Un terremoto de magnitud 8.8 en la península de Kamchatka, Rusia, despertó nuevamente una antigua inquietud geológica: ¿Existe un vínculo directo entre los sismos y las erupciones volcánicas?
Días después del fuerte movimiento telúrico, varios volcanes de la región, incluido el imponente Klyuchevsko, presentaron signos de reactivación.
Este fenómeno, ocurrido en una zona geológicamente similar a la nuestra, ha puesto en alerta a la comunidad científica internacional, reabriendo la conversación sobre las implicancias que esto tiene para un país como Chile, donde los terremotos y volcanes conviven constantemente.
El reciente suceso en Rusia no es un caso aislado. Los vulcanólogos rusos del Instituto de Geofísica de Novosibirsk explicaron que la onda sísmica del terremoto pudo haber desestabilizado reservorios magmáticos cercanos, facilitando el ascenso del magma o provocando cambios de presión internos que aumentan la actividad superficial.
Aunque no se trató de erupciones explosivas, la relación temporal entre el sismo y estos cambios volcánicos fue demasiado estrecha como para ignorarla.
Chile, al ser uno de los países más activos del mundo tanto en términos sísmicos como volcánicos, se ha posicionado como un laboratorio natural para el estudio de estos fenómenos. Con más de 90 volcanes activos y emplazado sobre el límite convergente entre la Placa de Nazca y la Sudamericana, la interacción entre sismos y volcanes es un tema de constante estudio y monitoreo.
«Cuando hablamos de una actividad, la tectónica de placas engloba y relaciona todos los fenómenos geológicos relacionados a la actividad sísmica y volcánica», explicó Nicoletta Consuela Milú, geóloga y académica del Departamento de Minas de la Universidad de La Serena.
La experta destacó que «los estudios hablan de los esfuerzos tectónicos (estrés, presión) que son capaces de desencadenar la actividad volcánica». Por ello, para la académica, un sismo de gran magnitud podría provocar una erupción, pero el volcán debe estar en un «estado crítico».
«Un terremoto podría desencadenar una erupción por cambios en la presión de la cámara magmática o por la aparición o reactivación de fracturas que facilitan el ascenso del magma», comentó.
En Chile, un ejemplo histórico de esta relación fue el terremoto de Valdivia de 1960, de magnitud 9.5, que fue seguido por la erupción del volcán Cordón Caulle. Más recientemente, el sismo de 2010 se ha asociado con un aumento en la actividad del volcán Tupungatito.
En ese sentido, la geóloga de la U. de La Serena recordó que la Red Nacional de Vigilancia Volcánica (RNVV) de Sernageomin monitorea en tiempo real más de 45 volcanes activos en Chile. Este sistema, uno de los más avanzados de América Latina, observa parámetros como sismicidad, deformación del terreno, gases y temperatura superficial, lo que permite detectar a tiempo cualquier anomalía.
En este contexto, la experiencia de Kamchatka, sumada a la realidad geológica de nuestro país, no es un hecho aislado, sino una advertencia sobre la poderosa, y a veces impredecible, dinámica interna del planeta.
«En Chile, tierra donde los temblores y volcanes conviven a diario, observar ese espejo no es solo útil: es esencial para nuestra preparación y seguridad», cerró la docente.

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