Columna de opinión

La realidad de la izquierda chilena

La pregunta que deberíamos hacer es ¿cuánto de la ineficiencia, incompetencia de las autoridades en resolver los problemas diarios de la población se ha manifestado en el rechazo a la izquierda?

La realidad de la izquierda chilena

Autor: El Ciudadano

Por Manuel Figueroa Unda

Personalizar las derrotas y las victorias es un arma de doble filo. Existen diversas explicaciones para esa actitud que suele ser mas un efecto de catarsis que una realidad que es posible analizar con mas objetividad.

Permítanme dar un análisis un poco más profundo.

1. La izquierda tradicional, aquella basada en que las masas proletarias eran el mayor soporte del conglomerado progresista, simplemente ha caído víctima de los cambios estructurales creados por la globalización del capitalismo financiero y tecnológico. El mayor sostén de la antigua estructura era la existencia de un Estado que desde los años 30 del siglo pasado fue el principal protagonista del desarrollo industrial, social y crecimiento del país. La principal razón de ello fue el hecho que tal Estado, a través de tales procesos, fue propietario, en nombre de la nación, de los recursos naturales y de los procesos de crecimiento de infraestructura. Tal realidad se transformaba en la promoción tanto de la clase trabajadora a través de sindicatos industriales y de organizaciones de la clase media, así como en la oferta de educación, salud, educación y vivienda para satisfacer sus necesidades y requerimientos. Tal cuestión fue posible con el sustento de un sistema legislativo en la cual la representación de esos grupos permitía que el proceso de toma de decisiones los considerara.

2. Tal noción de desarrollo tenía las limitaciones de que los recursos que el país contaba para la promoción social y económica tuviesen un precio a pagar debido a que el desarrollo de infraestructura e industrial tenía un costo no solo en lo necesario, sino también en lo suficiente para enfrentar los problemas de la población. Chile era un país aislado, pobre y con desigualdades estructurales de importancia, tanto por la falta de imaginación e inversión de aquellos que, desde la Colonia, siguieron pensando como dueños de hacienda y no como empresarios comprometidos en hacer Chile un país con crecimiento continuo. El desarrollo al interior de la nación con restricciones a las importaciones y desarrollo industrial y tecnológico -y sin atacar los problemas de producción de la tierra- crearon las crisis del modelo desarrollista a finales de los años cincuenta hasta los años setenta, en que se ofrece un modelo de desarrollo socialista con una mayor participación del Estado en estos procesos.

3. El golpe militar no solo fue una reacción de la derecha tradicional y sectores de la clase media, sino que también era parte de las políticas de las potencias de posguerra, siendo la más importante el avance del socialismo en América Latina y sus movimientos revolucionarios, y la necesidad de los Estados Unidos de imponer, con el uso de recursos, fuerza militar, su injerencia en el patio trasero de la región. Creo que todos los que sufrimos la experiencia de este proceso doloroso, sangriento y, por sobre todo, la necesidad de imponer un nuevo modelo neoliberal que permitiera la adecuación de la región a las necesidades económicas de ese país, a través de la privatización de los recursos del Estado, a manos de grupos financieros e internacionales que se apropiaron de la operación y de los recursos financieros de este. Para ello, como consecuencia del uso de la fuerza fue necesario destruir la estructura laboral que ofrecía estabilidad a la clase trabajadora, y al avance de la clase media en labores de servicio que prometían promociones y mejores oportunidades de vida. La privatización del trabajo despojó a la clase trabajadora y clase media de la protección que existía hasta antes de golpe.

4. La educación, la salud, vivienda y el empleo se transformaron en cuestiones que debían ser resueltas por el sector privado y sin las garantías del pasado. El desmantelamiento de la educación y de la salud pública, así como el apoyo al ahorro y jubilaciones fueron obliteradas con la creación de la AFP, remedo de protección y apoyo a los trabajadores. La ley de educación de 1982 convierte al sistema educacional en un sistema de consumo competitivo en vez de una inversión del país en su juventud. Para qué hablar de los derechos laborales obtenidos por los sindicatos de trabajadores, dejados ahora en las manos de empresarios que, en la mayoría de los casos, no tenían a sus trabajadores como elementos imprescindibles y necesarios para su óptimo funcionamiento.

