Por Jean Flores Quintana, Politólogo
Digámoslo claro: la franja electoral del 2025 no es un desfile de candidatos, es el campo de batalla donde se libra a muerte la disputa por el sentido común.
Lo que vemos en televisión es la manifestación de nuestra crisis orgánica: el viejo orden neoliberal se cae a pedazos, pero se niega a morir. En esta encrucijada riesgosa, la pregunta no es quién tiene el jingle más pegajoso, sino quién puede ofrecernos una salida y quién quiere encerrarnos para siempre en las ruinas.
En este panorama, la propuesta de Jeannette Jara demuestra una clara comprensión del terreno. Su lenguaje busca construir puentes, hablándole a una mayoría amplia, y esto es una decisión táctica fundamental. No enfrentamos un debate en igualdad de condiciones, sino a un sector conservador atrincherado en un poderoso aparato mediático que ha sembrado miedo durante décadas.
En ese contexto, un discurso estridente sería fácilmente caricaturizado y neutralizado. La política no es un seminario de teoría, es una guerra de posiciones. Y el plan aquí es evidente: disputarle el dominio al adversario, dialogar con esa mayoría social para desmontar las ideas impuestas por la élite y, desde ahí, articular una nueva voluntad de cambio.
Frente a esta maniobra, el bloque de derechas y sus aliados en la prensa despliegan su propia maquinaria hegemónica. El Mercurio y La Tercera no actúan como observadores, sino como guardianes del sistema. Cada iniciativa de Jara que apunta a desmercantilizar un derecho es recibida como una declaración de guerra a sus intereses. Por eso no hay deliberación de ideas, solo editoriales que alertan sobre la incertidumbre, eufemismo que describe el pavor de la clase dominante a perder sus privilegios. Lo que vemos no es periodismo, es al capital defendiéndose.
Esta operación de propaganda se complementa con el plan de doble comando de la oposición. Matthei les entrega la narrativa digerible: la sensatez y el orden, conceptos que los matinales y noticieros traducen como la agenda de progreso que el país necesita. A su vez, Kast y Kaiser ejecutan a la perfección el rol del policía malo. Su segmento no está diseñado para persuadir, sino para inyectar pánico moral y agitar el fantasma del caos.
La simbiosis es brutalmente eficaz: Kast grita ¡fuego! en un teatro lleno, las cámaras enfocan las llamas, y Matthei nos vende la única salida de emergencia… que casualmente conduce de vuelta al mismo modelo que originó el incendio.
Y es precisamente en la brutalidad de este montaje donde reside nuestra principal fuente de esperanza. La dominación ideológica de la derecha está rota; ya no pueden convencer y por eso su único proyecto es administrar los vestigios del neoliberalismo con mano dura, porque carecen de respuestas para las demandas reales de pensiones, salud, educación, vivienda y trabajo.
En esta coyuntura, la elección es brutalmente simple y profundamente alentadora. El voto por Jeannette Jara no es un cheque en blanco ni el fin de la lucha, sino la herramienta más poderosa que tenemos para pasar de la resistencia a la ofensiva. No se trata solo de frenar la restauración conservadora, sino de abrir una fisura decisiva. Votar por Jara es ganar una posición estratégica para que la fuerza acumulada por los pueblos tenga desde dónde avanzar. Es darnos la oportunidad de empezar a construir un futuro, en lugar de seguir atrapados resistiendo un pasado que se niega a morir. La victoria no es el destino final; es el comienzo.
Por Jean Flores Quintana, Politólogo.-