Por Víctor Gómez L.

Cuando la carrera presidencial chilena se mueve en distintas direcciones, encuestas y aprontes electorales, no pasa inadvertida la “Carta abierta a José Antonio Kast, Evelyn Matthei, Johannes Kaiser y a los dirigentes y candidatos al congreso de la oposición al gobierno”, publicada a modo de inserción el sábado 19 de julio en la página C7 de El Mercurio y que fue firmada por 160 personas, entre ellas, connotados empresarios, ex ministros de Sebastián Piñera y hasta un excomandante jefe de la Armada.
En tres precisos párrafos, la misiva hace –sin nombrar al Presidente Gabriel Boric– un balance crítico del gobierno argumentando la situación violencia y de inseguridad, de la inmigración y de estancamiento económico en Chile. A reglón seguido exige a la derecha, con tono de instrucción patronal, levantar una sola candidatura presidencial y a la vez, conformar una lista parlamentaria como la forma más efectiva de aprovechar “la oportunidad histórica de ganar la presidencia y el Congreso”. Doble apuesta del llamado poder fáctico.
Advierten los firmantes que, si esos gestos de unidad de la derecha no se cumplen, cual fantasma y retórica de la guerra fría, se corre el riesgo de “profundizar la crisis que enfrenta Chile, con la Presidencia a cargo de una militante del Partido Comunista y un congreso afín a sus ideas”.
Apenas cuatro días antes de la carta mercurial, Fernando Carmona sale del comando de Jeannette Jara. La marginación del triunfante jefe programático de su campaña e influyente cuadro directivo del PC se da en medio de las diversas especulaciones. Circula una versión semioficial que advierte su salida como una señal política que apunta a ampliar la base de la alianza electoral en la nueva fase de campaña presidencial. Existe otra versión –en bambalinas militantes- que argumenta asuntos familiares para su alejamiento. Y hasta se especula de una quitada de piso del “equipo chico” de la candidata Jara por la declaración del economista en el encuentro de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp), en la cual precisó que el éxito en la estrategia en las primarias oficialistas apuntó en poner énfasis en propuestas basadas en eje pueblo-élite en plena sintonía con las demandas ciudadanas, factor discursivo que habría sido trabajado durante años en el PC y que, a su vez, se expresó en campaña de la candidata ganadora.
De inmediato voces políticas detractoras de la candidatura de Jeannette Jara acusan a Fernando Carmona de aggiornamiento de la lucha de clases, de promover el kirchnerismo y de dividir el país con una mirada añeja de la realidad entre burgueses y proletarios. Algunos aliados del PC también tomaron distancia crítica del economista amaranto, sobre todo desde los antiguos y nuevos partidos socialdemócratas que integran el comando de Jara.
En tanto, los 160 firmantes de la carta de El Mercurio se juegan por diagnosticar una mirada de crisis para luego ofrecer soluciones instrumentales financiadas de su pecunia e imponer en las urnas una visión altamente ideológica, mediante una intervención autoproclamada de ignorante de hegemonías partidarias, políticas y electorales. Y aunque su apoliticismo es una contradicción obvia, lo que se evidencia es una corrida de velo a meses de la próxima elección presidencial basada en un discurso de clase social dominante en disputa de sus intereses amenazados. En el fondo es el mismo relato clasista que le imputan como negativo a Carmona sobre el clivaje entre los de arriba y los abajo.
En síntesis: los empresarios ponen la plata, pero exigen a sus políticos “inteligentes y patriotas” de derecha que les aseguren ganar la elección. Dicen los firmantes que no saben de arreglos electoreros, pero se infiere que sí saben de negocios, lo que hace imperativo defender la convivencia y la cohesión social supuestamente amenazadas por una candidatura comunista.
La carta se puede leer en más de una clave en juego. En tanto evidencia pugnas en los sectores dominantes expresadas en las diferencias que existen en sus líderes políticos que pueden ganar en noviembre, pero no logran acuerdos por distintas razones. La disputa a veces antropófaga entre los bastiones de derecha no está situada en la obediencia política hacia la clase empresarial, porque a fin de cuentas todos reciben millonarios aportes de campañas desde los propios firmantes del inserto en El Mercurio, sino más bien en cuál de los tres candidatos presidenciales interpreta mejor el libreto de mantener a raya cualquier cambio de fondo al modelo neoliberal, incluso que eche pie atrás a las reformas del último período ganando los 4/7 de la Cámara y la mayoría del Senado.