5. La vuelta a la democracia ofrecía el cambio del Estado subsidiario a uno de democracia protegida con el peso del legado de la dictadura, en el cual las fuerzas progresistas negociaban en una posición de debilidad ante las fuerzas que controlaban el Estado, las finanzas y las estructuras de toma de decisiones. El énfasis en el consumo como forma de medir crecimiento disfrazó deliberadamente la existencia de una nueva pobreza, la de la deuda con altos intereses. Gran negocio para seguir acumulando riqueza a costa de sectores sociales que no gozaban de las protecciones del pasado. La utilización de la ideología de la eficiencia y de la meritocracia mal entendida sirvió para justificar las desigualdades del modelo neoliberal.

6. Tal modelo funcionó afirmado en la colusión entre sectores que solo podían obtener poco para los sectores populares, siendo al mismo tiempo cooptados por la elite financiera y política del país. El estallido social fue la respuesta desordenada a tal situación. Ya no había cuadros de gestores progresistas que pudiera guiar un cambio para la creación de una democracia participativa. La diferencia generacional y el legado de dolor y desamparo del pasado pasaron la cuenta al movimiento progresista de las nuevas generaciones, cuya experiencia del manejo del Estado estaba limitado por el desmantelamiento de éste. El manejo de la gestión con una clase política que perdió el pensamiento crítico y el alejamiento con los sectores populares, de por sí diferentes a los existentes en el pasado. Tales sectores fuertemente golpeados y destruidos por el golpe militar ya no tenían ni la fuerza ni el poder para poder influir en la toma de decisiones. Si se ganaron elecciones en el siglo XXI, fueron por divisiones de la clase dominante.

7. Así llegamos hoy en día. ¿Cuáles son las fuerzas populares que hoy día sienten y creen que la izquierda puede cambiar su situación cuando la infraestructura que se creó en el pasado ya no existe? ¿Cómo podemos recuperar el rol del Estado democrático y constructivo cuando este no cuenta con los activos de recursos que tuvieron durante el desarrollismo? Poder ofrecer al pueblo de Chile una vía al desarrollo real choca con condiciones objetivas para que esto pueda llevarse a cabo en la actual situación. ¿Qué hacer para que nos crean y tengan confianza en los encargados de cumplir con los compromisos adquiridos?

8. Aún más, las condiciones internacionales no son proclives para apoyar un cambio en la correlación de fuerzas políticas para poder cambiar la situación. La competencia por hegemonía mundial también afecta lo que es posible realizar dada la interdependencia en el movimiento de capitales desde los centros financieros del mundo, y lo que nuestro país puede ofrecer.

9. Por último, debo mencionar el problema básico interno de nuestro país. No importa qué sistema político guía a un país. Lo que más afecta a la población en su diario vivir es la ineficiencia y la incompetencia de las estructuras regionales y locales en la resolución de las necesidades de la población. Cuando la derecha habla de orden, la izquierda debería levantar la bandera de la justa fiscalización por parte del Estado como árbitro y cuidador del buen funcionar diario del país. Tal cuestión es inexistente el día de hoy. La pregunta que deberíamos hacer es ¿cuánto de la ineficiencia, incompetencia de las autoridades en resolver los problemas diarios de la población se ha manifestado en el rechazo a la izquierda? Es cuestión de observar en el diario vivir que la población hace lo que puede y quiere sin que existan las instancias que hagan cumplir las normas y leyes decretadas. Total, si no hay una ley que me diga no lo hago y si hay una ley, hago lo posible para no cumplirla. Hoy nos ganó la derecha.

10. Creo que esto no es una discusión al interior de un grupo. Es algo que debemos pensar todos.

Por Manuel Figueroa Unda

Profesor Emérito de la Universidad del Estado de California, Fresno. Profesor Titular Jubilado, California School of Professional Psychology. Exonerado y exiliado en 1973.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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