La esperanza vencerá nuevamente

El pinochetismo está confiado, y la derecha chilena se ha sacado la careta. Creen que ya hemos sido vencidos y se preparan para “liberarnos” a palos, para asegurar el correcto funcionamiento de los mercados (como sugería el neoliberal Von Mises). Pero su razonamiento tiene una falla fatal. Dice Paulo Freire que quienes tienen esperanza, sueñan, y quienes sueñan, toman control de su historia.

Por El Ciudadano

02/12/2021

Publicado en

Chile / Columnas / Política / Portada

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Por Martín Arias Loyola

A pocas semanas de la histórica segunda vuelta – y luego de un susto mayor ante el atrevido avance del “pinochetismo YouTuber 2.0 anti” (anti-mujeres, anti-diversidad sexual, anti-medioambiente, anti-educación, anti-salud, anti-pensiones dignas y hasta anti-animales viviendo sin pagar por existir), vale la pena pensar en el significado del concepto de “esperanza”. Dice Paulo Freire, el filósofo y educador latinoamericano que revolucionó la pedagogía mundial, que los humanos somos seres de esperanza. Esto no significa ser “seres iluminados” “perfectos” o “de luz”, todo lo contrario. Freire reconoce nuestra atolondrada e imperfecta naturaleza humana, que nos lleva a meter las patas una y otra vez, y a sufrir del pesimismo compartido de que las cosas siempre pueden ser peor. Pero Freire también resalta otra de nuestras capacidades fundamentales, la de saber que podemos intervenir en el mundo y en nosotras/os mismas/os, para mejorar a nuestro entorno y a nosotras/os con él.

Freire llegó a Chile exiliado de la brutal dictadura en Brasil, viviendo algunos años durante la Unidad Popular y empapándose del proceso histórico de una clase obrera empoderada y organizada, pero – por sobre todo – profundamente soñadora. De lo aprendido en sus conversaciones con cientos de obreros/as chilenos/as esparcidos/as por toda su geografía, Freire concluye que “no hay cambio sin sueños, y no hay sueños sin esperanza”[1]. Ese aprendizaje permeó su obra más importante, titulada “Pedagogía del Oprimido” escrita durante su estadía en Chile, hoy considerada uno de los aportes más rupturistas en la educación y la filosofía contemporánea. En esta obra, las y los oprimidos son deshumanizados por las y los opresores, y su esperanza los llevará a soñar y liberarse y a quienes les oprimen. En este proceso nadie se salva solo, nadie salva a nadie, todas y todos nos salvamos juntos, resaltando la importancia de una ética humanitaria, solidaria y de ayuda mutua, en directa contraposición a la deshumanizadoramente individualista del grupo opresor.

Como fuente de inspiración de esas ideas, el pueblo de Chile conoce muy bien esto. Sabemos que de la esperanza surge nuestra capacidad para generar cambios y re-evoluciones, de derrotar dictadores pensados invencibles, de levantar a un país de rodillas ante la opresión cotidiana e indignificadora del neoliberalismo. Es la vuelta de la esperanza lo que impulsa a estudiantes a evadir para solidarizar con sus madres, hermanos y abuelas. Es ella la que alimenta en las ollas comunes, la que levanta los escudos de madera y latón que defienden a quienes protestan. La esperanza llenó las calles y universidades de pañoletas verdes y violetas, y fue la primera en resquebrajar al capitalismo patriarcal de Piñera. También derrotó a la dictadura cívico-militar el 88’ y repitió la hazaña en octubre del 2020, mostrándose siempre atenta a reaparecer cuando más se necesita.

Es por esto que Freire define a la esperanza como nuestro valor radical, es decir, parte de nuestra raíz, surgiendo de dos elementos fundamentales: la rabia que protesta y  denuncia las injusticias, la deslealtad, el desamor de quienes oprimen, la explotación y la violencia; y el amor, al mundo y a toda vida humana y no humana contenida en él, ese amor que propone, que construye y que aprovecha la historia como posibilidad de liberación de las y los oprimidos.

Así, desde la insurrección popular del 18 de octubre del 2019, la rabia contenida después de décadas de inmovilizadora desesperanza explotó con una fuerza telúrica transformadora. Ese mismo día re-surgió un amor profundo y solidario entre hermanas y hermanos separados por demasiado tiempo (pueblos originarios, mujeres, diversidad sexual, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad, y un largo y maravillosamente diverso etcétera). Ese octubre, por tanto, re-nace la nueva esperanza, una  que cuestiona todo, que llama a re-encontrarnos y re-organizarnos como pueblo en liberación. Pero el mismo Freire nos advierte que neoliberalismo y el fétido pinochetismo no pueden sobrevivir en la esperanza y, por tanto, no pueden permitir a la gente soñar. Quien sueña, luchará incansablemente por hacer sus sueños realidad.

Hoy, tiempo después del inicio de las movilizaciones, del acuerdo por la paz, del inicio de la pandemia, del plebiscito constituyente, del inicio del trabajo de la convención constitucional, nos encontramos con el pinochetismo y el neoliberalismo dando vuelta la partida. Meses de mentiras en medios de comunicación tradicionales, de escandalosas declaraciones, de una campaña del terror que caricaturiza a cualquiera que quiere un país digno para todas y todos como un terrorista dictatorial, nos tiene contra las cuerdas. Y cuando hablo de “nos”, me refiero a quienes creen en la democracia representativa y a quienes creemos en la democracia directa. A quienes creen que las personas hay que tratarlas como humanos y ciudadanos, y no como sirvientes y consumidores.

El pinochetismo está confiado, y la derecha chilena se ha sacado la careta. Creen que ya hemos sido vencidos y se preparan para “liberarnos” a palos, para asegurar el correcto funcionamiento de los mercados (como sugería el neoliberal Von Mises). Pero su razonamiento tiene una falla fatal. Dice Paulo Freire que quienes tienen esperanza, sueñan, y quienes sueñan, toman control de su historia. Luego de la derrota, muchas y muchos nos hemos atrevido a recuperar la rabia, y a buscar, encontrar y rearmar los pedazos de nuestro amor por el mundo y sus habitantes. Ahora, una improbable, imperfecta y pegoteada esperanza de árboles, memes, acciones en poblaciones, conversaciones con familiares y amistades nos levanta para detener la nueva amenaza: no sólo la del pinochetismo o la profundización aún más escandalosa del neoliberalismo, sino que la amenaza de dejar de soñar.

Muchas y muchos piensan que Chile en realidad no despertó, y que aún duerme sin sueños. La solidaridad popular que se resiste a retroceder muestra que se equivocan. A lo más, se tomó una pequeña siesta. En unas semanas, probablemente el pueblo de Chile demuestre una curiosidad: que es posible soñar despierto. Cada vez hemos acogido la esperanza que lo facilita, hemos logrado cosas impensables ante enemigos invencibles. La historia será nuestra nuevamente, de las y los oprimidos que – esperanzados  y soñadores – se liberan mutuamente.

Martín Arias Loyola

Académico, Antofagastino, miembro de la Red Chile Despertó Internacional


[1] Freire, P. (1993). Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Argentina: Siglo XXI.

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