La carta del Director Supremo Bernardo O”Higgins que declaró en 1819 a Pueblos y Naciones originarias del sur como libres y soberanos

"Araucanos, cunchos, huilliches y todas las tribus indígenas australes: ya no os habla un Presidente que siendo sólo un siervo del rey de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados

Por Seguel Alfredo

19/09/2021

Publicado en

Actualidad / Chile / Especiales / Portada

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Una carta que se mantuvo oculta por más de 190 años, fue dada a conocer a fines de agosto del 2010, documento oficial del aquel entonces Director Supremo, Bernardo O”Higgins Riquelme, según la Gaceta Ministerial de la época, registrado con el número Nº 83, del 13 de marzo de 1819: quien proclama en su título a “nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sur”.

«Araucanos, cunchos, huilliches y todas las tribus indígenas australes: ya no os habla un presidente que siendo sólo un siervo del rey de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne», señala en una de sus partes.

Aunque hay diversas interpretaciones desde la historiografía con respecto a la intención que tendría este documento oficial de la República de Chile, ese acto de reconocimiento de independencia en un acto público no se concretó en su periodo, sin embargo, en  1825 cuando el Estado chileno suscribió un tratado con el Pueblo Mapuche que se denominó “Tapihue”, donde reconocía la jurisdicción y soberanía Mapuche y extendida a los diferentes Pueblos del río Biobío al Sur, bajo el gobierno de Ramón Freire, el que fue violado a partir de la llamada “pacificación de la Araucanía” que consistió en una invasión y masacre bélica al territorio autónomo y su población en el sur.

Las diferentes corrientes independistas en los inicios de Chile tuvieron actos de reconocimiento al Pueblo Mapuche. el primer escudo de Chile  fue creado en reemplazo del emblema Real Español vigente en la época y dado a conocer por el gobierno del presidente de la Junta Provisional José Miguel Carrera el 30 de septiembre de 1812, durante una celebración en la plaza de Armas de Santiago en conmemoración de la Primera Junta Nacional. El nuevo escudo, expuesto en un lienzo colgado en la portada principal de la Casa de Moneda, incorporado además al centro de la bandera tricolor chilena, tenía como figuras principales a una pareja de Mapuche.  El escritor Gastón Soublette, señalaba en base a ese escudo que el pueblo Mapuche había sido incluido con “la clara intención de definir el nuevo orden de Chile como basado en el valor y nobleza de Arauco, cuya sangre corre por nuestras venas” y no solo por razones estratégicas, atendiendo que los nuevos republicanos buscaban símbolos que les diferenciaran marcadamente de Europa.

La otra corriente independista, representada en Manuel Rodríguez, se ha señalado que tuvo importante cercanía y simpatía con diversas familias Mapuche que se sumaron a la lucha contra la corona española.

La Carta de O”Higgins de 1819

La carta fue dada a conocer por el medio Mapuexpress y comentada por el senador Alejandro Navarro, quien la calificó como “un increíble testimonio de modernidad y a la vez una muestra de una desdeñable estrategia de ocultamiento histórico”, quien además destacó que “la carta donde hace dos siglos atrás el Padre de la Patria reconoce y trata a los mapuches de igual a igual. Los califica de espartanos, de héroes, pero lo que es más importante, señala la necesidad de construir una alianza entre Chile y el Estado mapuche. Esto es un mentís a las fuerzas conservadoras, que señalan que Chile es unitario, monoétnico, habitado solo por blancos, donde los indígenas son casi un accidente”.

El legislador argumentó que “ahora entiendo que esta carta de O’Higgins haya sido tan guardada y no haya sido hecha pública masivamente, como otros textos. La Carta de O’Higgins es un testimonio de nuestra tosudez, de nuestro racismo, pues los mapuches reclaman las palabras de O’Higgins, su promesa de un pacto entre Estados. En cambio, el Chile actual no tiene ni siquiera parlamentarios indígenas, la CONADI funciona poco, el Convenio 169 de la OIT está sistemáticamente violado por el Estado, aplicamos de manera racista la Ley Antiterrorista, somos un desastre como país frente a los pueblos indígenas. Lejos del Chile actual, O’Higgins era razonable al postular un Pacto entre Estados”, señalaba el parlamentario.

A continuación, la carta, Gabinete Ministerial número Nº 83, del 13 de marzo de 1819: bajo el título a “nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sur”:

«El Supremo Director del Estado a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud.

Chile acaba de arrojar de su territorio a sus enemigos después de nueve años de una guerra obstinada y sangrienta. Sus fuerzas marítimas y terrestres, sus recursos y el orden regular que sigue la causa americana en todo el continente, forman un magnífico cuadro, en que mira afianzada su Independencia.

Las valientes tribus de Arauco, y demás indígenas de la parte meridional, prodigaron su sangre por más de tres centurias defendiendo su libertad contra el mismo enemigo que hoy es nuestro. ¿Quién no creería que estos pueblos fuesen nuestros aliados en la lid a que nos obligó el enemigo común? Sin embargo, siendo idénticos nuestros derechos, disgustados por ciertos accidentes inevitables en guerra de revolución, se dejaron seducir de los jefes españoles. Esos guerreros, émulos de los antiguos espartanos en su entusiasmo por la independencia, combatieron encarnizadamente contra nuestras armas, unidos al ejército real, sin más fruto que el de retardar algo nuestras empresas y ver correr arroyos de sangre de los descendientes de Caupolicán, Tucapel, Colocolo, Galvarino, Lautaro y demás héroes, que con proezas brillantes inmortalizaron su fama.

