La fiesta crónica de la banda y su hinchada

La familia bailó encima del tablón: El festejo de los 18 años de Guachupé en el Caupolicán

El pasado jueves 21 de diciembre los muchachos de Guachupé volvieron a convertir el Teatro Caupolicán en un estadio

Por Daniel Labbé Yáñez

26/12/2017

Publicado en

Artes / Chile / Concierto / Crónica / Cultura / Música / Música

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El pasado jueves 21 de diciembre los muchachos de Guachupé volvieron a convertir el Teatro Caupolicán en un estadio. No era para menos, festejaban alcanzar su mayoría de edad como banda.

La fiesta venía precedida por aquella mítica del 19 de diciembre de 2014 armada en el mismo recinto, cuando celebraron sus 15 años. Entre camisetas negro-amarillas, pelotas de fútbol de los mismos colores llevadas en andas por el público, lienzos y banderas por montón, la hinchada los recibió y acompañó durante las dos horas de recital con el que los músicos locales vivieron su cumpleaños número 18.

La euforia se desató apenas sonaron los primeros acordes de esa canción homónima. Un cariñito de los Guachupé a su fanaticada que durante años se había acostumbrado a iniciar el carnaval con el explosivo cántico de “Aleeeerta…”.

El concierto del jueves fue también la oportunidad para mostrar masivamente su último disco -«La vuelta por un día»- trabajo estrenado recientemente y que venía precedido por el rotundo éxito de “El club del amigo”.

De ahí el escenario y las vestimentas con las que recibieron a sus seguidores. Un barco de tres pisos por donde sus integrantes se movían personificados como viajeros y marinos, en una cuidada puesta en escena que evidenció la preocupación de la banda por evolucionar exitosamente también en espectáculos más integrales.

Salvo un par de canciones ausentes -entre ellas Santiago no duerme- Guachupé realizó un acabado recorrido por su discografía, el que fue coreado, bailado y saltado por el público al que le faltó poco para colmar el Caupolicán.

Un repertorio que, además de la interpretación de algunas de sus canciones en modo electroacústico, incluyó por ejemplo una versión propia de Es mi vida de Salvatore Adamo, y estuvo permeado en todo momento por ese amistoso e íntimo diálogo entre los miembros de la agrupación -especialmente de Tomás Maldonado, su vocalista- y sus seguidores.

Así se sucedían cada cierto rato reconocimientos a la calidad de «hinchada» y «familia» de los asistentes al recital, que esta vez bailaron arriba del tablón, se encaramaron en las barandas y armaron un pogo incesante al centro de la cancha.

Una noche que hermanó aún más a Guachupé y ese club del amigo que han ido haciendo crecer juntos. Una complicidad admirable, cuya clave pareciera ser el no marearse cuando has elegido embarcarte en un viaje así, aun cuando lleves un montón de copas en el cuerpo.

Daniel Labbé Yáñez

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