El peligroso nuevo (des)orden mundial

"Vemos como los mismos EE.UU. en los últimos años han invalidado y dejado de seguir las instituciones y políticas gestadas y lideradas por ellos mismos, como la ONU, la OMS y el Protocolo de Kyoto, pues en un contexto de orden multipolar han priorizado la toma de decisiones en la esfera nacional propendientes al beneficio propio en un intento por reafirmar su decadente hegemonía..."

Por Absalón Opazo

10/08/2022

Publicado en

Chile / Columnas / Portada

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China-EEUU-sanciones

Por María Jesús Sanhueza

En estos últimos días hemos observado con espanto como las tensiones entre los EE.UU. y China han aumentado a un punto que muchos expertos denominan como de no-retorno. Pero, si bien, esta escalada es alarmante, y pone la estabilidad a nivel global en juego, el desmoronamiento del orden internacional que conocimos durante las décadas posteriores a la guerra fría comenzó a revelar problemas estructurales, anteriormente a este punto de tensión.

La principal base de la institucionalidad del sistema internacional post-guerra fría, fue la hegemonía unipolar de los EE.UU., quienes representaban a su vez un modelo económico, llamado “libre mercado”. Este sistema económico en expansión durante las primeras décadas post-guerra fría, generó las directrices de la llamada globalización, es decir, la expansión del sistema del libre mercado a lo largo y ancho del globo, y la re-orientación de las economías nacionales hacia el mercado internacional. Este modelo, que prometía, por una parte, un aumento en la calidad de vida, y por otro el crecimiento económico, es un modelo que nunca antes había sido explorado a tal escala. Por ende, no fue fácil, para muchos países, a quienes la promesa de crecimiento económico atraía fuertemente, el discernir las consecuencias que la reorientación de sus economías conllevaría.

Hoy podemos ver con claridad los problemas substanciales de este sistema, tales como los efectos que ha tenido para el empeoramiento de la crisis climática, la falta una institucionalidad internacional capaz de sobrevivir en mundo multipolar (crisis político-militar), la crisis energética consecuencia de volatilidad de los mercados expuestos a su vez a crisis planetarias, como la crisis sanitaria. O la pérdida del sustento de vida para países que fueron forzados a dejar sus prácticas agrícolas de subsistencia para abastecer al mercado internacional. Aquí podemos observar el caso de Sri Lanka como el ejemplo más dramático de este modelo, al haber dejado de producir productos esenciales para su subsistencia alimentaria producto de las imposiciones por parte del FMI, pero hay muchísimos más ejemplos de ello, como es el caso de la mayor cantidad de países del Medio-Oriente, África y Latinoamérica, quienes a contar de este año sufren las terribles consecuencias de la crisis alimentaria.

Por otra parte, en el ámbito político, este sistema no estaba diseñado para que conviviesen distintas superpotencias con intereses opuestos. Vemos como los mismos EE.UU. en los últimos años han invalidado y dejado de seguir las instituciones y políticas gestadas y lideradas por ellos mismos, como la ONU, la OMS y el Protocolo de Kyoto, pues en un contexto de orden multipolar han priorizado la toma de decisiones en la esfera nacional propendientes al beneficio propio en un intento por reafirmar su decadente hegemonía. Con el inicio de la llamada Guerra comercial contra China (un aumento unilateral de los impuestos para productos chinos importados a los EE.UU.) se ha reafirmado lo anterior pues al perder su hegemonía unilateral los EE.UU. no estaban dispuestos a seguir actuando en coordinación con las instancias internacionales que ellos mismos habían promovido.

Desde la perspectiva de otras potencias, económicas o militares, tales como China, India o Rusia, este sistema internacional no presenta los canales o instituciones necesarias para poder hacer valer sus intereses nacionales más urgentes, que, en caso de estas tres potencias, tienen que ver con una integración económica y política, en los mismos términos que los EE.UU., algo que evidentemente contradice los principios de un sistema construido en base la unipolaridad. La guerra comercial entre los EE.UU. y China, y ahora la inmiscusión norteamericana en asuntos de política interna de la República Popular, ha dado por finalizadas las esperanzas de que el estatus quo se pudiese respetar, evitando una confrontación directa entre ambas potencias.

Rusia, anteriormente URSS, con quien se habían acordado límites y garantías respecto a lo que ella considera esencial para el resguardo de su seguridad nacional, vio con espanto como en contravención de estos acuerdos la OTAN se expandía sin pausa hacia sus fronteras durante los últimos años y reaccionó militarmente, acusando de hipocresía a los EE.UU. quienes han liderado incontables invasiones militares en la última década y hasta la fecha no han sido sancionados por ningún organismo internacional.

En el caso de India, el segundo país más poblado del mundo y una emergente potencia económica, observa con impotencia como el sistema internacional no le ofrece una posición de acuerdo a esta importancia, pero sigue sin conseguir siquiera ser parte del Consejo de Seguridad Permanente de la ONU, una demanda que cada vez defiende de modo más directo y que se asemeja mucho a la situación de China, antes del retorno de las relaciones diplomáticas con los EE.UU. Países como Brasil, o Indonesia, que a su vez representan a un porcentaje relevante de la población mundial, constituyen economías emergentes y son esenciales para la biodiversidad a nivel global, no son siquiera visualizados por el debate internacional. Ni hablar de países de menor tamaño y economías en crisis, como la nuestra, o de nuestros vecinos.

A diferencia de la guerra fría, en donde había un cierto consenso en el ordenamiento a nivel global, garantizado además por la política de destrucción mutua y factible producto de la falta de intercambio económico y cultural por ambos bloques, en el estado actual del orden internacional no hay consenso de ningún tipo. Más bien existen intereses contradictorios entre las distintas potencias, cada vez más enfrentamientos directos y la falta total de una institucionalidad capaz de promover el diálogo o generar acuerdos. Es decir, este orden internacional no es conveniente para ninguna de las principales potencias y tampoco existe acuerdo alguno respecto a cómo o bajo qué preceptos reformarlo, todo esto en vista a crisis planetarias que más que nunca en la historia de la humanidad, requieren de un esfuerzo conjunto de la comunidad mundial. Todo pareciese indicar que estas crisis internacionales van a ser el nuevo (des) orden del sistema internacional.

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