¡Dignidad Ahora!: Manifiesto por una sociedad del buen vivir

Fuimos parte de los millones de chilenas y chilenos que votamos Apruebo y Convención Constitucional el 25 de octubre 2020, que aportamos para que en la elecciones del mayo de 2021 ganaran con contundencia las fuerzas transformadores en la Convención, y que seguimos creyendo que es necesario hacer de la actual Convención una verdadera Asamblea Constituyente Soberana. Por tanto hay que proteger el actual proceso, seguir profundizándolo y superar las antidemocráticas trabas y vetos.

Nuestro país vive hoy momentos decisivos para su futuro. Su destino incumplido de justicia ecológica y social, cultural, política y económica estallan hoy por todos los rincones sumando esperanzas de convertirse en un Chile efectivamente para todas y todos. Esperanza negada históricamente desde su fundación como Estado a las mayorías sociales, a las mujeres, a las trabajadoras y trabajadores, a los sectores populares, a los pueblos originarios, lesbianas, disidencias sexuales y biodiversidad de habitantes de nuestro país.

La situación abierta tras el estallido social del 18 de Octubre de 2019, que rápidamente se manifestó como revuelta ante las promesas incumplidas durante 30 años, vino a develar un país que se quería ocultar, y que con la crisis socio-sanitaria desatada por el Covid-19 ha quedado completamente al desnudo. Un Chile donde campea la desigualdad, con un sistema de salud pública debilitado y clasista, sin seguridad social, con trabajadoras y trabajadores expuestos a la arbitrariedad empresarial y con una ciudadanía esclavizada por las deudas del mismo sistema financiero que especula con el dinero de sus pensiones, degradando la sociedad y sus integrantes. Lo que se ve reforzado por una administración centralizada, que permite la devastación, acelera el extractivismo y violenta a la naturaleza a través del actuar impune de la gran industria pesquera, forestal, mineras y que atenta gravemente nuestra biodiversidad amenazando nuestra supervivencia como especie. Tienen como resultado una grave precarización de la vida misma en todos los territorios.

Un país cuya institucionalidad viene sufriendo un giro autoritario cada vez más marcado y evidente, avalado por una agenda legislativa que ampara la represión y repone en la práctica la idea del enemigo interno, criminalizando la deliberación ciudadana, los movimientos sociales y la protesta.

Un Chile gobernado por una elite que no tiene reparos en poner la ganancia empresarial por sobre la salud y la vida de la población, como quedó en evidencia con el manejo de la pandemia llevado a cabo por el Poder Ejecutivo encabezado por Sebastián Piñera. Abusando de la fe pública, manipulando la información sanitaria, defendiendo férreamente el capital financiero, expresado en el rechazo de la derecha al retiro del 10% de nuestros fondos previsionales para hacer frente a la debacle económica que comienza a remecer no sólo a nuestro país, sino al mundo entero.

Como pocas veces antes en la historia reciente del país, todas las contradicciones y miserias de un sistema inhumano y depredador salen a la luz, se exponen a la vista de la ciudadanía y caen con todo su peso sobre las espaldas de la población.

Pero al mismo tiempo, surgen y se recomponen las iniciativas populares, las manifestaciones solidarias, los intentos de reorganización político-social al calor de las experiencias iniciadas en octubre 2019. Reorientando los aprendizajes y las fuerzas construidas hacia nuevas formas de abastecimiento territorial, las ollas comunes, las asambleas, el debate constituyente, los medios de prensa alternativos, las coordinaciones en las villas, los blocks, las poblaciones, comunidades y barrios para ayudarnos, cuidarnos, organizarnos y movilizarnos.

Hoy, como nunca en las últimas décadas, resulta incuestionable la evidencia de que, para conquistar un país justo, humano y con igualdad, es preciso superar el modelo económico y social capitalista. Incuestionable como el hecho de que la superación del neoliberalismo pasa necesariamente por la derrota de las fuerzas políticas que le han dado sustento estos últimos 30 años. Sin la derrota política de la derecha y las fuerzas que hasta ayer se agrupaban en la ex concertación, todo avance estará sujeto al chantaje, todo triunfo será efímero y dentro de los estrechos márgenes que nos impusieron las élites con su “política de los consensos”, a partir de los años 90. Surgen en este contexto los nuevos sujetos políticos y sociales, las nuevas alianzas, las actorías capaces de superar y derrotar al neoliberalismo en Chile, así como de imaginar y construir los cimientos de una nueva sociedad orientada hacia el buen vivir. Lo que debe quedar plasmado en una constitución que refunde un Estado que garantice derechos fundamentales para todas y todos, que solo puede surgir de una genuina Asamblea Constituyente paritaria, popular, feminista, libre, ecologista, soberana y plurinacional.

Este esfuerzo implica no convertirse en el relevo de la práctica social y política neoliberal desplegada en Chile en las últimas décadas. Para avanzar en esa tarea se requiere la unidad de las fuerzas transformadoras, aquellas que hoy, como mañana, vayan expresando su voluntad emancipatoria y vocación radicalmente democrática.

Esta unidad debe expresarse en la movilización, en las asambleas y cabildos, en la organización social, laboral, educacional y territorial, así como en la disputa de los procesos electorales que enfrentaremos próximamente, en el debate y la construcción de la Nueva Constitución. Fuimos parte de los millones de chilenas y chilenos que votamos Apruebo y Convención Constitucional el 25 de octubre 2020, que aportamos para que en la elecciones del mayo de 2021 ganaran con contundencia las fuerzas transformadores en la Convención, y que seguimos creyendo que es necesario hacer de la actual Convención una verdadera Asamblea Constituyente Soberana. Por tanto hay que proteger el actual proceso, seguir profundizándolo y superar las antidemocráticas trabas y vetos, para que los sueños de millones se abran paso y las esperanzas de los pueblos se transformen en realidad.

A ese camino nos sumamos. Queremos aportar en la construcción de esta nueva fuerza, a esa urgente unidad política y social del pueblo, que debe ser democrática, popular, creativa, feminista, inclusiva, heterogénea, diversa y multicultural, que construya nuevos paradigmas y modelos sociales basados en principios éticos que promuevan el bienestar humano y de la naturaleza. Plasmados en los Derechos Humanos conjuntamente con los Derechos de la Madre Tierra-Naturaleza, a través de la gestión en las áreas de la salud, educación, ecología, cultura, trabajo y nuevas formas de relacionarnos económica, jurídica y políticamente, que aporte a la unidad y a la tarea de conquistar un gobierno popular y ciudadano, un gobierno transformador, un gobierno de los pueblos.

Invitamos a unirse a esta nueva fuerza para empujar juntos los límites de lo posible, promoviendo el encuentro con otras organizaciones civiles, políticas, sociales y culturales, estudiantes, pobladores, campesinos, actores territoriales, movimientos ecosociales, intelectuales, académicos, artistas, primeras naciones, trabajadoras y trabajadores.

A ese llamado obedecemos, a ese Chile que despertó y camina a paso firme hacia una sociedad del buen vivir.

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