Educación: Evaluar para aprender hoy

"Después de dos años sin clases presenciales regulares, ya contamos con suficientes alertas respecto a la pérdida de aprendizajes, particularmente en los niveles iniciales de la enseñanza escolar. Pero no sabemos qué habilidades son las más descendidas..."

Por Absalón Opazo

30/04/2022

Publicado en

Chile / Columnas / Educación

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Por Hugo Martínez, Director Pedagógico en Colegium

El debate respecto a la aplicación del SIMCE es una buena oportunidad para avanzar en la mejora y diversificación de los recursos con los que hoy las instituciones escolares pueden detectar logros y desafíos en sus resultados de aprendizaje.

Los sistemas de evaluación estandarizada aportan información crítica en su nivel, es decir, aportan datos para la toma de decisiones de políticas educativas. Si no disponemos de esta referencia, sobre qué base vamos a tomar decisiones respecto a temas fundamentales como la formación docente, el currículum, el valor de los recursos para el aprendizaje, la focalización de recursos económicos, etc. No obstante, su naturaleza estandarizada representa limitaciones para otras necesidades del sistema escolar, particularmente las relacionadas con las evaluaciones de aula.

El SIMCE se aplicaba tradicionalmente en el mes de octubre y sus resultados eran entregados a la opinión pública y a los colegios a fines de abril o en mayo del año siguiente. En esa fecha, las alumnas y alumnos a los que se aplicó el instrumento ya finalizaron el período escolar y ya se tomaron decisiones importantes respecto a la planificación anual. La oportuna disponibilidad de los resultados de los sistemas de evaluación es un elemento clave para los requerimientos de profesores y familias.

En definitiva, el SIMCE es ciertamente un instrumento revisable y perfeccionable, pero que no ha respondido y no responderá a un requerimiento urgente del sistema escolar: contar con información de calidad de los niveles de aprendizaje de cada estudiante para tomar decisiones oportunas y pertinentes.

Un debate oportuno sobre los sistemas de evaluación debiera enfocarse en esta urgencia. Después de dos años sin clases presenciales regulares, ya contamos con suficientes alertas respecto a la pérdida de aprendizajes, particularmente en los niveles iniciales de la enseñanza escolar. Pero no sabemos qué habilidades son las más descendidas, cómo estos déficits están distribuidos en la diversidad de los grupos de alumnos (considerando también a aquellos estudiantes que tengan niveles avanzados de logros), cómo se vinculan los recursos que están disponibles en el aula y en el hogar para acompañar esta diversidad.

El actual debate sobre el SIMCE sería un gran aporte al trabajo de aula sí además de perfeccionar el Sistema Nacional de Evaluación Estandarizada, logrará generar nuevos y modernos instrumentos de medición de aprendizajes oportunos y diversos que lleguen eficientemente a quienes tienen que tomar decisiones de planificación escolar: profesores y equipos directivos escolares.

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