¿Cuál habría sido el fruto de esta alianza en el caso de sojuzgar los españoles a Chile? Seguramente el de la pronta esclavitud de sus aliados. Los españoles jamás olvidaron el interés que tenían en extenderse hasta los confines del territorio austral. Sus preciosas producciones, su incomparable ferocidad, y su situación local, han excitado siempre su ambición y codicia. Con este objeto han mantenido continua guerra contra sus habitantes, suspendiéndola sólo cuando han visto que no hay fuerza capaz de sujetar a unos pueblos que han jurado ser libres a costa de todo sacrificio. Pero no han desistido de sus designios, pues en los tiempos que suspendieron las armas fomentaron la guerra intestina, para que destruyéndose mutuamente los naturales, les quedase franco el paso a sus proyectos. Entre tanto el comercio no era sino un criminal monopolio; la perfidia, el fraude, el robo y en fin todos los vicios daban impulso a sus relaciones políticas y comerciales.

Pueblos del Sud, decidme si en esto hay alguna exageración; y si por el contrario apenas os presento un lisonjero bosquejo de la conducta española, convendreis precisamente en que dominando España a Chile, se hubiera extendido sobres vuestros países como una plaga desoladora, concluyendo con imponeros su yugo de fierro que acaso jamás podríais sacudir.

En el discurso de la guerra pensé muchas veces hablaros sobre esto, y me detuve porque conocí que estabais muy prevenidos a cerrar los oídos a la voz de la verdad. Ahora que no hay un motivo de consideración hacia vosotros, ni menos a los españoles, creo me escucharéis persuadidos de que sólo me mueve el objeto santo de vuestro bien particular y del común del hemisferio chileno.

Nosotros hemos jurado y comprado con nuestra sangre esa Independencia, que habéis sabido conservar al mismo precio. Siendo idéntica nuestra causa, no conocemos en la tierra otro enemigo de ella que el español. No hay ni puede haber una razón que nos haga enemigos, cuando sobre estos principios incontestables de mutua conveniencia política, descendemos todos de unos mismos Padres, habitamos bajo de un clima; y las producciones de nuestro territorio, nuestros hábitos y nuestras necesidades respectivas no invitan a vivir en la más inalterable buena armonía y fraternidad.

El sistema liberal nos obliga a corregir los antiguos abusos del Gobierno español, cuya conducta antipolítica diseminó entre vosotros la desconfianza. Todo motivo de queja desaparecerá si restablecemos los vínculos de la amistad y unión a que nos convida la naturaleza. Yo os ofrezco como Supremo magistrado del pueblo chileno que de acuerdo con vosotros se formarán los pactos de nuestra alianza, de modo que sean indisolubles nuestra amistad y relaciones sociales. Las base sólidas de la buen fe deben cimentarlas, y su exacta observancia producirá la felicidad y seguridad de todos nuestros pueblos. Se impondrá penas severas a los infractores, que se ejecutarán a vista de la parte ofendida, para que el ejemplo reprima a los díscolos.

Nuestras Escuelas estarán abiertas para los jóvenes vuestros que voluntariamente quieran venir a educarse en ellas, siendo de cuenta de nuestro Erario todo costo. De este modo se propagarán la civilización y luces que hacen a los hombres sociales, francos y virtuosos, conociendo el enlace que hay entre los derechos del individuo y los de la sociedad; y que para conservarlos en su territorio es preciso respetar los de los pueblos circunvecinos. De este conocimiento nacerá la confianza para que nuestros comerciantes entren a vuestro territorio sin temor de extorsión alguna, y que vosotros hagáis lo mismo en el nuestro, bajo la salvaguardia del derecho de gentes que observaremos religiosamente.

Me lleno de complacencia al considerar hago estas proposiciones a unos hombres que aman su independencia como el mejor don del Cielo; que poseen un talento capaz de discernir las benéficas intenciones del pueblo chileno; y que aceptándolas, desmentirán el errado concepto de los europeos sobre su trato y costumbres,

Araucanos, cunchos, huilliches y todas las tribus indígenas australes: ya no os habla un Presidente que siendo sólo un siervo del rey de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados. Contestadme por el conducto del Gobernador Intendente de Concepción a quien he encargado trate este interesante negocio, y me avise de nuestra disposición para dar principio a las negociaciones. Entre tanto aceptad la consideración y afecto sincero con que desea ser vuestro verdadero amigo.

Bernardo O’Higgins R.

SANTIAGO, Sábado 13 de Marzo de 1819″.

Nora aparte:

El aniversario patrio de Chile son los 18 de septiembre, en conmemoración del establecimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno (el 18 de septiembre de 1810), teniendo con posterioridad la firma del 12 de febrero de 1818 con la Proclamación de la Independencia de Chile por parte de Bernardo O’Higgins como Director Supremo. Este periodo como proceso de independencia, ha sido además subdividido en tres etapas que se denomina: la llamada Patria Vieja (1810 a 1814), la Reconquista o Restauración Monárquica (entre 1814 y 1817) y la Patria Nueva (de 1817 a 1823).

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