Desde el pragmatismo de los empresarios da lo mismo si el candidato es ultraconservador, neofascista o ‘libertario’, lo importante es no ceder el triunfo electoral ante los adversarios que amenazan el statu quo dominante. Ahí Jara, Carmona y otros les aparecen como espectros que inundarán las calles con obreros y campesinos alzando la hoz y el martillo en pos del socialismo, por más que su programa y comportamiento político estén muy alejados de esa caricatura.
A su vez, la clasista interpelación empresarial cuida la forma del mensaje apelando a ganar la presidencia y la mayoría del parlamento, sin embargo, el texto deja al descubierto la concepción instrumental de estos actores-financistas, que puestos ante un potencial riesgo no dudan en instruir, por el diario, calculadas acciones políticas saltándose hasta la representación de sus organizaciones gremiales clásicas, léase CPC, Sofofa o la SNA. Una postal criolla casi idéntica a esas empolvadas caricaturas de regordetes magnates americanos sentados sobre sacos de dólares moviendo los hilos del poder sobre los congresistas republicanos y demócratas. Nada nuevo dicen algunos.
En esa línea, en medios de comunicación norteamericanos han seguido la huella a las campañas de Javier Milei, Jair Bolsonaro y Donald Trump rastreando los crecientes apoyos de grupos económicos y grandes empresarios en sus respectivas elecciones. Los estudios sostienen que las élites empresariales han emigrado su apoyo tradicional desde sectores moderados de derecha hacia ultraderechistas de distinto pelaje incluso autoritarios y neo populistas. Empresarios que transforman sus billeteras en piezas deliberantes a cambio de garantías políticas de menos regulaciones estatales, disminución de impuestos y de mayor traspaso de fondos fiscales hacia iniciativas y capitales privados (win to win).
Por lo mismo, el llamamiento empresarial de la página C7 debe tener un límite nítido para los actores políticos locales, que implica tolerar su intervención dentro del juego democrático que se definirá en noviembre, pero en ningún caso fuera de ese estadio por más catastróficos que sean sus diagnósticos sobre la situación actual. Es imperativo cerrar la puerta a aventuras autoritarias explícitas o encubiertas -incluso emergidas desde las urnas- debido a las tentadoras narrativas que rondan en estos días en núcleos de alto poder financiero en diversas latitudes.
Por veredas antagónicas, tanto la misiva empresarial de El Mercurio que exige unidad política a la derecha en las elecciones de noviembre, como la tesis de Fernando Carmona de relevar la estrategia electoral basada en el eje pueblo-élite, en los hechos representan un mismo espacio en disputa que desde enfoques conceptuales contrarios advierten intereses de clases enfrentados ante el mismo escenario, pero con respuestas políticas diferentes. Mientras para el economista PC ganar con Jara la presidencial permite avanzar en la superación del conflicto trabajo asalariado y capital, base doctrinaria de su propuesta de cambio social, para los empresarios y sus socios, en cambio, se trata de la defensa de un orden social capitalista indiscutible e inalterable, que hay que consolidar ya sea con Kast, Matthei o Kaiser sentado en La Moneda. Eso sí, hay que ser claros, mientras a Carmona se le sataniza a coro, a los firmantes empresariales casi nadie los reprocha.
Ahora bien, el tema es saber cuánto de esta teórica disputa entre clases le importa o le hace sentido al electorado actual en Chile. Algunos analistas dicen que es una discusión pasada de moda y, en contrario, otros aseguran que está vigente, pero que es complementaria con otras dimensiones en juego en la sociedad. Agregan que este antagonismo explicaría en parte la creciente polarización en las campañas.
Al final de cuentas, un inserto en un matutino de fin de semana, así como una declaración en un seminario político –por un lado y por otro- remiten a usar otra vez en la coyuntura electoral chilena la misma referencia conceptual elaborada en la melena invencible de aquel alemán, ese que teorizó para siempre sobre el motor de la historia.
Por Víctor Gómez L.
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