Cine y Memoria

«El Patio»: El documental que aborda las desconocidas historias de los sepultureros del Patio 29

A partir del jueves 2 de agosto estará disponible en todas las salas Miradoc del país esta cinta, dirigida por Elvira Díaz, que cuenta en primera persona las experiencias de los sepultureros del Patio 29 del Cementerio General durante la dictadura. "Aprendí mucho de ellos", señaló la cineasta.

Por Absalón Opazo

22/07/2018

Publicado en

Chile / Cine / Derechos Humanos / Historia / Portada

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A partir del jueves 2 de agosto, estará disponible en todas las salas Miradoc del país «El Patio», documental dirigido por Elvira Díaz, y que cuenta en primera persona las experiencias de los sepultureros del Patio 29 del Cementerio General durante la dictadura.

Según consigna una nota publicada por Emol, los protagonistas de la cinta, Lelo, Perejil y Rogelio, comparten sus recuerdos para repasar varias situaciones, como el haber enterrado cientos de cadáveres no identificados tras la llegada de los militares y la Derecha al poder.

Díaz, la directora del filme, nació en Francia y no conoció Chile hasta el año 2001, cuando llegó buscando acercarse a la realidad del país que vio nacer a su padre. Fue entonces que llegó al cementerio de Recoleta, mientras rodaba el documental «Víctor Jara N°2547»,el cual narra el entierro del cantante, cuya tumba se encuentra frente al Patio 29. Fue ahí cuando se cuestionó la historia de ese espacio.

«Estando enfrente todos los días, comencé a hacerme preguntas sobre la historia de ese lugar y sus sepultureros», dice la cineasta, y agrega: «Héctor Herrera, que es la persona que enterró a Víctor Jara en 1973, me contó que un sepulturero lo había ayudado a poner el ataúd del cantante en el nicho, y que, como acto de resistencia, había puesto una corona de flores que había robado de una tumba vecina, lo que obviamente estaba prohibido en ese momento. Entonces, me pregunté, ‘¿quién había enterrado a los muertos en el Patio 29?, ¿quién estuvo a cargo de esa difícil tarea?’ Al principio pensé que eran soldados, hasta que el director del cementerio me explicó que no y me envió donde Lelo, que era un sepulturero que todavía estaba en servicio».

La autora confiesa que sintió un gran respeto por sus retratados, calificándolos como personas con «testimonios vivos de sabiduría entre quienes han experimentado situaciones espantosas, sin perder la cordura ni el sentido el humor». «Su visión de la vida, la muerte y la locura humana es diferente a la nuestra. Aprendí mucho de ellos», concluye Elvira Díaz.

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