Por Esteban Téllez

En el ring de las definiciones políticas que marcarán la elección presidencial de 2025, el deporte sigue en la lona, relegado a un rincón oscuro del debate. A pesar del reciente campanazo de los Juegos Panamericanos, la realidad es un golpe bajo: carecemos de una política deportiva estructural que unifique al país. Hoy, más que nunca, necesitamos que los contendientes a La Moneda comprendan que el deporte no es solo un sparring recreativo, sino un púgil estratégico para enfrentar los desafíos sociales más duros de nuestro tiempo: la inseguridad, el nocaut de la salud mental, la falta de cohesión social y la desigualdad territorial.
Durante 2023, Chile apenas lanzó un jab del 0,8% del gasto fiscal total a recreación y deportes, una cifra que cae por la cuenta ante el 1-2% del PIB que recomiendan organismos internacionales como la Unesco para asestar un golpe real. El aumento puntual del presupuesto, como un golpe de suerte por los Panamericanos, no debe confundirse con una estrategia sostenible. Si no consolidamos una inversión a largo plazo, volveremos al abandono de los cuadriláteros, a la precariedad de los programas locales y a la frustración de generaciones de deportistas y entrenadores.
El deporte de alto rendimiento no puede seguir tambaleándose con aportes mínimos y esporádicos. Los púgiles de élite son referentes que marcan el ritmo y motivan a miles de jóvenes. Su victoria no solo enorgullece, sino que inspira caminos, hábitos y sueños. Financiar el alto rendimiento no es elitismo, es invertir en cultura deportiva y en modelos positivos para la infancia y juventud.
En paralelo, el deporte formativo debe salir de su esquina escolar o institucional. Su desarrollo debe extenderse por todo el territorio, integrándose activamente en juntas de vecinos, centros culturales, organizaciones comunitarias y redes barriales. Solo así el deporte podrá dar el golpe final a su rol social, generando comunidad, sentido de pertenencia y oportunidades de desarrollo, especialmente en contextos vulnerables. Para lograrlo, el Estado debe garantizar un financiamiento que aguante los rounds, acompañamiento técnico y una articulación real con los promotores locales.
Los entrenadores, dirigentes y deportistas no podemos seguir siendo espectadores pasivos en este combate. Tenemos la experiencia, la legitimidad y las propuestas. Necesitamos espacios reales de participación, mesas de trabajo vinculantes y la voluntad política para escuchar a quienes estamos en el ring, gestionando con las cuerdas flojas, sosteniendo clubes, escuelas y sueños.
Chile no puede seguir haciendo política deportiva a base de eventos aislados. Es tiempo de un proyecto nacional que entienda al deporte como un derecho, una política intersectorial y una inversión inteligente. Que cada candidato o candidata presidencial suba al cuadrilátero y diga claramente cuál es su estrategia para lograrlo. Y que quienes somos parte del deporte levantemos los guantes. No podemos seguir fuera de la pelea: el futuro también se disputa en este round.
Por Esteban Téllez
Entrenador de boxeo, club KO Valdivia.
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