El falso comunista de San Fernando:

La moral flexible de un concejal

Cuando la ideología se vuelve moneda de cambio y la fiscalización se transforma en silencio comprado, los concejales dejan de representar al pueblo y pasan a servir a su pequeño feudo personal.

La moral flexible de un concejal

Autor: El Ciudadano

Por Ivo Castillo Osorio

Hay gestos en política que revelan más que mil discursos. En San Fernando, uno de los concejales más fervorosos en defender al alcalde [Pablo Silva Pérez] —incluso frente a jurisprudencia clara de la Contraloría— es, paradójicamente, militante del Partido Comunista (PC) de Chile.

El problema no es solo ideológico, es ético. Este concejal, que debería representar una voz de oposición y control, ha terminado siendo el escudero más fiel del poder municipal, dispuesto a justificar lo injustificable. Cuando la Contraloría esclareció que los recursos usados en una fiesta de funcionarios de la salud eran malgastados, su reacción no fue exigir transparencia, sino blindar al alcalde. En política, los silencios dicen más que los discursos; y en este caso, el silencio fue cómplice.

Pero la historia no termina ahí. Porque mientras en San Fernando se muestra dócil con el poder de turno, en Chimbarongo aparece, curiosamente, contratado por la municipalidad gobernada por un alcalde de derecha. El mismo concejal comunista que critica el neoliberalismo no tuvo reparos en aceptar un contrato municipal bajo un gobierno local conservador. ¿Casualidad? Difícil de creer.

En política local, las coincidencias suelen tener nombre y apellido. Y todo indica que el favor laboral en Chimbarongo podría ser parte de un acuerdo político, una transacción silenciosa donde el trabajo se paga con lealtad. Si eso fuera cierto —y todos los indicios apuntan en esa dirección— estaríamos frente a un caso clásico de clientelismo disfrazado de cooperación institucional.

Es justo decir, sin embargo, que el Partido Comunista como institución no puede ni debe cargar con las inconsecuencias de quien solo usó su cupo. Este concejal, al inicio, se mostraba comprometido con los valores del PC: hacía presencia diaria en la sede, participaba en las reuniones y representaba fielmente su línea política. Pero eso cambió. Hoy ya no aparece, no contesta, y su distancia con la militancia es tan evidente como su cercanía con el poder municipal. Lo que antes fue convicción, ahora parece oportunismo. Y lo que alguna vez fue coherencia política, hoy se reduce a conveniencia personal.

Este episodio retrata una decadencia mayor: la de los concejales que han olvidado que su rol no es ser aliados del alcalde, sino contrapeso del poder. Que su función no es conseguir favores, sino fiscalizar. Y que la ética no se acomoda según el color político de quien entrega el contrato.

San Fernando no necesita concejales obedientes ni ideólogos de papel. Necesita representantes con convicción, que no se vendan por un contrato ni por una foto. Porque cuando un comunista trabaja al amparo de un alcalde de derecha y a la sombra de un alcalde cuestionado, no estamos ante un ejemplo de pluralismo, sino ante una renuncia moral maquillada de pragmatismo.

Y ahí está el verdadero problema de la política local: no en la falta de recursos o atribuciones, sino en la falta de carácter. Cuando la ideología se vuelve moneda de cambio y la fiscalización se transforma en silencio comprado, los concejales dejan de representar al pueblo y pasan a servir a su pequeño feudo personal.

Por Ivo Castillo Osorio

Administrador Público


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