Por Fernando Astudillo Becerra

En Chile, millones de personas trabajan toda su vida con la esperanza de un retiro digno. Sin embargo, el sistema actual les devuelve pensiones que son una burla. Es evidente: las AFP no cumplen su promesa. Por eso, propuestas como el fin de las AFP y la implementación de un sueldo vital no son solo necesarias, sino urgentes. Jeannette Jara ha puesto estos temas en el centro de su programa, y lo que algunos desde su propio sector desestiman como “utopías”, para miles de chilenos y chilenas representan un piso mínimo de dignidad.
La desconexión entre la clase política y la ciudadanía es profunda. Lo reflejan las cifras: más del 22% de los votos en blanco y nulos en las elecciones municipales de 2024. Pero el dato más revelador es que este porcentaje crece en las comunas más populares, a vía ejemplar en las comunas —La Pintana, San Bernardo, Puente Alto, Estación Central— donde la gente ya no cree en las promesas, pero sigue esperando cambios reales. Quieren propuestas que mejoren su calidad de vida hoy, no en algún mañana abstracto.
No es un gran descubrimiento decir que lo que espera una amplia mayoría de ciudadanos es que se trabaje en políticas que beneficien a los más vulnerables, muy especialmente en salud, educación y previsión social; buscan un gobierno honesto y accesible; quieren propuestas que fomenten el empleo y la economía local; valoran políticas que mejoren el sistema educativo y la accesibilidad a este; esperan iniciativas que aborden el cuidado de la naturaleza y promuevan un desarrollo donde esté presente la sostenibilidad, y por supuesto quieren seguridad, pero no al precio de criminalizar la pobreza, a los jóvenes, a los pueblos indígenas, muy particularmente al pueblo Mapuche. Quieren verdad.
Ahí es donde las ideas que levanta Jeannette Jara tienen fuerza: porque hablan de justicia, no de tecnocracia. El fin de las AFP es una cuestión ética. ¿Cómo justificar que después de décadas de trabajo, una persona reciba $200.000 de pensión, mientras las administradoras obtienen utilidades millonarias año tras año? Este sistema, basado en la lógica del negocio, ha fracasado como política pública. Ha enriquecido a unos pocos a costa de muchos. Jara lo sabe bien: trabajó por una reforma que, aunque resistida, fue un primer intento por devolver el foco al bienestar social.
Lo mismo ocurre con la propuesta de un sueldo vital de $750.000. No se trata de un regalo del Estado. Es el reconocimiento de que ningún hogar puede sobrevivir dignamente con el salario mínimo actual. Ese sueldo vital permitiría cubrir lo esencial: techo, comida, salud y educación. “No se puede”, dicen algunos. Pero esa negativa solo busca preservar el statu quo. Porque con una mejor distribución del ingreso nacional —sí, con los mismos recursos actuales—, se puede avanzar hacia un país más justo. La economía chilena tiene capacidad, lo que falta es voluntad política.
Claro que estas transformaciones enfrentarán resistencias. Las AFP no caerán sin pelea: tienen lobby, poder y aliados en todos los sectores. Pero la historia lo demuestra una y otra vez: los cambios importantes nunca han sido fáciles. Siempre han sido empujados desde abajo, con convicción y coraje.
Los trabajadoras/es son la columna vertebral de la economía chilena, y del desarrollo; no es posible imaginar este sin el trabajo humano, pero han sido las/os más afectadas/os por las políticas de privatización y desregulación. La defensa de un sueldo vital de $750.000 es un reconocimiento a su esfuerzo y dedicación y una forma de asegurar que sus contribuciones sean valoradas de manera más justa. Estas causas no solo son necesarias para mejorar la calidad de vida de los chilenos/as, sino que también representan un cambio estructural en el sistema económico y social del país. Al continuar con estas reivindicaciones, Jeannette Jara se convierte en un símbolo de esperanza y cambio para la gran mayoría de los chilenos/as que anhelan un futuro mejor; debe perseverar en estas propuestas. No solo por coherencia política, sino porque una parte importante de Chile la necesita como voz. Hay una ciudadanía que no quiere seguir siendo invisible ni desechable. Quiere vivir con dignidad, no sobrevivir en la precariedad.
El momento de los matices tibios ya pasó. Hoy se requiere claridad. Fin a las AFP. Sueldo vital ahora. No son ideas radicales; son ideas necesarias para una vida digna. Y si no es ahora, ¿cuándo?
Por Fernando Astudillo Becerra
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