Por Carlos Ojeda Mayorga

En el proceso político que vivimos hoy, se está gestando una verdadera revolución en términos comunicacionales. La vitrina cambió: el terreno digital se ha convertido en un espacio central para las candidaturas presidenciales.
Aunque no todos los actores políticos son especialmente tecnológicos, muchos logran desenvolverse a su manera, mientras sus equipos diseñan estrategias en un entorno que, en más de una ocasión, les resulta ajeno.
La capacidad de adaptarse al lenguaje digital marca una diferencia significativa. No a todos les resulta, y ahí radica uno de los grandes desafíos: entender que comunicar en redes no es lo mismo que hacer campaña en la calle, pero tampoco lo contrario. Son dimensiones que se cruzan y, a veces, se tensionan.
Apoyarse exclusivamente en lo digital para construir un relato puede convertirse en una burbuja alimentada por la percepción que construye el propio algoritmo. De ahí que la sensación de éxito en redes sociales resulte, muchas veces, engañosa o incluso contradictoria con la realidad electoral.
En otras palabras, se corre el riesgo de pensar: “va a pasar lo que Internet me está mostrando”, cuando el panorama es mucho más complejo que unas cuantas stories y publicaciones con alto engagement entre seguidores ya convencidos.
El impacto de Internet en la política quedó en evidencia en elecciones anteriores. Algunos candidatos lideraban sus propios espacios de conversación en formato podcast, promovían encuestas digitales y fomentaban la participación ciudadana en línea. No sorprende que uno de los actuales referentes de la derecha haya tenido un canal de YouTube incluso antes de ser electo diputado.
Tampoco es casualidad que hoy las campañas lancen sus piezas gráficas y mensajes clave a través de Instagram. La audiencia digital es específica, pero su influencia crece, especialmente en un contexto donde los medios tradicionales parecen cada vez más desconectados de las mayorías sociales.
Hace unos días, el presidente Gabriel Boric participó en una entrevista transmitida por el canal de streaming Turno, donde respondió algunas preguntas y tuvo un espacio no menor. Poco después, compartió una imagen en su cuenta de Instagram destacando el rol de los nuevos medios. Un gesto que no solo valida esos espacios, sino que reconoce que hoy el debate político también se construye —y se disputa— en plataformas que hace apenas una década no figuraban en el mapa.
Y mientras escribo este texto, Elon Musk —desde su cuenta personal en X, red social de la que es dueño—publica la supuesta vinculación de Donald Trump con los archivos de Jeffrey Epstein. Todo ocurre en línea. Internet ya no es solo un canal: es el terreno mismo donde se juega una parte decisiva del poder.
Lo relevante para candidatos y asesores es entender que en este entorno hay que moverse con cuidado. Ya no se trata de imágenes de archivo que luego aparecerán en una entrevista. Hoy, todo queda registrado, y cada palabra pesa, especialmente si se busca representar a otros. Es un espacio fértil para la creatividad, pero también exige coherencia: tener una línea editorial clara en redes nunca será una mala decisión.
No estoy descubriendo el fuego. Sé que muchos ya estamos convencidos de esto. Pero precisamente en estas elecciones todos están jugando un rol como personajes de Internet. Y ahí es donde debemos poner atención, cada uno fiel a su estilo, algunos intentando conectar con el público más joven, otros sumándose a trends o bailes. La política se ha digitalizado hace rato, pero eso no significa que debamos dejar de preguntarnos qué tan real es la versión del mundo que el algoritmo nos devuelve.
Por Carlos Ojeda Mayorga
Social Media Manager – Comunicaciones
9 de junio de 2025
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