite un espacio de intervención monetaria para implementar políticas redistributivas, defendiendo el valor de nuestra moneda, sin riesgos inflacionarios causados por escasez de divisas como ocurre en el país vecino.

Las recurrentes crisis en balanza de pagos en Argentina, que históricamente han derivado en una incapacidad institucional de sostener su tipo de cambio, se corresponden a una particularidad específica y estructural de su economía, lo cual es incomparable con las condiciones actuales de la economía chilena. La ofensiva que caricaturiza el programa de Jara como “añejo y kirchnerista” habla peor de quienes la esgrimen que del programa de la candidata del PC, pues devela su desconocimiento de la política de acumulación de reservas internacionales del Banco Central de Chile.

Asumiendo que el objetivo de dignificar el trabajo con un salario acorde a una vida digna es un objetivo compartido por el progresismo, nos corresponde identificar cuál es la composición del gasto de las familias más humildes de nuestro país. Si bien esto amerita estudios más rigurosos que una simple columna, creo que la respuesta es simple: gastos en vivienda, transporte, servicios básicos y alimentos. Prácticamente todos de provisión nacional, con la excepción de los últimos, pero que en su mayoría son realizados por los chilenos más humildes en ferias libres proveídas por la producción nacional. En la medida que esto se implemente con un conjunto de medidas complementarias, las cuales son consideradas en el programa de Jara, su eventual gobierno podría llevar a Chile a emprender una trayectoria de un crecimiento más dinámico, dirigido por la demanda.

Esto requiere, en mi opinión, dos políticas fundamentales: i) fortalecer nuestra soberanía alimentaria, es decir, dinamizar las capacidades de producción del agro para que la alimentación de nuestra población no dependa de importaciones; ii) un fuerte apoyo a las pymes con políticas expansivas de crédito en el corto plazo para ajustar sus estructuras de costos operacionales pagando salarios vitales, para absorber el impacto negativo en sus tasas de ganancias mientras que se ajusta la economía hacía una senda de mayor crecimiento. Una vez que los efectos multiplicadores de la demanda agregada aumenten por la subida de los ingresos de sectores sociales que consumen sus ingresos líquidos, aumentaría proporcionalmente el consumo, por lo tanto, la actividad económica y la productividad, pero también los efectos multiplicadores de otros componentes de la demanda como el gasto del gobierno. En el mediano plazo, el aumento de la demanda agregada sería proporcionalmente mayor a los aumentos de los costos operacionales de las pymes, restaurándose sus tasas de ganancia gracias a una economía más dinámica y pujante por la demanda interna.

En un contexto mundial marcado por las guerras y riesgos sistemáticos de cuellos de botellas en las cadenas de suministro, fortalecer la demanda interna nos da mayores grados de resiliencia ante la incertidumbre y los vaivenes del mercado mundial. Esta política es complementaria con la diversificación de exportaciones, resolver cuellos de botella en logística e infraestructura para movilizar la inversión privada, promover la innovación y desarrollo tecnológico, así como otras propuestas de política económica de las candidaturas de Tohá y Winter.

En definitiva, el paso de un sueldo mínimo a un sueldo vital, una vez considerando que aproximadamente el 50% de los trabajadores asalariados reciben ingresos por concepto de salario mínimo, es una política que promueve el crecimiento y la redistribución apelando a los intereses materiales de la vasta mayoría de nuestro país. No hay mejor estrategia para enfrentar a la derecha en las elecciones presidenciales de noviembre.

Por Diego Polanco

Doctor (c) Economía. Universidad de Massachusetts, Amherst.

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