Columna de Opinión

El Mercurio miente (otra vez)

Durante más de tres décadas, Conadi no construyó una base de datos sólida, georreferenciada y funcional sobre los predios adquiridos con recursos públicos. Este vacío técnico y político —que debería escandalizar a cualquier ciudadano— es utilizado por el matutino como excusa para atacar un informe que, por primera vez, se atreve a decir verdades incómodas.

El Mercurio miente (otra vez)

Autor: El Ciudadano

Por Ximena Sepúlveda Varas

El pasado 30 de abril, la Comisión de Paz y Entendimiento entregó su informe final con siete votos a favor de un total de ocho integrantes. A pesar de esta amplia mayoría, ciertos sectores políticos, particularmente desde la derecha, han insistido en deslegitimar el documento, sembrando sospechas sobre su contenido, su utilidad y, por cierto, sobre sus implicancias en la política de tierras indígenas.

Como si eso fuera poco, el diario El Mercurio se ha sumado al coro de la desinformación, titulando con mala intención: “Comisión de Paz no pudo tener a tiempo un catastro de las tierras entregadas a indígenas”. Es un titular que no solo falta a la verdad, sino que además encubre la responsabilidad histórica del Estado y de la propia Conadi.

La afirmación de que la Comisión «no pudo» tener un catastro a tiempo da a entender que fue una falla de dicha instancia. Pero, tal como lo explicó el propio director de Conadi, Álvaro Morales, no se trata de una omisión de la Comisión, sino de la inexistencia absoluta de un catastro consolidado durante los últimos 31 años. El problema es estructural. Durante más de tres décadas, Conadi no construyó una base de datos sólida, georreferenciada y funcional sobre los predios adquiridos con recursos públicos. Este vacío técnico y político —que debería escandalizar a cualquier ciudadano— es utilizado por el matutino como excusa para atacar un informe que, por primera vez, se atreve a decir verdades incómodas.

La Comisión de Paz y Entendimiento propuso avanzar hacia un modelo de reparación con base institucional, abordando las desigualdades estructurales que sostienen el conflicto territorial en la Araucanía. Su trabajo recogió más de 800 testimonios, incluyó a víctimas mapuche y no mapuche, e identificó caminos concretos hacia la paz. Sin embargo, la derecha ha optado por la negación, por levantar teorías del sabotaje ideológico, e incluso por instalar la narrativa de que esto es “más de lo mismo”, despreciando el esfuerzo transversal de una comisión plural y democrática.

Lo más grave es que El Mercurio decide no titular con los avances ni con las recomendaciones que podrían ser centrales en el informe. No menciona la urgencia del reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas —una deuda histórica que la mayoría de nuestros países vecinos saldaron hace ya décadas— ni aborda la imperiosa necesidad de mejorar las condiciones de vida en las comunidades, cuyas brechas sociales y económicas siguen siendo inaceptables en pleno siglo XXI.

Prefiere, en cambio, editorializar desde el titular, insinuando ineficiencia, cuando lo que hay es abandono institucional. Oculta la verdad: que el Estado ha entregado tierras sin acompañamiento productivo, sin planificación habitacional, y muchas veces sin caminos ni agua potable.

Ese titular no es un error. Es una estrategia. Se trata de instalar un manto de dudas sobre los resultados de un proceso que representa una oportunidad histórica para avanzar hacia un país más justo y democrático. Pero ya no basta con repetir los viejos guiones. Hoy, miles de personas conocen la realidad del Wallmapu y saben que la paz no se construye con titulares maliciosos, sino con verdad, justicia y reparación.

Porque si alguien falló durante 31 años no fue la Comisión de Paz. Fue el Estado. Y fue, también, el periodismo, que prefirió callar antes que investigar, tergiversar antes que explicar. Por eso, hoy más que nunca, debemos decirlo con claridad: El Mercurio miente, otra vez.

Por Ximena Sepúlveda Varas


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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